La calle tenía lámparas situadas cada pocos metros. Cada una brotaba de la pared del edificio más cercano y se situaba a una altura conveniente para iluminar un amplio espacio de la acera.
No había movimiento de coches, sólo se apreciaban unos cuantos aparcados junto a los bordillos de la acera.
Pero ninguna de las lámparas estaba encendida, todas ellas habían dejado de funcionar hacía ya años. Los coches aparcados eran ruinas oxidadas, sin cristales y llenos de basura… salvo aquellos que servían de vivienda, pues en ese caso sus habitantes los mantenían lo más limpio que podían.
En la oscuridad, la calle estaba llena de vida. La muchedumbre ocupaba casi todo el espacio: si por casualidad apareciera un coche en movimiento no tendría por donde circular, tal era la cantidad de gente que estaba en la calle.
La mayoría se limitaba a estar, pues no tenía a donde ir: ni vivienda, ni trabajo, ni entretenimientos. Las peleas eran frecuentes, pues servían para mitigar el tedio y liberar tensiones; aparte de servir también para reducir un poco la población, junto con las enfermedades y los ataques de terroristas. Éstos últimos eran sicarios de la gente de los Cercados, pues para evitar las invasiones convenía mantener a las masas controladas mediante el miedo.
Un pequeño espacio se había abierto en el centro de la calle, y allí habían encendido una hoguera. Hix-Allim se hallaba a su lado, calentándose con sus compañeros de armas y esperando.
Había gente que rodeaba a la hoguera, buscando el poco calor que podía conseguir sin enfrentarse al grupo armado que rodeaba el fuego. No se acercaban más porque no podían. Entre ellos se oyó un tumulto lejano que se fue acercando. Gritos y empujones, conforme otro grupo se abría camino.
Hix-Allim aferró su fusil y sus compañeros hicieron lo propio. Pero pronto pudieron tranquilizarse, pues el origen del tumulto era el grupo que acompañaba a Löeframi.
La compañera de Hix-Allim le mostró el niño que llevaba, envuelto en los trapos más limpios que pudo hallar.
—Aquí, lo tienes, Hix —dijo ella, aún llorosa—. ¿Crees de verdad que no tenemos otro remedio?
—¡No pienso discutir lo mismo otra vez, mujer! ¡Elige de una vez! ¿Sigues conmigo o te quedas con el niño?
—¡He de obedecerte, así que no voy a insistir! Pero si pudiera, ¡sabes muy bien lo que elegiría!
—¡Hazlo, y te morirás de hambre en dos semanas, y el niño morirá contigo! Eso, si no lo captura antes algún grupo de hambrientos…
—¡Por favor, Hix! ¡Dejemos ya eso! Lo que hay que hacer, ¡hagámoslo!
Todos los hombres tomaron sus armas. Apagaron el fuego, ignorando los gritos de alrededor. Y rodeando a Hix-Allim, Löeframi y el pequeño hijo de ambos, se encaminaron hacia el punto de intercambio.
Haribut-147 dio un beso de despedida a su esposa, Haributia-2014.
—Ten mucho cuidado, querido —dijo ella—. ¡No sabes cuánto me gustaría ir contigo!
—Sabes que es muy peligroso, querida. Hemos de salir del Cercado para negociar con esa gente, y los soldados no pueden garantizar nuestra seguridad Afuera.
—Lo sé perfectamente. Pero ¿es que no entiendes que me gustaría poder echar un vistazo a ese niño lo antes posible?
—Primero habrá que ponerlo en manos de los médicos. Tendrán que limpiarlo, sanearlo genéticamente, inmunizarlo, alimentarlo y vestirlo para que lo puedas tener. De nada servirá que lo veas antes si finalmente no sobrevive al proceso y tenemos que ir a por otro.
—Nunca entenderás a una mujer, y menos a una madre, Haribut.
—¡No! ¡Supongo que no!
El sargento al mando del grupo le hizo un gesto de impaciencia.
—¡He de irme, Hari!
—¡Adiós, y ten mucho cuidado!
Haribut salió de su vivienda y desde el interior su esposa activó el escudo de seguridad local. Haribut contempló como el campo brillante se extendía formando una semiesfera plateada. Sólo él podía atravesarlo gracias a los nano-neutralizadores implantados en su cuerpo. Pero eso no impedía que sintiera una sensación de congoja al estar fuera del escudo.
El sargento se cuadró ante él.
—Mi señor Haribut, ¡cuando usted ordene!
—¡Adelante, sargento! ¡Convoque a la patrulla y vayamos al punto convenido!
Con el sargento estaba también el equipo pediátrico, formado por un médico, una enfermera y dos robots auxiliares.
Los veinte soldados de la patrulla y los dos cabos al mando se desplegaron en torno al equipo médico y Haribut-147. Dirigidos por el sargento, se subieron a un transporte blindado.
En la puerta del Cercado, el sargento se detuvo para mostrar su autorización para salir. Haribut también tuvo que mostrar la suya para que finalmente se desactivara parcialmente el escudo global.
Por el espacio justo pasó el blindado. Estaban ya Afuera.
Hix-Allim vio abrirse un semicírculo en la semiesfera plateada que rodeaba el Cercado. Por aquel pequeño orificio salió un vehículo blindado.
El orificio del escudo se cerró de inmediato. El blindado se movió apenas cien metros, sin alejarse demasiado de la seguridad que daba permanecer en las cercanías del Cercado.
El grupo de Hix-Allim esperó a que el vehículo se detuviera antes de acercársele. No querían que un mal movimiento les obligara a abrir fuego.
El vehículo finalmente se detuvo y los soldados de su interior brotaron por todas sus escotillas, formando una barrera en torno. Todos y cada uno aferraban sus lanzadores de plasma como si la vida les fuera en ello… y así era, en efecto.
Hix-Allim comprobó que no hubiera muchedumbres cercanas que pudieran complicar la operación. Nunca se haría el trato si la gente del Cercado pensara que había algún peligro.
Pero estaban solos. Las muchedumbres se habían quedado atrás, lejos del Cercado y temerosas de las armas de los soldados. También del grupo de Hix-Allim, por supuesto, pues los conocían bien como sicarios del Cercado.
Hix-Allim hizo un gesto a Löeframi para que acercara el niño. La mujer se aproximó a desgana. Hix-Allim le dio un empujón para que se diera prisa, sin demasiada energía no fuera a hacer caer al pequeño.
Haribut-147 salió del blindado al ver acercarse a la pareja con el niño. Se aproximó y habló el primero, como era su privilegio.
—¿Tienen un niño, como hemos acordado?
—¡Aquí está, señor! —respondió Hix-Allim, haciendo una reverencia.
Haribut hizo un gesto y el equipo médico rodeó a la mujer de las masas y su niño.
El pediatra realizó un examen de urgencia. Todos los indicadores dieron señales positivas, o al menos neutras.
—¡Cumple los requisitos! —anunció el médico.
—¡Conforme! —respondió Haribut-147—. ¡Sargento! ¡Entregue a este hombre las cajas con alimentos!
Los dos robots auxiliares se movieron hacia el depósito del blindado, saliendo con varias cajas de provisiones militares. Aquellos hombres de las masas abandonaron sus armas para ir corriendo a coger cada una de las cajas. Por su actitud no cabía duda de que se hallaban complacidos.
Su jefe, Hix-Allim, los observó en silencio. Tuvo un gesto duro hacia la mujer, quien estaba claramente contrita por perder el niño.
Finalmente, toda la gente de las masas se alejó del blindado. Los hombres tomaron sus armas para impedir que las muchedumbres les arrebataran su tesoro.
Los robots se encargaron de acondicionar al niño en una cuna estéril, aislado de los demás hasta que estuviera libre de gérmenes. Todos subieron al blindado y regresaron hacia el Cercado. Se abrió el escudo lo justo para que pudieran entrar y el vehículo se perdió tras la pared plateada.
Hix-Allim consoló a Löeframi. Le mostró las cuatro cajas que se había reservado, con alimentos de primera calidad que les permitirían sobrevivir bastante tiempo. Sobre todo si algunas de las cosas las cambiaban en el mercado por verduras frescas, o tal vez carne.
Su mujer tendría otro niño, tarde o temprano, y si sobrevivía tal vez pudieran conservarlo con ellos hasta que se hiciera hombre. Él ya necesitaba tener un chico al que preparar para el futuro… ¡si es que había un futuro!
Haribut-147 estaba satisfecho. Según le explicó el pediatra, el niño parecía sano y estar en perfecto estado. Una vez completado el tratamiento, con los genes rectificados y ya libre de gérmenes, estaría en perfectas condiciones para formar parte de la Sociedad Libre.
Era una lástima que la natalidad en el Cercado fuera tan baja y se vieran obligados a tener que conseguir niños de las masas del exterior. Pero fuera del Cercado la gente seguía con la locura de tener niños a montones, a pesar de las campañas de esterilización forzosa y del hecho simple de que la mayor parte de la población se moría de hambre. Sólo en el interior de las ciudades blindadas, en los Cercados, se podía disponer de recursos suficientes, y eso tan sólo para los habitantes de la Sociedad Libre, la gente que vivía en los Cercados.
2 comentarios:
Dudas - Primera Parte:
No tenían a donde ir: No hay que tener un lugar a donde ir para ser productivos. Si ya se está en un lugar, hay que ponerse a trabajar.
No tenían vivienda: Con tanta materia prima por reciclar, bien se pudieron construir viviendas o algo.
No tenían trabajo: ¿Por qué no tenían trabajo con tanto por hacer, como quitar los coches en ruinas y la basura? ¿Acaso el trabajo debe hacerse solo cuando es remunerado?
Por la historia se deduce que no tenían alimentos: ¿Por qué no buscar un lugar donde cultivar?
Entretenimientos: Claro que los tenían, hacer niños. Debieron, como entretenimiento, dar charlas motivacionales y de superación personal, así como de medicina preventiva.
¡Había sicarios! Eso significa que había armas y no hay armas sin municiones. ¿Eran gratis? Si no, ¿Por qué sí había dinero para municiones y no para alimentos?
Me pregunto cuál era el sustantivo para el adjetivo "hambrientos". Tal vez hay que sustituir los puntos suspensivos por "humanos" o "animales. O mejor (¿o debería decir peor?) aún, "humanos animales".
Con toda esa inmensa población, ya se podían poner cada quien aunque sea a pedalear una bicicleta estacionaria para generar electricidad.
¡Había verduras frescas y carne! Mis dudas se multiplican....
Haributia entonces, podría comer muy bien para tener otro niño y si sobrivivía podrían tener la opción de volver a alimentar a la bola de zánganos o conservar al bebé hasta que se hiciera hombre. ¿Me pregunto qué significa hacerse hombre? ¿Haribut consideraba que él mismo ya se había hecho hombre? ¿Luchaba por alimentar a los zánganos pero no a su hijo? Si YA necesitaba un chico para prepararlo para el futuro... ¿por qué intercambió al niño? Me pregunto cómo es la imagen mental de Haribut acerca del futuro...
La Sociedad Libre... ¿lo era tal? ¿Cómo se puede ser libre cuando se está cercado? Los del exterior.... ¿eran libres? En caso afirmativo... ¿por qué vivían tan cerrados de mente?
Si la natalidad en el Cercado eran tan baja y tenían tantos alimentos y si los del exterior tenían niños a montones y morían de hambre, ¿Por qué, siguiendo los parámetros de conducta, no intercambiaban más niños entonces? O ¿Por qué las mujeres del Cercado sólo estaban dispuestas a dar cobijo y alimento a los niños adoptados, sabiendo que había muchos niños muriendo de hambre en el exterior? ¿El instinto materno sólo se activa al dar a luz o al acceder a la adopción?
... fin de la primera parte de las dudas existenciales.
Lo bueno de todo esto, es que es un cuento de ciencia ficción. Nada de lo anterior sucede en la vida real, afortunadamente, es por eso que me cuestiono todo lo anterior. En este mundo feliz, no existen estas historias tipo "Soylent Green is People". Vivimos en la gloria.
Pero bueno, el relato en sí es muy bueno. ^^
Es cierto, Mary, se trata de un escenario a lo Soylent Green, un mundo masificado donde las ciudades están abarrotadas y sólo viven bien los que pueden... y como es lógico lo hacen en sitios seguros, apartados de las masas. Las verduras las cultivan algunos en los antiguos parques y jardines, pero les cuesta mucho esfuerzo, sobre todo evitar a los ladrones.
Pero Haributia pertenece al Cercado, a la clase superior, y no ha podido tener hijos, por eso tiene que conseguirlos de la clase baja, digamos que adoptándolos, o más exactamente comprándolos.
Hace tiempo leí un relato en el que la gente de las ciudades tenía que robar los niños a los foráneos; no he querido llegar tan lejos: en vez de robarlos, los cambian por comida.
Pero lo que pretendo es sólo mostrar una pincelada de un futuro desagradable. La historia que pienso escribir correrá por otros cauces.
¡Ah! y lo de Sociedad Libre es obviamente un eufemismo. De libres tienen poco porque viven encerrados.
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