25 noviembre 2015

Orgía con verdes y rojos

El planeta Gwendi está habitado por seres humanoides, casi idénticos a los terrestres, salvo porque su piel está recubierta por algas simbióticas, lo que les hace de colores verde, azul, rojo y marrón, según el tipo de alga que predomine. El sol de Gwendi es una estrella F5 que irradia más ultravioletas, pero gracias a las algas simbióticas los habitantes, no sólo soportan la radiación, sino que la aprovechan por la fotosíntesis.
      Pero, ¡vamos a ver, querido lector! A ti no te interesan estos detalles. Tú sólo viste la palabra «orgía» en el título y lo que te interesa es leer escenas con mucho sexo para poder satisfacerte en soledad. Así que dejemos esta introducción tan aburrida y pasemos a seguir a una pareja terrestre que está descendiendo de la nave espacial en el espaciopuerto principal de Gwendi.
      Él es de color negro oscuro, se llama Julius y tiene un cuerpo fornido.
      —¡Caray! ¡Vaya sol! —dice, echando mano de sus gafas para protegerse los ojos.
      Ella es de piel muy blanca, pecosa, típicamente nórdica. Su pelo rubio está recortado por exigencias del viaje espacial. Se llama Erika.
      —Espero haberme puesto suficiente protección solar, Julius. ¡Eh, todo el mundo anda aquí desnudo!
      En la base de la escalerilla les esperan dos hombres y una mujer. Ellos son verde y rojo, la mujer también es verde. Están completamente desnudos.
      —Bienvenidos a Gwendi —dice la chica verde—. Me llamo Helia y junto con Arnold y Olando seremos sus guías en este lugar.
      Arnold es el hombre verde, y saluda al ser mencionado. Olando es el rojo y hace lo mismo.
      —¿Por qué están todos desnudos? —pregunta Erika—. ¿Nadie usa ropa aquí?
      —Nuestra piel está adaptada a recibir los rayos del sol. Entiendo que ustedes los terrestres deban cubrirse, sobre todo quienes son como usted, de piel rosada.
      —A mí no me importaría ir en pelotas —observa Julius—. Y tú, querida, puedes usar un buen protector solar.
      —No, si yo sé que tú quieres que todos puedan ver lo bien dotado que estás, querido.
      Se echaron a reír.
      La fama de Gwendi está, no sólo en sus nativos de colores extraños, también en su enorme liberalidad sexual. Los gwendianos usan el sexo para solucionar cualquier conflicto personal. Y lo hacen sin ningún pudor.
      Lo comprobaron mientras iban a recoger el equipaje. Dos hombres, verde y azul, estaban en plena relación homosexual en un lado del pasillo.
      —Antes tuvieron una discusión —explicó Helia—. Ahora están haciendo las paces.
      Julius miró hacia otro lado, pero Erika observó con mucho interés. Nunca había visto una relación gay.
      Julius notó que Helia no parecía inmune al espectáculo. Sus pezones, destacados en verde oscuro, estaban claramente erectos.
      Recogieron las maletas y Olando se hizo cargo de ellas. Arnold tomó la delantera.
      —Vamos al vehículo —anunció Helia.
      Vieron otro grupo, una mujer roja y dos hombres verdes, colocados en un lateral. Ella estaba a cuatro patas entre ambos, mientras uno la penetraba y el otro le ofrecía su pene para chupar.
      Esta vez Julius miró interesado.
      —¿Otra discusión? —preguntó, con sorna.
      —No necesariamente —respondió la guía—. Tal vez simplemente les apetecía un trío.
      Llegaron al vehículo, que tenía dos asientos para cinco plazas. Olando y Arnold se sentaron atrás, con Erika en el medio, y Helia se puso al volante, acompañada por Julius.
      El espaciopuerto estaba algo lejos de la ciudad, pero el trayecto no se hizo pesado. Sobre todo para Erika quien recibió exquisitas atenciones de los dos hombres. Sus manos recorrieron toda la superficie de su cuerpo, buscando cualquier recoveco en la ropa. Estaba tan excitada que no pudo evitar algunos suspiros.
      Su compañero era consciente de lo que le estaban haciendo, y luchaba por controlar sus celos. Sabía bien que este tipo de situaciones sería habitual en el planeta. De hecho, el terapeuta de pareja les había recomendado el viaje para ayudarle a superar ese problema que tenía.
      Además, Julius también aprovechaba para tocar a la conductora. Al principio lo hizo con cuidado, no fuera a perder el control del vehículo; pero cuando se dio cuenta de que la conducción era automática, ya no se reprimió. Helia respondió a sus caricias abriendo las piernas; y Julius descubrió que, entre la piel verde, las interioridades femeninas destacaban en color rosa. Y que sabían diferente de las de Erika, eran más dulzonas.
      Llegaron al hotel y, en cuanto tuvieron las llaves, subieron a la habitación. Los cinco.
      El encargado, de color marrón, ni siquiera se extrañó. De hecho, apenas les prestó atención para revisar los datos en la pantalla, pues tenía a una joven verde ocupada entre sus piernas con una felación.
      Los nativos de Gwendi no tienen pelo, por lo que tanto Helia como Arnold y Olando mostraban gran interés en las cabelleras de los terrestres. Empezaron por acariciarlas.
      —Perdona un momento, Helia, mientras me desvisto —dijo Julius y se puso a la tarea.
      Ella miraba, curiosa, cómo las prendas iban saliendo una tras otra. Cuando, por fin, se quitó el interior, miró asombrada el miembro, ya bastante erecto. Lo cogió con la mano y tocó, extrañada, el glande de color marrón.
      Erika contemplaba la escena mientras también se desvestía. Comprendió el motivo de la extrañeza de la nativa al fijarse en los miembros erectos de los dos gwendianos: tanto el verde como el rojo se limitaban a la piel. El glande era de color rosado.
      Por cierto que aquellos dos penes eran más pequeños que el de «su negro».
      Podrían tener miembros más pequeños, pero sabían dar placer. Arnold y Olando la alzaron en volandas y la dejaron caer con suavidad sobre la cama en cuanto estuvo desnuda. Ahora que no había ropa que molestara, usaron sus lenguas para hacer lo mismo que antes con las manos. Desde la frente hasta las plantas de los pies, no hubo rincón del cuerpo de la rubia que no sintiera la humedad de las lenguas, rojas en ambos casos. Loca de placer, ella no dudó en abrir sus muslos para que pudieran saborear sus jugos. Y cuando sintió en la boca un pene verde con su glande rosado, lo saboreó con fruición. Sabía más dulce que el de Julius, observó.
      Más tarde buscó el miembro de Olando para comprobar las diferencias de sabor. También era dulce. Ocupada en saborearlo, sintió que Arnold introducía su falo en el interior de su húmeda cueva. Recordó el trío del espaciopuerto.
      Entretanto, Helia comprobaba que le cabía el enorme miembro de Julius, lo que le supuso una grata sorpresa. Había tenido algo de miedo, mientras él la preparaba con su lengua. Pero ahora iba como la seda. De hecho, pensaba que ningún hombre de Gwendi la había dado tanto placer como aquel terrestre negro.
      Olando y Arnold intercambiaron sus puestos para por fin derramarse. Exhaustos, se echaron sobre la cama. Erika esperó a que Julius también acabara para acercarse a la chica verde.
      —¿No tienes ganas de más? —le preguntó.
      Ella no dijo nada. Le dio un beso profundo y luego se dio la vuelta, ofreciéndole la rojiza y húmeda cueva a su boca. Erika introdujo su lengua, mientras sentía lo mismo en sus partes.
      Fue un 69 de locura, mientras los tres hombres se recuperaban.
      Luego volvieron a la faena, con bríos renovados.
      Erika pensó que iban a ser unas vacaciones muy interesantes.
   

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