30 noviembre 2017

Star Guars-Episodio 4-1

STAR GUARS
(LA GARRA DE LAS GALAXIAS)

Episodio 4 (De nuevo a la Esperanza).- Sí, querido lector, esta historia empieza en el capítulo 4. Claro que es un rollo, pero te lo explicaré: primero pensaba hacer solo un breve relato, que sería este que tienes en tu mano (sin la soporífera nota del autor). Pero el editor dijo que era muy breve, que mejor hacía una historia en tres partes. Luego, que por qué no hacer que la historia empezara antes, en una precuela (palabro que se inventó, es una fiera para eso de inventar palabras), con lo que tendríamos ya seis capítulos. Para terminar, una multinacional compró la editorial y ahora me piden tres capítulos más (aunque apenas está a punto de salir el 8º y del 9º no tengo ni idea de lo que poner), aparte de historias paralelas (spinof, los llaman) y no sé qué más. Bueno, fuera, rollo, empiezo.

Imagina una secuencia espacial, una batalla. Una nave pequeña, atacada por cientos de rayos, que huye como puede. Y su perseguidor, una nave enorme, enorme, enorme, que parece una ballena a punto de tragarse el boquerón que es la nave pequeña.
Dentro de la nave pequeña, la chica de la película que está metiendo un disquete con datos en un robot pequeñajo (sí, mucha tecnología espacial, pero usan disquetes. De los de 5¼). El robotito emite unos sonidos como maullidos de gato, y solo los entiende otro robot, éste con forma humanoide.
—SI-3-PO, debes acompañar a Pedrito (PDRD-2) al planeta de abajo. Lleva dentro un disquete con datos de máxima seguridad.
—Princesa, yo prefiero quedarme aquí en la nave.
—Aquí estamos jodidos, la nave imperial nos atrapará. Tú obedece, es una orden.
—Sí señora.
PDRD-2 emitió otros maullidos.
—Claro que sí, Pedrito. Pero no me gusta la situación.
Poco después, una cápsula salvavidas es lanzada hacia el planeta que hay debajo. (Creo que olvidé mencionarlo).
Entretanto, los malos malosos de la nave grande imperial han capturado a la nave de los buenos y a la chica. El jefe de los malos, un tío que lleva una máscara negra y se llama Dark Mask (Máscara Negra, lo que demuestra poca originalidad), monta el pollo cuando se entera de que el disquete no está a bordo.
—¿Dónde están los planos? —ruge.
—En el fondo del mar, matarilerilerile. Digo, en el planeta allá abajo —responde un oficial—. Hemos detectado el lanzamiento de cápsulas salvavidas sin seres vivos a bordo.
—¡La princesa ha metido en una de ellas el disquete con los planos!— ruge Dark Mask.
(Había olvidado mencionar que la chica es toda una princesa, con sangre azul y todo eso).

En el planeta, los dos robots aterrizan en medio del desierto. SI-3-PO le pregunta a su compañero, PDRD-2:
—¿Cómo se llama este planeta?
El aludido responde con sus maullidos, que SI-3-PO traduce:
—¿Tatoo-1? ¡Vaya nombrecito! Aunque para un planeta lleno de arena como éste, mejor llamarse así que no Paradise-5, por ejemplo. Y dime, ¿a dónde se supone que debemos ir? Espero que sea cerca porque esta arena se está metiendo en mis articulaciones, y puede provocarme un cortocircuito. Diría que esta arena tiene mineral de hierro y eso hace que el polvo sea conductor.
Nuevos maullidos.
—¿Bobby Juan El_Que_No_Ví? ¿Y quién es ese?
Más maullidos.
—¿Un caballero Yeti? Creía que la orden de los Yetis está extinguida por orden imperial.
Maullidos de respuesta.
—Bueno, retirado, entonces. ¿Y dónde está el tal Bobby Juan?
Ladridos de respuesta. (Es broma, lector, fueron maullidos).
—¿Cómo que no lo sabes? ¡Tendremos que preguntar! ¡Y por aquí no hay nadie a quien preguntar!

Pasa un tiempo indeterminado, pero eso no importa porque sigue en la siguiente viñeta. Digo, secuencia.
Llegan a una especie de granja en medio del desierto. Sí, claro, no tiene sentido poner una granja en el desierto, pero es que así son las cosas. En realidad, lo que ocurre es que la granja es del Tío Wen, un escocés al que tocaron unos terrenitos «algo soleados» en el planeta Tatoo-1, en el reparto de la herencia de su tío Wen-Senlao. Fue una pena, porque Wen-Senlao tenía unos sesenta sobrinos. El pequeño Wen esperaba que le tocara algo mejor, como un spa en Albarramona, pero tuvo que contentarse con su suerte. Y gracias a los condensadores de fluxo para destilar agua, no le iba tan mal.
El sobrino del Tío Wen, Lucas Eskay Walter, andaba escaqueado de su trabajo en los huertos hidropónicos cuando vio a los dos robots vagabundos. Escondido tras unas rocas, aprovechaba el tiempo para subir de nivel en Simulator-98. Había logrado pasar de alférez a teniente de nave cazadora, cuando vio a la pareja de robots. El que tenía forma humanoide se dirigió a él:
—Disculpe, señor, pero mi compañero anda buscando el paradero de un señor llamado Bobby Juan. Está en alguna parte de este planeta, pero necesitamos más datos para computar su dirección a través de Gugle-Star.
—¡Ya coño, dos robots sin dueño! ¡Pues hala, ahora son míos y me los llevaré a casa!
Lucas ignoró por completo lo que le dijo el humanoide. Solo comprendió que ambos podrían cubrir su puesto en los huertos, y así él tendría más tiempo para ocupaciones más entretenidas. Incluso podría darse un salto hasta la ciudad del Vicio, donde había miles de casinos y de locales con máquinas de juego y simulación.
—Tío Wen, mira lo que me he encontrado, ¿verdad que molan?
—¿Dónde has encontrado a esos dos? Nos vienen de maravilla para ampliar los huertos. Estaba pensando que el sector 78 tiene una buena sombra y podríamos montar unos invernaderos, ahora que el banco me ha ofrecido una nueva hipoteca.
Lucas dejó a su tío haciendo cuentas. Pero lo de ampliar los huertos no le hizo ni pizca de gracia, pues lo más probable sería que siguieran contando con su ayuda.
Ya por la noche, SI-3-PO despertó a Lucas.
—Disculpe, amo Lucas, pero me veo en la obligación de perturbar su sueño. El otro robot, Pedrito, se ha dado el piro. Vamos, que se ha fugado.
—¡No fastidies! ¿Y por qué lo llamas Pedrito? ¿No es PDRD-2?
—En la lengua de los sajónidos, esas iniciales se pronuncian «Pedrito».
—Bueno, ahora me lo explicas, mientras arranco el buga volador. Por cierto, tú eres «Si-tres-peos», no?
—Sí, amo Lucas.
A bordo del buga volador, SI-3-PO repite lo de buscar a Bobby Juan. Y Lucas cae en la cuenta.
—¡Claro!, ese es Juan  El_Que_No_Ví, que vive en un chozo entre las rocas. Tenemos que ir hacia allá.

Llegaron de madrugada al chozo de Bobby Juan El_Que_No_Ví. Era un sitio difícil de ver, incluso en Gugle-Stars, pero allí lo tenían.
Bobby Juan les esperaba.
—¡Ugh , menos mal! Tú, robot, debes de ser el traductor, ¿no? ¿O lo es este humanoide orgánico?
—Yo no sé más que la lengua de Tatoo-1 y el Galáctico estándar que me enseñaron en la escuela —explicó Lucas.
—Yo domino tropocientos trillones de lenguas, dialectos o modismos, señor —añadió SI-3-PO.
—¡Pues mira a ver qué dice! Lleva repitiendo los mismos maullidos desde que llegó.
PDRD-2 maulló.
—¡Lo ven! ¡Lo mismo otra vez!
—Dice que tiene un mensaje importante de la Princesa Lola para Bobby Juan El_Que_No_Ví.
Bobby Juan localizó un botón sobre el robot. Tenía el dibujo de una boca humana. Lo pulsó.
Apareció un holograma, donde una mujer (la Princesa Lola, claro está), explicaba:
—Bobby Juan, tú fuiste un caballero Yeti en los viejos tiempos anteriores al Imperio. Debes de saber que los que como yo somos contrarios al Imperio, hemos formado la Insurgencia anti Imperial, IaI, y como somos así de chulos enviamos este robot con un disquete de datos bloqueado que debes llevar a nuestra base, en el planeta Albarramona. Y si no puedes llevarlo allí, puedes hacerlo en la Otra Base Secreta de la Insurgencia anti Imperial, OBSIaI.
Luego venían las coordenadas y el detalle de la ruta a seguir en astronave.
Bobby Juan se quedó pensativo.
—Lucas, ¿te apetece convertirte en mi alumno? No te preocupes por la paga, es gratis, pues así me obliga  a hacerlo el sindicato.
—Alumno ¿de qué? ¿Mates? ¿Historia? ¿Lengua?
—Yo no doy clases de esas. Soy un caballero Yeti, el último, creo, y no te cobraré un céntimo, aparte de darte el coñazo con diversos recaditos.
—¡Vale! Así mando por el saco al Tío Wen y su granja. ¿Cuándo empezamos?
—¡Despacio, colega! Aunque no eres menor, él debe autorizarte. Ahora mismo les llamo.
Pero en vez de aparecer la cara de Tío Wen, maltratada por el desierto, se vio la imagen de una joven tan perfecta que solo podía ser una simulación.
—El número marcado corresponde a un local desahuciado por impago de hipoteca.
—¿Y eso? —preguntó Bobby Juan.
—El tío Wen tenía una hipoteca con el Banco Usurero Galáctico (BUG). Está claro que las cosas le iban peor de lo que yo creía. Pero ahora, ¡no tengo ni idea de adonde se fue el tío Wen! ¡Ya no tengo que volver a los huertos! A ver, explícame eso de ser un Yeti.
—Veo que así ha de ser. Que la Fuefa nos acompañe.
—¿Qué es la Fuefa?
—Primera lección. La Fuefa es una cosa medio rara que impregna la matriz del Universo. Si sabes aprovecharla, te permite hacer casi cualquier cosa, pero la clave está ahí, en saber aprovecharla. La Fuefa tiene dos aspectos, muy necesarios los dos pues juntos forman un equilibrio. Está el Lado Simpático, el de los buenos de la peli, y está el Lado Parasimpático, o Antipático, que es el de los malos malosos. Entre los buenos que saben aprovechar el Lado Simpático de la Fuefa están los caballeros y caballeras Yeti, que aparte de vestir como unos monjes y no gastar un céntimo en trajes, usan un sable luminoso de alta tecnología, aunque lleva pilas de esas normalitas, AA. Aquí mismo tengo uno que perteneció a tu padre, Lucas. Se llamaba Aníbal Eskay Walter, y era mi colega de los Yetis, juntos formábamos una pareja invencible. Pero se esfumó.
—¿Cómo es eso?
—Hizo ¡flash! Y ya no estuvo más en este universo. Lo mismo aparece por otra dimensión, ¡quién lo sabe! Pero fue por culpa de Dark Mask. Que tuvo que ver, eso seguro. Bien, aquí está el sable luminoso.
Bobby buscó el receptáculo para las pilas.
—Lo que imaginaba, las pilas han soltado ácido al descargarse y están sucios los contactos. ¡Con la de veces que le dije a tu padre que usara pilas blindadas, y mejor si eran catalinas! Pero él, dale que dale con que las catalinas eran más caras.
Bobby se puso a limpiar los contactos y puso dos pilas algo viejas que encontró tiradas. Le valió para hacer una demostración, antes de que la luz se apagara con un ¡flash!
—En ciudad del Vicio compraremos pilas nuevas.
—¿Y hay que ir allí?
—Claro, colega. ¿o es que te crees que tengo un montón de créditos? La paga de jubilación apenas me da para vestir de esparto aquí en este chozo. Tendremos que jugar en los casinos. Y allí mismo podremos encontrar una nave que nos lleve si queremos pirarnos. Y eso me recuerda que debemos disfrazar a estos robots, porque en los casinos no se permite la entrada de robots.
Poco después partía el buga de Lucas lleno a tope con el propio Lucas, Bobby Juan, SI-3-PO vestido de lagarterana y PDRD-2 dentro de una caja que ponía «10 minibarriles de cerveza de 5 litros», que Bobby no supo (o no quiso) explicar cómo había aparecido.
Como fuera, se dirigían a la ciudad del Vicio.

Y bien, querido lector, te habrás creído que me había olvidado de la Princesa Lola y del malvado Dark Mask. Pues no es así, como podrás comprobar.
Pues eso, que el malo maloso ha capturado a la princesa y le pidió los planos (¿Qué planos? Pues ya lo verás). Y ella le dijo que se fuera a tomar… el aire. Vamos, que no los tenía. Y como no quiso decir nada más, el jefe de los malos dijo:
—Pues nada, nos vamos a la ASI y así hablará.
(Nota: ASI es el Arma Secreta del Imperio).
Y en la ASI la torturó. No, nada de cosas de la Inquisición: potros y esas antiguallas. En la ASI usaban las más avanzadas técnicas de tortura, como ponerle toda la serie completa de varios culebrones mexicanos, todos seguidos y sin descansar. O una sesión del Congreso Galáctico con su discurso del líder Feiled Castrol, uno de esos que duraban horas y horas. Pero lo peor era ponerle seguidos los anuncios de la Lotería de Navidad, uno tras otro sin parar.
¡Y sin embargo, la Princesa Lola no dijo ni pío! (Bueno, tiene que ganarse el título de protagonista, porque si no, se fastidiaba la historia).
Dark Mask seguía sin saber qué había sido de los planos. Sí, los famosos planos.

Y ahora volvemos a ciudad del Vicio, donde llegan Lucas, Bobby Juan y los dos robots disfrazados.
Llegaron a la puerta de un casino, el «Gran Casino 574», y Bobby Juan sugirió que los dos robots se quedaran cuidando el buga.
—Aquí hay mucho chorizo suelto —explicó.
Ya dentro, Bobby pidió una moneda a Lucas.
—¿Cómo es eso? ¿Venimos a jugar al casino y no traes ni una moneda? Menos mal que tengo aquí una de 50. La tenía guardada para comprarme una chocolatina, porque para una hamburguesa no me da.
Bobby no dijo nada y depositó la moneda en una máquina tragaperras. Le dió a la palanca e hizo unos pases magnéticos con la mano. De inmediato salieron tres 7.
—¡Por el agujero negro central! ¡Vaya suerte!
Empezaron a salir monedas de 50 ruidosamente. Todos los presentes se les quedaron mirando.
—Disimula, Lucas —dijo Bobby mientras recogía el dinero. Puso una de las monedas logradas en otra máquina. Otro pase magnético y, ¡otra vez premio!
Después de unas cuantas sesiones con pases magnéticos, un gorila se plantó junto a nuestros chicos.
—¿No estarán haciendo trampas, ustedes dos, verdad? —preguntó el gorila.
—Claro que no, señor —dijo Lucas mientras depositaba otra moneda en una máquina que aún no había probado. Salieron dos sietes y cuatro avances. Lucas realizó tres avances y apareció el siete que faltaba. No hubo pases magnéticos esta vez (con el gorila a la vista, Bobby no podía arriesgarse), pero es que alguna vez hay suerte de verdad. Y encima, la máquina tenía un bote voluminoso.
Decidieron que no debían arriesgarse. Cambiaron las monedas por billetes y una hamburguesa (Lucas tenía hambre, pues no había comido desde la noche anterior) y se fueron a otro casino, donde se repitió la misma «suerte» de Bobby.
¡Claro que hacía trampa, lector! Con esos pases magnéticos, Bobby aplicaba la Fuefa para que los mecanismos de las máquinas tragaperras giraran justo como él deseaba, dando la combinación de premio máximo. Cuando Lucas lo supo, le dieron más ganas de aprender los secretos de la Fuefa.
—¡Quiero ser un caballero Yeti!
—Despacito, colega, que apenas acabas de empezar el primer curso.
Hicieron cuentas.
—Va justo para un pasaje —dijo Lucas—. Solo uno, no dos.
—Eso sería en una nave de pasaje. Pero aquí, en ciudad del Vicio, hay muchos traficantes que aceptarían llevarnos en plan pirata a mitad de precio que un pasaje oficial. Mira, ahí mismo hay una cantina donde podremos encontrar a uno de esos traficantes.
—¡Pues me gusta la idea! No me vendría mal un trago.
—Los niños no deben beber.
—¡Oye, que no soy un niño! Tengo 12 años. Años de Tatoo-1, claro.
Bobby hizo unos cálculos mentales.
—Eso son 18 años y medio de Corujoscán, el planeta capital. Vas justo, chaval. Pero vale, te dejo tomar un trago, si es de cerveza.
Poco después, Bobby presentaba a un humano y una especie de perro lanudo bípedo.
—Estos son Boy Solo y Echabaca. Tienen la nave Balcón Millonario a nuestro servicio.
—Salimos de inmediato, así que si tienes que ir a mear, hazlo ya —dijo Boy Solo.
Y Echabaca añadió unos gruñidos, pues ese era su lenguaje.
—La llevo clara —comentó Lucas—. Deberían ponerse a conversar éste y Pedrito. Uno ladrando, el otro maullando, será como una pelea…
Llegaron al hangar del puerto espacial y tuvieron que subir pitanto. Un escuadrón de soldados imperiales les pisaba los talones.
¿De dónde habían salido?
Tienes que disculparme, lector, porque olvidé comentar que, aparte de montar el numerito y secuestrar a la princesa, Dark Mask mandó buscar a los robots en el planeta Tatoo-1. Ya tenían una descripción detallada y a punto estuvieron de pillarlos. ¡Menos mal que Bobby cortó una narración detallada y pormenorizada de las aventuras del Balcón Millonario en sus contrabandos más recientes!
Así pues, llegaron a tiempo, despegaron, y aún tuvieron que enfrentarse a dos cazas imperiales.
Lucas lo pasó de miedo disparando a uno de los cazas.
—¡Es mejor que en el simulador! —dijo.
Por fin, ya libres de perseguidores, Bobby volvió a preguntar.
—Entonces, ¿vamos a Albarramona?
—¡Claro que sí! —respondió Bobby.

Es curioso, pero poco antes Dark Mask había decidido ir también a Albarramona. Pero no de visita precisamente.
Resulta que él sabía que ese era el planeta de la Princesa Lola, y al muy malvado se le ocurrió presionarla para que le dijera dónde estaban los planos.
—Si no me dices dónde los has escondido, me cargo al planeta —amenazó.
—Dudo mucho que puedas hacerlo. Podrás bombardearlo, si quieres, pero la Base Secreta de la Insurgencia anti Imperial (BSIaI) sobrevivirá.
—¡Mira tú por donde ahora tengo dos motivos para disparar! —y dirigiéndose al oficial a cargo del cañón gordo, ordenó—: Dele caña.
Y tres potentes rayos que se unieron en uno para mayor potencia, tres rayos en uno decía, partieron rumbo al planeta Albarramona. Y lo dejaron frito, flambeado más bien, chamuzcado. Vamos, que se lo cargaron. Donde estaba el planeta no quedó nada, ni unas rocas en plan nube de asteroides. Nada de nada.
Y fue esa nada lo que encontró Boy Solo cuando el Balcón Millonario había salido del hiperdespacio.
(Un momento, creo que no lo había dicho: el hiperdespacio es la forma que tienen las naves para ir de un lugar a otro a mayor velocidad que la luz. Activas los motores, desapareces del espacio normal y apareces en otro lugar, donde querías llegar –salvo si era mal piloto, que entonces apareces en otro lugar–. Y ya está, no pienso dar más explicaciones).
Pues eso, que salieron del hiperdespacio y no había nada.
—¿Dónde está Albarramona? —preguntó Bobby Juan.
—Eso digo yo —replicó Boy.
—¡Eres un mal piloto! Seguro que te has equivocado con las instrucciones al motor para ir al hiperdespacio. No si ya lo decía yo, que me parecía que este cacharro no estaba en condiciones…
Echabaca gruñó. PDRD-2 maulló. SI-3-PO exclamó: —¡Cielos!
—¡Todo el mundo a callar! —gritó Boy Solo—. Echabaca tiene razón. Las coordenadas estaban bien. Algo pasó con el planeta.
—¡Hay algo en el radar! —exclamó Lucas, que estaba junto a una pantalla, pensando que si se terciaba podría ser capaz de pilotar aquella nave, pues le recordaba al simulador.
En efecto, el radar mostraba una pequeña esfera.
—¿Será el núcleo del planeta? —preguntó Bobby Juan.
Dirigieron la nave hacia aquella esfera. Cuando ya estaban más cerca, Bobby exclamó:
—¡Mierda! Eso no es el núcleo de un planeta. Es una estación espacial, y bien gorda. Creo que estamos a la vista del Arma Secreta del Imperio, ASI.
—Va a ser que sí —replicó Boy Solo—. Echabaca, ¡dale a la reversa!
La nave gruñó (la nave, no solo Echabaca), pero siguió en dirección a la ASI.
—¡Nos han atrapado! —observó Lucas Eskay Walter.
—Aún no del todo —dijo Boy Solo, enigmáticamente.

(Continuará)

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