08 abril 2017

"Seña" Luisa y el madroño

En un lugar de Anaga que llaman El Roquete, allí vive "Seña" Luisa. Vive sola, cerca del barranco, a gran distancia de la casa más cercana. La casa de "Seña" Luisa es de piedra y techo de paja; al lado tiene una conejera y un pequeño gallinero donde duerme media docena de gallinas. Y si digo que allí duermen es porque siempre están sueltas.
Se preguntarán ustedes que por qué "Seña" Luisa vive sola. ¿No tiene hijos? ¿Ni marido? ¿Ni siquiera hermanos, sobrinos o primos? Pues eso tengo que explicarlo: es viuda, su marido murió hace no sé cuántos años, tantos que casi nadie lo recuerda; hijos, tiene varios, unos dicen que cuatro, otros que siete, en fin, ¡vaya usted a saber cuántos son! Pero una cosa sí es segura: todos ellos se han ido, la mayoría a la ciudad, uno o dos a Venezuela, y parece que hay uno en Alemania, o por ahí cerca. ¿Y otros familiares? Nadie los conoce; según "Cho" Julián, el de Almáciga, "Seña" Luisa vino con su marido de otra isla, puede que fuera Lanzarote, hace un montón de años, cuando las langostas se comieron casi todo lo verde y los dejaron arruinados. Pero dice el cura de Taganana que eso no puede ser, que seguramente "Seña" Luisa vino de Teno porque así lo pone en uno de sus libros.
¡En fin!, ¿quién lo sabe? Sea de donde sea, "Seña" Luisa es una mujer muy buena, que siempre tiene su cafetera lista para cualquiera que pase por el barranco, incluso para esos turistas mochileros que creen sabérselas todas, y no tienen ni idea. Si usted pasa por allí, y "Seña" Luisa está en casa, tiene su tacita de café bien negrito, y unas galletas que ella misma cocina. Y, con un poquito de suerte, algo de mistela que consigue en la venta del pueblo.
Loreto, la que tiene la venta, la conoce bien. Todos los jueves, "Seña" Luisa va por allí con su cesto de huevos y hierbas que recoge, y se lleva algo de la venta: café, mistela, azúcar, gofio, puede que alguna fruta como manzanas o naranjas, y a veces algo de carne o pescado. Loreto nunca le cobra, pero tampoco le paga por lo que trae "Seña" Luisa; es un trueque al viejo estilo, y muchos dicen que Loreto pierde con el negocio, pero es que ella también es muy buena.
Pero "Seña" Luisa es más conocida por sus hierbas y sus rezados. Ella es curandera, o mejor dicho santiguadora, y de muchas partes (incluso de las ciudades) viene la gente para que quite el "mal de ojo" o los "empachos". Y también otras cosas: dolores de cabeza, de espalda, de ciática. Porque "Seña" Luisa sabe de rezados y de hierbas, ¿o ya lo dije? ¡creo que sí!
Bueno, como decía, ella sabe lo que es más adecuado para cada cosa, si unas hierbas, si unos rezos, o si lo mejor es que vaya al Hospital "pa" que te vea el médico. Porque eso sí, si ella ve que no te puede curar, te lo dice y no cobra nada.
¿Dije ya lo que cobra "Seña" Luisa? Creo que no, ¿verdad? Pues bien, ella no quiere dinero, dice que no se aclara, que en sus tiempos un real era mucho dinero, y ahora no es nada, y que no sabe leer lo que ponen esos billetes que se usan ahora. Que no se entera con el follón este del “eugro”. Ella quiere que le lleven dos o tres kilos de papas, si son de buena semilla basta con medio kilo, o si no, otra cosa parecida. Y si alguien se olvida, ¡no importa!, ya se lo llevará otro día. Ella confía en la gente, dice que todo el mundo es honrado, incluso los ladrones. Y todo el dinero que le den lo deja en la iglesia, cuando va a misa, allá por Pascua o por Navidad.
Hay que ser muy tonto para no saber de dónde saca "Seña" Luisa sus hierbas. Todo el mundo sabe que en el monte hay hierbas para cualquier enfermedad, lo que hace falta es saber cuál sirve para cada cosa, y ¡eso sí!, es algo que muy pocos saben.
Y ahora me doy cuenta de que soy un mentiroso, y por eso tengo que pedirles perdón. Porque todo el rato he estado diciendo que "Seña" Luisa cura con las hierbas, y eso no es del todo cierto. También usa flores, frutas o incluso tierra. Pero es lo mismo: la mayoría son hierbas, y así las llama la gente, las hierbas de "Seña" Luisa.
Digo todo eso porque tengo que hablarles del madroño. ¿O ya lo dije? Me parece que no.
Bien, al lado de la casa de "Seña" Luisa hay un madroño, viejo, muy viejo, que según parece ya era viejo cuando ella y su marido hicieron la casa. Por aquellos tiempos había muchos madroños, según dicen; yo sólo recuerdo ver dos o tres, aparte del de "Seña" Luisa, por supuesto. Los demás se han perdido, los han cortado para coger la madera, que como saben es roja y muy bonita. Y a nadie le ha dado por plantarlos. Aunque me parece que el año pasado vino un joven barbudo, dijo que era de la "Conserjería", o algo por el estilo, y preguntó por los madroños. ¡Pero eso no importa ahora, caramba! Sigamos hablando de "Seña" Luisa.
Decía que al lado de su casa hay un madroño, y ella le tiene muchísimo cariño. Parece ser, pues la verdad es que nadie lo sabe, que muchas de esas llamadas hierbas de "Seña" Luisa tienen hojas, raíces o frutos del madroño. Bueno, sea verdad o no, lo cierto es que a ella le hace mucha falta. Porque tomillo, brezo o musgo, pongamos por caso, puede ella buscarlos por todos lados, pero su madroño es el único de toda la zona. Muy lejos de allí, a dos o tres horas de camino, creo que hay otros madroños, pero no estoy seguro. Y, si los hay, están muy lejos para "Seña" Luisa, que ya cojea un poco. ¿Conté lo de cuando se cayó en el barranco? Creo que lo mejor será dejarlo para otro día...
Sigamos con el madroño. Resulta que hace unos años vinieron por aquí unos señores cargados de planos y aparatos para medir. Creo que eran del "Picona", o puede que de la "Conserjería", ¡yo que sé! Bueno, de donde fueran, lo cierto es que decían que iban a hacer una carretera. Hicieron sus medidas, apuntaron en sus planos, y se fueron. Y al año aparecieron los tractores.
Yo ya sabía lo que iba a pasar, porque hacía poco que habían terminado la carretera hasta Taburche, y allí las cosas habían cambiado por completo: todos los domingos aparecían los de la ciudad con sus coches y sus chiquillos. Los tres o cuatro bares y la casa de comida que pusieron se llenaron de oro. Lo mismo la venta, que ahora tiene más baratijas que nunca, de esas que se llevan como recuerdos. También hay mucha más basura que antes por el monte, y es raro el domingo en que alguien no pisotea las papas sembradas. ¡Ah! y todos los chicos del pueblo quieren comprarse un coche o una moto para irse a la ciudad a las discotecas, dicen que el pueblo es aburrido.
Pues eso que pasó en Taburche, pasaría aquí, eso yo lo sabía. Y a muchos les parecía bien, porque con la carretera uno podría ir al Hospital más rápido si le tiraba la burra y se "esnucaba". Yo no estoy seguro de que todo sea para bien, pero ¿qué voy a hacer?
Decía yo lo de los tractores. Pues resulta que con los tractores aparecieron unos obreros con una sierra de motor, que hacía un ruido de mil demonios. Y fueron a casa de "Seña" Luisa, a cortar el madroño.
Yo la tenía por mujer tranquila porque nunca la había visto enfadada. Hasta ese día, claro está. ¡Mi madre! ¡Era el mismo demonio! ¡Cómo se les enfrentó! ¡Y las cosas que dijo, que vergüenza me da repetirlas! ¡Y eso que, como ustedes saben, a mí bien que me gusta largar unas palabrotas de vez en cuando! (Pero ahora hay niños, así que mejor es que controle la lengua).
¡Los pobres obreros salieron corriendo como alma que se lleva el diablo!
Al día siguiente vino el capataz a hablar con "Seña" Luisa. Cuando ella supo a qué venía, no le invitó a café, ni siquiera le dejó entrar. Yo estaba allí, de nuevo, porque me olía lo que podía pasar y quería ayudarla.
El capataz nos explicó que la carretera tenía que pasar por allí, y que debían cortar el madroño. La casa se salvaba, así que "Seña" Luisa tendría la suerte de vivir junto a la carretera.
– ¿Suerte, o maldición, hijo de mala madre? –respondió la mujer– ¿Qué será de una pobre vieja como yo, cuando los gamberros de la ciudad se enteren de que vivo sola, y vengan con sus coches por la noche? ¿Y de qué voy a vivir si me despojan del único árbol que me da para mis hierbas? ¡Antes prefiero que me maten!
– ¡Señora, por favor!, creo que podemos hallar una solución –respondió el ingeniero, ¿o era el capataz?
– Mire usted, señor ingeniero –intervine yo– Creo yo que debería explicarle a usted algunas cosas. ¿Por qué no vamos a la venta y se toma un vasito del vino de Loreto?
– ¡Cuidado, José, cuidado con lo que le dice a este sinvergüenza! ¡Y no se deje engañar!
– ¡Estése tranquila, "Seña" Luisa, que yo sé lo que hago! Que yo tampoco me chupo el dedo...
En la venta de Loreto, el hombre de la ciudad se echó al coleto casi una garrafa de vino, que luego Loreto me cobró, por supuesto. Menos mal que era del vino barato, que Loreto sabe bien a quien le da el vino bueno.
Entre vaso y vaso pude explicarle al hombre aquel, quién era "Seña" Luisa, y lo importante que era para ella el madroño. Incluso creo que llegué a enfadarme, y empecé a gritar (yo también bebí más de la cuenta). Como fuera, con los gritos los otros que estaban en la venta se enteraron de lo que pasaba, y casi matan al pobre ingeniero.
Pero por una u otra razón, el pobre hombre estaba mareado, y no pudo irse a su casa. Alguien dijo de llevarlo al Hospital, pero tendría que ser en burro, por lo menos hasta Taburche.
El ingeniero, aunque estaba bastante malito, podía hablar un poco, y dijo que no era nada, que sólo necesitaba descansar, y que si al otro día seguía igual, entonces sí que lo lleváramos al Hospital. Dijo algo de llamar un "licótero", pero yo no lo entendí.
Bien, pues lo llevamos a la casa de Loreto, que vive al lado de la venta y tiene una habitación que a veces alquila. Ya en la cama, el hombre empezó a vomitar, y echaba unas bilis verdosas y malolientes. Yo tuve que salir corriendo, antes de que también me dieran ganas de vomitar.
¿Y a dónde iba a ir, sino a casa de "Seña" Luisa? Mucho me temía que ella, con la rabia que le había cogido, en vez de curarlo lo envenenara, pero yo no podía hacer otra cosa. Esto no es la ciudad, donde hay montones de médicos.
Tengo que decir que "Seña" Luisa vino corriendo, a pesar de su cojera, y con la bolsa que siempre lleva a todas partes. Nada más ver al hombre, empezó a rezar:
– Santa María, Madre de Dios, Señora del Mundo, Tú que quitas los Pecados con el Permiso de Tu Hijo...
Y así durante más de media hora.
Luego salió, toda sudores, y le dio a Loreto una bolsita de tela.
– Ésto, lo hierves un cuarto de hora y lo endulzas con miel de abejas. Tiene que tomárselo caliente, aunque se queme. Mañana estará bueno, si Dios quiere.
– ¿Pero qué tiene ese hombre? ¿Acaso será el vino?
– No lo creo, porque ahí mismo tienes a José, que también se mandó un buen pico, y sólo está algo "enchispado".
– ¡Yo no estoy "enchispado", mujer! –exclamé, aunque no sé si me creyeron...
A la mañana siguiente, el ingeniero o lo que fuera se levantó como nuevo. Por suerte todavía recordaba todo lo que pasó, y se fue a buscar a "Seña" Luisa.
Esta vez ella sí que le invitó a café.
– Y, dígame señora, ¿qué contenía la bolsita? Le daría miles por saber la receta.
– ¡Quédese con sus miles y sus millones! Lo que puse en la bolsa es un secreto. Sólo le voy a decir uno de los ingredientes: semillas de madroño, de ese madroño que ustedes pretenden cortar.
El ingeniero se quedó pensando.
– ¡Hum, creo que puede olvidarse del asunto! –fue todo lo que dijo.
– ¡Pues hijo mío, si es así te juro por la Virgen que siempre te lo agradeceré!
Como fuera, lo cierto es que la carretera no pasó por allí. Al final llegó justo hasta la venta de Loreto, que ahora está pensando en poner un "restorante", o algo parecido, vamos que será una casa de comida en plan fino. Y allá en el barranco, lejos de la carretera, está la casa de "Seña" Luisa, con su madroño al lado.
Y casi todos los meses viene el ingeniero con su coche, lo deja aparcado en la plaza junto a la venta y él se va caminando hasta la casa de "Seña" Luisa; ella siempre lo espera con su cafetera al fuego y sus galletitas.

Cuento incluido en "Draco y otras historias para niños"

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