07 marzo 2011

ISABEL

«El modelo SB-12m dispone de potencial Turing, nivel 3c, lo que le capacita para mantener conversaciones sobre cualquier tema de índole genérico. Disponible la ampliación SBT-02 que amplía el nivel hasta 3a, equivalente a un especialista en un tema a elegir del amplio directorio (actualmente, 245 áreas de conocimiento disponibles).
Gracias a sus nanoconversores seudocelulares, el SB-12m puede incluso realizar funciones orgánicas, como la ingesta de alimentos. De hecho, es recomendable realizar esa función al menos una vez por semana para recargar sus generadores de feromonas. Los restos no metabolizados son expulsados también de forma orgánica. El propio robot se encargará de hacerlo en las condiciones más higiénicas.
La producción de feromonas es la más reciente actualización de la serie SB. Estas sustancias son sintetizadas por el robot de acuerdo a las circunstancias y…»

Alex estaba encantado. Había encontrado una nueva amiga en Internet.
Se llamaba Isabel, aunque desde luego él no tenía ninguna forma de saber si ese era su nombre auténtico. Pero sospechaba que sí, porque hasta ahora no la había pillado en falso.
No se fiaba. Conocía a varios amigos suyos que se hacían pasar por chicas en la red, incluso usando fotos falsas. Él mismo lo había hecho una vez pero lo dejó cuando comprendió que a él no le haría mucha gracia ligar con alguien que no fuera lo que se suponía que era. Cuando comprendió eso, decidió dejarse de fingimientos.
Poca gente le merecía confianza como para darle sus datos personales, pero Isabel fue merecedora de toda su confianza.
Al principio, todo había sido muy vago. «Hola, me llamo Isabel y quiero conversar contigo». Él había respondido de inmediato, como siempre.
Tardó unas semanas en pasar a un segundo nivel. Ella le había contado algunas nimiedades, habían discutido acerca de las noticias de la tele. Alex captó una cierta sintonía con Isabel, pues parecían tener las mismas ideas políticas y religiosas. Ella no lo había dicho, pero parecía de izquierdas y atea, como él.
Una noche, tras discutir con su padre por enésima vez, él decidió abrirle su corazón.
—Mi viejo no se entera. Como me ve siempre pegado al teclado, cree que no me relaciono.
—A mí me sucede algo parecido. Mi madre quería que saliera de bares. ¡Imagínate! Mi propia madre recomendándome que me emborrache y termine liándome con un desconocido.
—¿No te gusta salir?
—Odio las bebidas fuertes. Puedo salir y conversar, pero ¿por qué demonios hay que llenarse de alcohol?
—A mí tampoco me gusta beber más allá de un par de cervezas…
Desde ese momento, intimaron más. Alex contó como eran las cosas en su casa, con su madre siempre preocupada por su salud y su padre desesperado porque no salía, ni siquiera para trabajar o estudiar. Isabel narró las vivencias en su familia, con dos hermanos “medio idiotas” (esas fueron sus palabras textuales, Alex no sabía si eran literales o sólo como ella consideraba a sus hermanos), y una madre super-protectora. No había un padre, porque se habían separado un par de años antes.
Como aún no se fiaba, Alex propuso un intercambio de vídeos en línea. Conectó su webcam y esperó a que ella hiciera lo propio. Apareció su imagen en vivo.
—Hola, Alex, ¿cómo estás?
—Bien. ¿Y tú?
Alex sabía que era posible simular una imagen humana, pero no vio señal alguna que le llevara a pensar que la cara de chica que veía en su pantalla no fuera la de Isabel. Era una mujer joven sin ninguna duda.
Siguieron intimando. Alex llegó incluso a atreverse a pedirle que se desnudara, a lo que ella respondió muy disgustada.
Durante una semana, ella se negó a conectar con él. Finalmente, él se disculpó y consiguió que ella aceptara la comunicación.
—Tienes que perdonarme. Sé que algunas a chicas les encanta desnudarse ante la webcam.
—¡Pues yo no soy de esas! ¿Qué te has creído?
—Nada, perdóname. Me equivoqué. No te voy a hacer más proposiciones de ese tipo.
Superado el equívoco, la relación volvió a sus cauces normales.
Finalmente, Alex se atrevió a pedirle un encuentro. A fin de evitar un nuevo equívoco, sugirió una hamburguesería en un centro comercial. Un sitio muy concurrido, donde podrían incluso chatear pues tenían WiFi. Insistió en ese punto para hacerlo más fácil.
Ella aceptó.
Aunque no era la primera vez que Alex tenía un encuentro con alguien a quien conocía por Internet, nunca se había sentido como en esa ocasión. Era como un adolescente en su primera cita romántica, lo que no dejaba de ser irónico, pues ni era adolescente ni era su primera cita.
Alex tenía ya 25 años y había conocido varias mujeres, incluyendo tres romances enloquecedores, que le había dejado roto el corazón al terminarse. Se creía ya curtido en cosas del amor, y un hombre experimentado.
No estaba preparado para lo que sintió en el encuentro.
Isabel estaba deslumbrante. No porque vistiera de una forma llamativa o provocadora. Más bien al contrario: su apariencia era el epítome de la sencillez femenina: blusa, pantalón, bolso mediano, poco maquillaje y una pulsera discreta. Ni siquiera llevaba pendientes.
Pero nada más estar cerca, Alex sintió una pasión arrebatadora. No era la primera vez que lo sentía, pero a sus 25 años le sorprendió la intensidad de sus emociones.
Por supuesto, tenía que ser discreto. Por lo que sabía de la chica, ella nunca aceptaría un acercamiento indecente, al menos en ese primer encuentro. Sólo si él sabía jugar sus cartas podría conseguir lo que su cuerpo ya anhelaba.
Si Isabel notó el ardor que Alex trataba de esconder, no lo demostró. Durante las dos horas que estuvieron juntos, ella se comportó con toda normalidad. Pidieron unas hamburguesas y unos refrescos y buscaron una mesa en un rincón donde no hubiera demasiado ruido.
Cada uno había llevado su portátil y lo encendió. Mientras se activaban y accedían a la red WiFi del establecimiento, hicieron comentarios banales sobre modelos, marcas y sistemas operativos, entre mordiscos a las hamburguesas y tragos de refresco.
Finalmente, cada uno accedió a su página favorita de la web, intercambiando gustos y preferencias con el otro. Se pasaron algunos archivos en tarjetas de memoria, sobre todo música y vídeos.
Por fin, pasaron a las cuestiones personales.
Alex había conseguido controlar sus impulsos. Sentía unas ganas tremendas de abrazarla y besarla, pero sabía bien que en aquel momento sería un tremendo error.
Hablaron como si estuviera cada uno de ellos ante su ordenador, cada cual en su casa.
Y por fin se despidieron. Ella le dio un beso casto, que a él le supo a gloria.
Esa noche, todos sus sueños estuvieron llenos de Isabel. Y por la mañana, las sábanas dejaron su rastro, como si fuera un jovencito imberbe.
Alex comprendió que se había enamorado.
Desde un principio, optó por ocultarlo. No quería asustarla, como casi había hecho con la sugerencia del desnudo ante la cámara.
Siguió conversando con ella, intercambiando información y buscando el momento adecuado para otro encuentro.
El momento llegó antes de lo que él esperaba. Ella misma le invitó a otro encuentro.
Esta vez no llevaron los ordenadores portátiles. Fue una cena normal.
Y a los postres, Alex se declaró.
Isabel lo miró mostrando el asombro en sus ojos. Pero enseguida cambió a la comprensión. Y lo besó.
Fue un beso apasionado. ¡Ella también lo quería!
Por fin, al separarse ella aceptó acompañarlo a su casa.

Durante varios meses, fue la gloria. Los dos salían de paseo y conversaban de muchos temas. Aunque no tenía una formación de alto nivel, Isabel podía hablar de muchas cosas. Y cuando había algo que ignoraba, escuchaba complacida las explicaciones de Alex.
Cosa curiosa, ni la madre ni el padre de Alex hicieron comentario alguno por el hecho de llevar una chica a su habitación. En otras ocasiones, su madre había llegado incluso a formar un escándalo; pero esta vez parecía aceptarlo con resignación.
Y su padre ya no le daba la tabarra con que debía salir. Porque lo cierto es que Alex salía.
Un día en que llegó bastante tarde, descubrió un grueso libro en el salón. Su padre estaba chapado a la antigua y siempre prefería hojear anticuados manuales, en vez de consultarlos en línea. Él trabajaba con robots, de ahí que no le extrañó comprobar que se trataba del manual de operaciones de un robot.

«SB-12m» era el modelo.
Alex comenzó a hojearlo. Vio algunas características interesantes.

«El SB-12m es ginoide. Disponibles 255 configuraciones de color de piel, ojos, pelo, estatura y constitución física…
Para su conexión a la red, no necesita más que un enlace estándar. El sistema simula un entorno virtual típico; en su configuración inicial, se trata de una habitación de chica con los elementos típicos. Puede modificarse mediante el software específico SBS-4804…
Las feromonas emitidas actúan ante el individuo seleccionado, de acuerdo con los parámetros programados. El efecto es inmediato y…»

Lleno de sospechas, Alex buscó en la red información sobre el robot SB-12m.
Pero fue por la mañana, cuando su padre y su madre habían salido, cuando decidió confirmar sus sospechas. Revisó por toda la casa y finalmente lo encontró.
Estaba dentro de un armario, en el sótano.
Allí, conectada a la red por un cable, estaba Isabel.
¡Era un maldito robot!

2 comentarios:

Mary dijo...

Racismo puro xD
Como dice la canción "Y": ¿Y qué hiciste del amor que me juraste? ¿Y qué has hecho de los besos que te dí? :D Pobre Isabel...

Baldo Mero dijo...

Sí. Nadie piensa en que la pobre Isabel pueda tener sus sentimientos.