La empresa Minerales Neolimeños tenía su sede, como no podía ser menos, en Nueva Lima. Fundada con fondos procedentes de la Unión Latina, en la actualidad tenía casi el 50% de sus acciones en el propio Bistularde, en manos de los más ricos colonos. De hecho era una de los colectivos económicos más poderosos del planeta y sólo rendía cuentas ante la propia federación latina, tal era su fuerza.
Sus tentáculos llegaban a casi todo el planeta y de ella dependían para la extracción de la mayor parte de las materias primas: el aluminio, potasio, titanio, magnesio, sodio, calcio y fósforo que se extraía en la superficie planetaria era casi todo suyo.
Sólo las minas orbitales podían competir con la extracción en superficie, pero solían estar bajo empresas pequeñas, muy fragmentadas.
Sin embargo, quedaba un metal que Minerales no tenía bajo su control. El hierro.
En todo Bistularde apenas se habían hallado pequeños depósitos de mineral férrico, de poca calidad y que no compensaba su extracción.
Por algo, se decía, los nativos no conocían los metales. Era un hecho cierto que en el planeta no eran frecuente hallar metal en forma nativa (salvo oro, cobre o plata), por lo que nadie había dado el paso de aprovechar las propiedades de los metales para mejorar su nivel de vida. Todas las tribus bistulardianas estaban, por tanto, en la Edad de Piedra.
O casi todas. Se decía que había una tribu, perdida en el continente Gamma, que usaba clavos de hierro para construir sus templos.
Se nombró a Luis Barbastro para comandar una expedición a Gamma, a la búsqueda del hierro.
Bliona era la hija del brujo, destinada ella también a ser bruja. Entre los j’mintes, no había ninguna distinción por género en el puesto, y éste se transmitía por herencia al primer hijo nacido, salvo que no estuviera capacitado. Bliona se consideraba bien capacitada para el puesto, pero eso se decidiría en una prueba muy dura para la que debía prepararse; si no la superaba, sería alguno de sus hermanos menores quien la realizaría, o en su defecto algún otro. Incluso Bliona podría presentarse de nuevo a la prueba, que se repetiría tantas veces como fuera necesario hasta que alguien lograra superarla.
Entretanto, ella se dedicaba a aprender todo lo que podía, tanto si eran las leyendas (como la historia de T’Jum y Lakim), las ceremonias que había que realizar en cada momento, las plantas, tierras y animales que curaban cada enfermedad (incluyendo algunos venenos útiles), e incluso trucos de magia muy útiles (por ejemplo, hacer saltar chispas del fuego o hacer figuras con las sombras).
Muy importantes eran los sueños. Como era sabido, Kimla, la diosa de la tierra, hablaba sobre todo de noche y su forma favorita de hacerlo era mediante los sueños. Solía hacerlo, particularmente, a los jefes y brujos y a sus familiares.
Con demasiada frecuencia, el jefe o la jefa tenían demasiadas preocupaciones y Kimla no conseguía deslizar sus frases en la cabeza. Lo mismo solía suceder con el brujo o la bruja, aunque estuviera más predispuesto a ello. Pero los hijos, al ser más débiles y tener menos preocupaciones, podían estar más atentos a sus palabras.
Y así los hijos del brujo o del jefe estaba obligados a fijarse en sus sueños y cada vez que tenían alguno que se saliera de lo habitual, contarlo.
Bliona dedicaba un buen rato cada mañana a repasar sus sueños. Solía soñar sobre cosas normales, como los hombres, los hijos, sus padres, los alimentos, las ropas, la vivienda… no solía molestarse en contarlos, pues ya sabía que no merecía la pena.
Pero una mañana se sentía mal. El sueño había sido tenso, cargado de preocupación. Recordando todos los detalles, se dispuso a contarlo a su padre, Sipret.
Había visto un enorme pájaro. No tenía plumas, ni alas, pero volaba. El pájaro se posó y de su boca salieron muchos hombres, además de unas pocas mujeres. Todos vestían de forma muy extraña, con una especie de piel que les cubría desde el cuello hasta los pies. Tenían cabezas peculiares, alargadas y de color entre rosado y marrón.
Aquella gente extraña llegaba hasta el templo y arrancaba los clavos, hechos con esencia del cielo. El templo se caía, pero los extraños buscaban todas las cosas hechas con la esencia: cuchillos, herramientas ceremoniales, y demás.
Los extranjeros guardaban todos los objetos de esencia que encontraban en el buche del pájaro.
Bliona los había visto venir y había escondido un clavo en su mano. Uno de los extraños, un hombre de pelo amarillo, cara rosada u ojos azules, le preguntaba donde había más esencia. Aunque él sabía que ella escondía un clavo, no se lo quitaba. Pero Bliona llevaba al hombre al lugar donde cayó la piedra del cielo, y allí recogieron todas las piedras de esencia que pudieron ver.
Finalmente, los extraños se marcharon. Y Bliona se descubrió embarazada, y pese a que no había tenido relaciones con ningún extranjero, ella sabía que el padre era aquel hombre de pelo amarillo. Y al nacer una niña de pelo negro pero cara alargada, despertó.
Sipret oyó el relato del sueño con suma preocupación.
—No cabe duda de que te ha hablado Kimla. Sólo falta por saber qué es lo que nos quiere decir. Hija, debes meditar a ver si Kimla se digna darte la sabiduría para entenderla.
—Tú también lo harás, ¿verdad, padre?
—Por supuesto. Pero es más fácil que seas tú quien reciba el don de la respuesta.
—Por ahora sólo tengo la sensación de que un gran peligro está sobre los j’mintes. Esos hombres y mujeres extraños existen y tal vez vengan a llevarse la esencia.
—¿Te parece?
—Es una impresión que tengo.
—Pues ya tienes la respuesta de Kimla. De todos modos, sigue meditando.
Luis Barbastro consideró varias opciones para desplazar todo el equipo (humano y material) hasta el que sería su campamento base en Gamma.
Podrían viajar hasta Nouva Brasilia, en el sector brasileño hacia el oeste del continente, y partir desde allí. Pero eso no suponía grandes ventajas, pues luego deberían cruzar todo el continente hasta la costa este, incluyendo el Mar Interior y varios desiertos. Lo único positivo era que en el sector de habla portuguesa era donde más información podía conseguirse sobre los nativos que usaban hierro.
De todos modos, Luis ya había estado por allí y creía haber averiguado todo lo que podía. Allí se decía que esas tribus habitaban cerca de la costa este.
También podían ir directamente por vía orbital, descendiendo en un vehículo de aterrizaje en el campamento. Pero la compañía desechó de inmediato la propuesta, que sólo tenía sentido en los primeros tiempos de la colonización, cuando no habían buenas comunicaciones.
Por tanto, debían recorrer medio mundo desde Nueva Lima hasta el punto de destino, es decir todo el continente Alfa, más o menos por su costa este hasta Punta Sur, de allí cruzar el Canal de Magallanes, que separaba Alfa de Gamma y finalmente buscar un emplazamiento desde el que iniciar la búsqueda.
¡Menos mal que ni se planteaba la idea de hacerlo por tierra! Las comunicaciones distaban mucho de ser tan buenas.
Finalmente, consultando tarifas y medios disponibles y de acuerdo con los directivos de Minerales, Luis decidió contratar un vehículo suborbital desde Nueva Lima hasta Punta Sur, donde subirían a un transporte de superficie anfibio que les llevaría hasta Gamma.
El transporte era grande, y en él cabía todo el equipo, pero para la primera parte deberían hacer tres viajes, pues no había suborbitales disponibles del tamaño adecuado.
El día 115º del año 1697 fue cuando dio comienzo la expedición de Luis Barbastro hacia Gamma. A las 9:00 despegó el suborbital para su primer viaje hasta Punta Sur.
Entre lo que tardaron en hacer los tres viajes y luego organizar el embarque transcurrieron algunos días. Finalmente, partieron de Punta Sur el día 121º, y llegaron a la costa de Gamma el 125º, tras cruzar un mar tormentoso que a más de uno le hizo desear volver.
Fue, por lo tanto, en 1697/125 EA cuando Barbastro montó el campamento base en la costa este de Gamma.
Bliona había seguido soñando. Al principio, el sueño que se repetía era más o menos el mismo, pero luego cambió: ahora comenzaba con el nacimiento de la niña de cara alargada, piel rosada y ojos azules. Luego venían los extraños y la niña les impedía arrebatarles la esencia del cielo.
Se lo contó a su padre y éste estuvo de acuerdo con ella en que esa niña era clave para lo que iba a suceder.
—Pero padre —dijo Bliona—. Según el sueño, esa niña la tendré de uno de los hombres extranjeros. ¿Cómo podría una niña pequeña impedirles que hagan lo que sea?
—Hija, no olvides que Kimla siempre nos habla en claves —respondió Sipret—. Los detalles ya te serán revelados en su momento. Debes permanecer atenta a lo que va a suceder y recordar tus sueños. Si vuelve a cambiar el sueño, me lo dices otra vez.
—Eso haré, padre.
La costa este de Gamma era desértica. O al menos lo era en la zona del campamento. Luis había estudiado las imágenes de satélite y si había elegido aquel emplazamiento era más por su posición central que por la calidad del terreno. Calidad en el sentido de habitabilidad, se entiende.
Por el momento, eso no importaba. Tenían agua cerca y árboles que daban sombra, una pequeña franja verde entre el mar y un extenso desierto interior.
Y los geólogos tenían trabajo, lo que también contaba. A fin de cuentas el objetivo de la expedición era buscar nuevas fuentes minerales, sobre todo hierro. Pero si encontraban bauxita o rutilo, por ejemplo, no los despreciarían. Y en cualquier caso, debían levantar un mapa geológico que ayudara a localizar nuevos depósitos de minerales.
El continente Gamma era el menos estudiado de Bistularde. Incluso después de concluida oficialmente la conquista, quedaban grandes territorios sin explorar, y hasta tribus aborígenes con las que no se había contactado. La parte oeste sí que era bien conocida, y en ella se habían asentado preferentemente los colonos provenientes de Brasil. También la costa norte, pero sólo en el estrecho sector verde; más al sur había un gran desierto que barría el continente de este a oeste, hasta llegar al Mar Interior.
Y el sur del continente era tierra polar. Un pequeño casquete se mantenía todo el año, aunque ni siquiera alcanzaba la costa cercana del Mar Interior. Otro desierto, una tundra a fin de cuentas pero casi desértico.
Y era el sector este el que se había propuesto explorar Luis Barbastro.
Bliona buscó a su padre, llena de ansiedad. Tenía que contarle su nuevo sueño. Pero Sipret había salido con la jefa Loneia para tratar al líder de los cazadores, Gritmon, que había tenido un accidente.
Bliona tenía que esperar, así que fue a visitar al maestro de la esencia del cielo.
Pergüi era viejo, muy viejo. Tenía un aprendiz quien de hecho era el que hacía la mayor parte de los trabajos. Pero Pergüi aún enseñaba, y le encantaba hacerlo con la hija del brujo.
—Bliona —le dijo al verla—. ¿Qué puedes decirme de la pudrición de la esencia?
—Bueno, es la maldición de T’Jum porque Lakim le arrebató la esencia.
—Sí, pero no me refiero a las historias de los dioses. Dime lo que nos afecta más directamente.
—Pues será que la esencia se pudre con facilidad, se vuelve de color rojo, se hincha y se parte y ya no sirve.
—¡Bien! Y dime, ¿podemos evitar que se pudra?
—Sí, claro, con grasa y con sangre del árbol alto.
—¡No! No podemos evitarlo, ¿o acaso somos más fuertes que T’Jum?
—¡Perdón! Creo que no me expliqué bien. No podemos evitarlo, pero sí podemos hacer que tarde un poco.
—¡Eso está mejor! Explícame cómo.
—Lo más sencillo es cubrir la esencia con una grasa. Es el agua lo que hace que se pudra y si evitamos el agua, tardará más en pudrirse. Pero tarde o temprano el agua consigue meterse dentro de la esencia y acabará por pudrirse. Mientras la tengamos cubierta de grasa, que asusta al agua, durará más.
—¡Muy bien! Pero hay una forma mejor…
—¡Sí! Con la sangre del árbol alto, la sangre que guarda la esencia. Lo mejor es cubrirlo todo, madera y clavos, con la sangre y se forma así una capa que asusta al agua, y dura más que la grasa porque no se seca.
—¿No se seca? —preguntó el viejo en tono de burla.
—Quiero decir que tarda mucho más en secarse que la grasa. Cuando se seca, lo que finalmente ocurre siempre, se cae y deja la esencia desprotegida. Hay que poner más sangre fresca.
—¡Estupendo! Yo me pregunto porqué vienes a que yo te enseñe. Creo que ya te lo he enseñado todo. Y tú no llegarás a ser una maestra artesana, así que no hace falta que manejes los martillos y el fuego…
—¡Gracias, mi maestro! Y ahora me voy, que creo que mi padre ha llegado y deseo hablar con él.
En efecto, Sipret había vuelto y estaba en su cabaña. Bliona se presentó ante él de forma ceremoniosa, como hacía cuando debía contarle un sueño.
—¿Tienes algo que contarme, hija?
—Sí, padre, otro sueño distinto.
—¡Cuéntamelo!
—Otra vez vi a los extraños que venían en un pájaro enorme que volaba muy cerca del mar. Llegaba a la costa y de su boca salían los hombres y mujeres y otras cosas. Y allí se quedaban, montando unas especies de cabañas.
—¿En la costa, dices? ¿Al lado del mar? ¿Y sabes dónde?
—En el sueño yo lo sabía. Recuerdo que pensé que un hombre volando en una cometa podría llegar hasta allí. El viento le llevaría con facilidad.
—Si es en la dirección del viento y en el mar, será hacia donde nace el sol. ¡Hum!, debo comentárselo a la jefa Loneia
Sólo la jefa podía autorizar el envío de un hombre en una cometa. Aparte de que, aunque el viento le facilitara el viaje de ida, el regreso sería en contra del viento y por tanto muy peligroso.
En el campamento, los vehículos de exploración habían partido para tomar muestras y fotografiar nuevos sectores alrededor. Apenas habían reconocido un área de veinte kilómetros cuadrados, casi todo ella desierto.
Algunos pedían abiertamente enviar uno o dos vehículos hacia las montañas lejanas. Pero Luis sabía que allí seguía el desierto; prefería reconocer primero la costa, donde al menos había algo de vegetación, antes de considerar una entrada en el duro desierto. ¡Si al menos tuvieran una referencia de lo que podían hallar más allá!
Y esa referencia se le brindó en el cielo. Un objeto triangular, de color entre marrón y gris, apareció sobre el cielo procedente del oeste.
Cuando lo observaron con detalle, ¡descubrieron que era una cometa tripulada! Un nativo, claramente bistulardiano, la dirigía mientras volaba sobre el campamento.
Finalmente, la cometa se elevó, tal vez buscando una corriente de aire contraria, y se alejó de vuelta hacia las montañas del oeste.
El volador era el jefe de los guerreros, llamado Gritmon, muy deseado por casi la totalidad de jóvenes hembras (más algunos hombres y también mujeres no tan jóvenes). A pesar de su juventud, había sido nombrado líder de los cazadores y guerreros por su valentía.
Llegó extenuado y con la piel muy fría, pues había tenido que subir muy alto hasta encontrar un viento favorable. Bliona se aprovechó de su posición para darle de comer y beber, y así estar cerca de él. Ella tampoco era inmune a sus encantos varoniles.
Tan pronto como se hubo recuperado, los líderes de la tribu se quedaron a la escucha de su relato. Bliona también.
—Volé hasta el mar, tal y como me pidieron y llegué sin problemas con un viento que me empujó todo el rato. Allí, en la costa, vi algo extraño. Había como un doble de manos de cabañas redondas, de color rojo y azul, y otras cosas como cajas que no pude saber lo que eran. Y había gente. Eran más bien pequeños, o eso me pareció, y no los pude ver bien, pero tenían ropas que brillaban, de eso estoy seguro. No se parecían a ninguno de los pueblos cercanos, los he visto todos desde arriba y puedo jurar que no eran. No los pude contar, pero me parecieron dos o tres dobles, sino más.Volé un rato a ver si podía distinguir algo, pero si bajaba luego no podría volver a subir. Una vez oí unas voces, y sonaban extrañas, una lengua desconocida. Finalmente, decidí subir y subir hasta que casi me quedé sin aire. Y logré hallar un viento hacia el pueblo. Gracias a Aemen, la madre de las criaturas del aire.
Sólo en ese momento, Gritmon se fijó en Bliona, aunque ella había estado todo el tiempo a su lado. Sus ojos se encontraron y se dijeron todo lo necesario.
Ya no hubo más preguntas, y los dos jóvenes se fueron a la cabaña cercana.
(Continuará...)
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