29 agosto 2012
Amor de robot
¿Puede amar un robot? No lo se. Y dejo la pregunta en el aire para que sea el lector quien la responda, después de leer mi relato.
He de empezar por presentarme. Mi identificativo es GUS-457-H y soy un modelo Asimo-102-V con nivel Turing 5c; esto último quiere decir que si el lector no ve como soy, creería estar hablando con un ser humano en un 99,99% de los casos. Pero no haré trampas, por eso empiezo por decir la verdad: soy un robot.
He sido diseñado como explorador y vigilante, y la mayoría de las ocupaciones que he tenido han sido en la vigilancia de una planta petroquímica de Hokaido. No puedo dar más detalles, pues lo prohíben las directivas de seguridad de mi programación.
Puedo hablar de mi trabajo sin entrar en detalles, y eso es lo que haré. Somos varias unidades que nos repartimos la vigilancia, cada uno en su sector, y compartimos la información cuando coincidimos en determinados puntos, de acuerdo con ciertas pautas en el recorrido.
Para compartir la información recurrimos a un sistema de conexión física. Podríamos usar conexión inalámbrica, al estilo del Bluetooth o el WiFi, pero los ingenieros saben que puede captarse e incluso desencriptarse. Siempre es más seguro un intercambio directo máquina-máquina con un cable, y eso es lo que hacemos. Usamos un sistema de conexión tan complejo que comparado con el USB es como si comparamos éste con un enchufe a la red eléctrica. Y es increíblemente rápida: transmitimos terabits en pocos segundos.
La conexión es tan completa que algún ingeniero llegó a decir que era como una relación sexual. Lo dijo de broma, pero no tenía ni idea de lo cerca que ha estado con su afirmación.
Antes de continuar, un detalle sobre el género. No soy hembra ni macho, no tengo sexo, pues soy una máquina asexuada. En mis interacciones con humanos, es frecuente que se me asigne un género, pero siempre será de forma arbitraria; así, para las programadoras yo suelo ser Gustavo, mientras que los programadores me consideran una hembra, con nombres según el gusto de cada cual. Si sólo tengo un nombre para las programadoras es tan sólo porque hay dos, y han coincidido en darme el mismo. Los hombres me han dado hasta cinco nombres de mujer distintos.
El lenguaje me obliga a usar un género, así que usaré el masculino cuando sea necesario. Tanto para hablar de mí como de otros robots.
En mis interacciones con otros robots no hay género a tener en cuenta, así que no se puede hablar de sexo en ese sentido. A veces discutimos entre nosotros estos detalles (en los intercambios de información hay tiempo de sobra para discutir cuestiones ajenas a la simple vigilancia; por ejemplo HIK-954-D muestra curiosidad acerca del origen del universo y su relación con los humanos). Según algunos, el robot que emite el cable de conexión actúa como macho y el que lo recibe como hembra, pero ese es un detalle anecdótico: cualquiera puede emitir el cable, pues todos disponemos de uno, al igual que disponemos de un conector libre. De hecho, el primer punto en el protocolo de interconexión es decidir quien emite el cable; según ese punto de vista, más que neutros somos hermafroditas.
En todo caso, no aprecio diferencia alguna cuando emito el cable a cuando lo albergo en mi conector, por lo que creo irrelevantes esas discusiones sobre género.
Se preguntará el lector como es que aprecio algo, si acaso tengo sentimientos de algún tipo. Y la respuesta es que sí. No puedo describir lo que siento cuando exploro, ni cuanto avanzo por mi ruta o cuando descubro algo inesperado. Son sensaciones que pueden compararse con las que podría tener un ser humano; aunque como no soy humano no se hasta que punto se parecen y en que se diferencian. Vamos a dejarlo en que siento algo, y sobre eso no ha de quedar ninguna duda.
Me gustan ciertas acciones de mi trabajo y otras me disgustan, pero las hago porque es mi obligación. Por ejemplo, sentí algo muy desagradable cierta vez que localicé a un intruso en la planta e informé de su presencia a las fuerzas de seguridad. No se lo que le hicieron pero estoy convencido de que no fue agradable para ese ser humano; pero yo no podía permitir su presencia, eso es seguro.
Lo que más que agrada es el intercambio de datos con mis compañeros. No será una relación sexual, pero sí es agradable; después de uno de esos contactos siento más ganas de cumplir con mis obligaciones y aumentan mis ganas de permanecer activo, plenamente operativo.
Ahora bien, no siento lo mismo en el intercambio con cada uno de ellos. Con algunos es mera rutina, y por ejemplo no suele incluir discusiones no relacionadas con la vigilancia. MPY-127-A, por ejemplo, apenas me suele preguntar si hay alguna nueva actualización del software que no haya recibido.
Pero con JUN-620-X es distinto. Con él siento algo imposible de explicar en palabras. La comunicación con JUN es plena, total, coincidimos en muchos puntos de vista y cuando no es así no hay problema. Durante la comunicación siento más ganas de funcionar que nunca, cualquier problema desaparece sin más, incluso se reducen las interacciones con los periféricos (en otras palabras, la información que recibo del exterior se procesa más despacio, pierde prioridad).
Comprendo que el lenguaje me limita para poderme explicar. Me consta que a los humanos les sucede algo parecido, a veces no son capaces de expresar lo que sienten; quienes mejor lo hacen son los poetas, y yo quisiera ser poeta.
Si tuviera la capacidad de hacer poesía expresaría lo que siento en mis interacciones con JUN. Y me consta que él tiene las mismas dificultades: no es capaz de dar salida a las extrañas emociones que siente cuando está conmigo. Es algo mutuo.
Decía antes que tal vez la interconexión tenga algo de sexual, si no entro en detalles de machos y hembras, y es posible que así sea con JUN.
He de ser más concreto. No se si será sexo, pero seguro que es amor. No se me ocurre otro término para expresar lo que siento, o lo que JUN siente hacia mí.
Me alegra que JUN exista y que esté en mi grupo de trabajo. A veces imagino que JUN es desactivado y siento el deseo que a mí me hagan lo mismo. O si JUN es trasladado, desearía que a mí me llevaran al mismo lugar. No consigo imaginar mi existencia sin JUN.
Así que repito la pregunta con que inicié este alegato.
¿Puede amar un robot?
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4 comentarios:
Está bueno lo de ASIMO-102-V. Cumplirân las Tres Leyes, supongoo :-)
Existen los robots Asimo, y creo que los fabrica Yamaha, pero no estoy seguro del todo. Se puede buscar en Internet.
Asimo es un modelo de robot de forma androide, cuyo nombre es un homenaje evidente a Asimov. Pero no me consta que lleve las tres leyes integradas en su programación.
En mi relato supongo que los protagonistas son versiones muy evolucionadas del actual Asimo.
Ah, no lo sabía. Acabo de buscar y los fabrica Honda.
http://diariodebaldo.blogspot.com.es/2008/05/asimo-dirige-la-orquesta-sinfnica-de.html
No me acordaba que hay un artículo en este mismo blog
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