18 octubre 2014

Conflicto lejano 3

-4-

Durante ocho días, Lina no hizo nada distinto de lo habitual. Participó en dos misiones, que desempeñó con toda corrección. Tuvo sus reuniones con los oficiales y con los otros suboficiales, y dirigió su tropa tanto en la batalla como en el entrenamiento diario.
     Por fin, invitó a su tienda a la cabo Elena Trinkania, una hunotiente sin apenas mezcla. Era la hora anterior a la cena, y todos tenían tiempo libre para dedicarse a lo que quisieran; muchos lo consumían en la cantina, otros en el salón de juegos.
     —¿Quieres una copa, Elena? Con o sin alcohol.
     —Si tienes jugo de pertias fermentado…
     —Sí, tengo un poco. Yo tomaré ron con cola. El clásico «cuba libre».
     Lina sirvió los dos vasos. El de pertias era pequeño, pues se trataba de una bebida fuerte y tibia. Su cuba libre estaba en un vaso de tamaño grande, lleno de hielo.
     Cada una tomó un trago. Hablaron de diversos temas, hasta que Lina decidió traer a colación lo que le interesaba.
     —¿Qué sabes de la lucha que nos ha traído aquí, a este planeta?
     —Sólo lo que nos han dicho ustedes, o mejor los oficiales. Que hay una rebelión y que nuestra misión es aplastarla.
     —¿Conoces los motivos de la rebelión?
     —No, y no creo que me interesen. Política local, imagino.
     —¿Y si te dijera que este planeta lucha por su independencia?
     —¡No me jodas! ¿Quién te ha dicho eso?
     —Un grateniano. Uno de los rebeldes.
     Lina relató el encuentro en la plaza de la ciudad.
     —¿Y qué piensa hacer, sargento? —el tono era serio, Elena había pasado a emplear el tono debido ante un superior.
     —Olvida el rango, seguimos siendo dos amigas, ¿no?
     —Okey —Elena volvió al tono amistoso—. Repito mi pregunta, Lina.
     —Bien, de momento sólo hablar. Quiero saber lo que opina la gente. Luego ya tomaré una decisión. Eso si, ni una palabra a los superiores. Ni siquiera a los sargentos; si hay que decir algo a los suboficiales, ya lo haré yo.
     Tuvieron que esperar a que tanto Lina como Elena estuvieran de permiso (llamaban así al período de descanso que se les concedía cada cierto tiempo; aunque solían quedarse en el campamento, si deseaban salir del mismo se les permitía). Elena había hablado con unos cuantos soldados y la mayoría de ellos coincidía con el mismo periodo de permiso.
     De esa manera, no despertaron muchas sospechas cuando unos treinta humanos fueron a visitar la ciudad. Elena y Lina iban con ese grupo.
     Llegaron a la plaza y vagabundearon por ella sin dispersarse demasiado. Un grateniano se dirigió hacia Lina.
     —¿Tengo ante mí al ser humano Lina Santirrodri?
     —En efecto, ¿y el ser grateniano es?
     —FGT-8705269025. Tuve el honor de conversar con usted hace dieciocho días en este mismo lugar.
     —Bien, porque he seguido sus instrucciones y he convencido a unos cuantos seres humanos para que me acompañen. ¿Desea que les convoque?
     —Afirmativo. Unas palabras rápidas y quienes lo deseen podrán subir al vehículo que hemos preparado.
     El grateniano señaló con uno de sus tentáculos superiores un autobús de diseño humano, con capacidad de vuelo. Lina se preguntó de dónde lo habrían sacado, ya que no formaba parte del equipo traído de Bistularde.
     Lina hizo un gesto y poco a poco se reunieron en torno a ella y el alien todos los humanos presentes en la plaza.
     El grateniano tomó la palabra. Lina observó que varios gratenianos se mantenían discretamente alrededor de ellos. Sin duda les vigilaban.
     —Seres humanos, apenas dispongo de unos minutos antes de que vengan a dispersarnos. En este planeta estamos luchando por la independencia y nos gustaría contar con la ayuda de ustedes. Quienes estén conformes, suban a ese vehículo; los demás podrán esperar a que lleguen las fuerzas del orden y podrán decirles lo que deseen.
     No había tiempo para dudas. Quienes estaban allí ya lo habían decidido, al menos en su mayoría. Veintiséis humanos subieron a bordo, incluidas Lina y Elena.
     El autobús despegó justo cuando llegaba un vehículo terrestre lleno de gratenianos.
     Lina no quiso saber lo que sucedió luego en la plaza, pero con el tiempo llegó a enterarse. Las fuerzas de policía se desplegaron para identificar a los gratenianos presentes; apresaron a dos de ellos y se los llevaron. Luego, uno de ellos se dirigió a los humanos que se quedaron para pedirles una narración de los hechos. Los humanos fueron conducidos al campamento sin ser molestados.
     Entretanto, en el autobús había cinco gratenianos, además de los humanos. El vehículo tenía capacidad de vuelo suborbital y en unos cuantos minutos llegaron a otro continente. Lina no conocía lo suficiente la geografía del planeta 455.852.552.201 para saber donde estaban, pero le parecía que era al otro hemisferio del sector ocupado por los humanos.
     Aquel lugar era una buena copia del campamento humano. Se les hacía grande, pues estaba preparado para unas doscientas personas. Los veintiséis se distribuyeron en tres tiendas. No fue casualidad que Lina y Elena tuvieran una sola para ellas, pues a fin de cuentas eran los mandos.
     A diferencia del campamento que habían abandonado, allí convivían con gratenianos, y eso, sin duda, resultaba excepcional. No tenían apenas forma de distinguir un alien de otro, pero FGT-8705269025 se diferenciaba por sus manchas verdosas en los tentáculos superiores. También porque era quien más hablaba con los humanos, explicándoles con todo detalle la situación.
     El movimiento independentista tenía un grave problema: carecía de un ansible con el que comunicar su situación a los mundos de la Federación. Existía incluso la sospecha de que las principales autoridades centrales gratenianas (las atribuidas al mundo llamado Gratenia, que no estaba claro si existía o no) desconocían la existencia de un movimiento secesionista en el planeta 455.852.552.201. Por eso, uno de los principales objetivos de los rebeldes era conseguir un ansible operativo. El otro objetivo era, por supuesto, controlar la mayor parte del planeta, y estaban cerca de conseguirlo antes de que los oficalistas trajeran la ayuda extraña, por un lado de los bistulardianos, por otro de un pueblo desconocido, cuyo nombre fue traducido como «gromorfeos». En el continente donde se hallaban los gromorfeos, éstos habían logrado recuperar algo de terreno para los oficialistas, aunque no tanto como los humanos al otro lado del planeta.
     Aparte de esas informaciones tácticas, Lina tuvo la oportunidad de tratar mejor a FGT, quien no era tan cerrado a hablar de asuntos personales como los gratenianos típicos.
     Supo así que FGT era un receptor, el tercer sexo grateniano después de los fecundadores y los productores del huevo. La función del receptor era recibir el huevo fecundado en su aparato digestivo, donde maduraba hasta producir un grateniano viable.
     —Hace milenios que se intentó suprimir nuestro sexo, pues no aportamos genoma al ser —comentó FGT—, pero los seres concebidos sólo a partir del huevo fecundado y madurado en una cámara artificial carecen de personalidad. Sirven como esclavos, y así lo hacen en muchos mundos, pero no son seres gratenianos. Por eso sabemos que nuestro sexo es necesario para la maduración de la personalidad en el nuevo ser.
     Con FGT vivían otros dos gratenianos, cuyos nombres no solían mencionarse, aunque por casualidad Lina oyó que uno de ellos era KDE-8705269025, y el otro era LAZ; dedujo que formaban una unidad sexual, aunque no supo si KDE era el fecundador o el productor del huevo… ni pensaba preguntarlo. Ambos eran muy celosos de su intimidad.
     Por fin, los humanos recibieron el equipo para luchar contra los gromorfeos, si bien preferían llamarlos reptilianos por su aspecto. El armamento no era muy distinto del que ya conocían, incluyendo el escudo grateniano cuya utilidad resultaba más que dudosa. Eso sí, el fusil más parecía un lanzagranadas por su tamaño.
     —Los reptilianos son grandes —se les dijo.
   
Volaron hacia el terreno donde se estaba desplegando un grupo de reptilianos. Los gratenianos independentistas se habían colocado en su clásica formación en triángulo. Los humanos, al mando de Lina Santirrodri se dispusieron en dos de los flancos, ocultándose del enemigo. El otro grupo estaba comandado por Elena Trinkania.
     Los gromorfeos eran enormes. Parecían dinosaurios, con sus penachos de plumas y todo; medían más de tres metros de alto y tenían una cola para equilibrar la cabeza echada hacia delante. No parecían formar en un orden especial, daba la impresión de que se colocaban al azar.
     Los reptilianos iniciaron el ataque, que sin duda fue feroz.
     Lina esperó unos minutos antes de dar la orden de ataque. Lanzaron una nube de proyectiles sobre los reptilianos, quienes no esperaban ese ataque. Las explosiones provocaron numerosas bajas entre aquella especie de dinosaurios.
     Por fin, las tropas gratenianas avanzaron, flaqueadas por el pequeño grupo de humanos; éstos debieron confiar en sus escudos, pues no podían reptar cuerpo a tierra como hubiera sido su deseo.
     Y la incursión de los reptilianos terminó con los supervivientes subiendo a su vehículo volador y abandonando el terreno.
     Al día siguiente, y al otro lado del planeta, el capitán Jeimi Diañez recibía la noticia de que tropas humanas habían luchado del lado de los rebeldes.
     Ya sabía a donde habían ido a parar aquellos veintiséis desaparecidos en la ciudad.
     Con la noticia llegó la orden de prohibir las visitas a la ciudad grateniana. Orden que, por supuesto, él compartía. Aunque no acababa de entender lo que había sucedido, era lógico cortar de raíz cualquier intento de sedición entre los suyos.
     Entretanto, el avance de los reptilianos se detuvo por completo. No sabían como responder ante el ataque de aquellos extraños seres bípedos y diminutos.
     Pero el grupo de humanos era pequeño y los rebeldes no podían arriesgarlo en un enfrentamiento directo. Habían esperado que se pasaran en masa a su lado al identificarse con el independentismo, pero la fuerte cohesión del grupo humano, y el control de los oficialistas, lo habían impedido. Aún podían contar con apoyo entre los bistulardianos, pero sería difícil conseguirlo.
     Entre tanto, había algo que les interesaba más.
     FGT se reunió con Lina a solas.
     —Necesito una información que tal vez el ser Lina pueda facilitarme.
     —Usted dirá.
     —¿Disponen los humanos de un ansible?
     —Así es.
     —¿Qué me puede decir sobre él? ¿Quién lo usa?, ¿dónde se encuentra?, y otros datos que puedan ser útiles.
     —Creo que sospecho por donde van las preguntas del ser FGT, pero no tengo inconvenientes en dar los datos solicitados.
     »El ansible está bajo el control del capitán Jeimi Diañez y él es el único autorizado para manejarlo. No conozco donde se encuentra, pero supongo que estará en su despacho en el campamento.
     —Conforme, porque hemos de hacernos con su control. Es necesario para nuestro proyecto planetario.
     —Lo imaginaba. No será nada fácil.
     —Sospecho lo mismo. Pero lo conseguiremos.
   

-5-

El campamento humano al mando del capitán Diañez no esperaba un ataque aéreo. Tampoco lo esperaban los mandos gratenianos, por eso no le habían dotado de armamento antiaéreo.
     Lina Santirrodri lo sabía muy bien, de ahí que había insistido en que la mejor opción era una incursión directa, con un volador, en el centro del campamento.
      Los soldados presentes en el patio quedaron atónitos cuando el volador, con insignias desconocidas, descendió en el centro del patio de maniobras. Antes de que el cuerpo de guardia reaccionara, ya habían desembarcado varios humanos armados y cinco gratenianos. Rebeldes, evidentemente.
     Reconocieron a la sargento Santirrodri, a quien debían detener por sedición, lo mismo que a los demás humanos. Y matar a los rebeldes gratenianos, por supuesto.
     Pero ya los intrusos habían montado armamento pesado en torno al vehículo.
     Lina vio al teniente Zaligbrán y, antes de que pudiera reaccionar, saltó a donde estaba. Le apuntó con el arma a la cabeza.
     —Lo siento, teniente, pero se habrá dado cuenta de que llevo un escudo funcional. Y mejor que los que nos han dado los oficialistas, pues estos están sintonizados con el campo seudoaleatorio. Y usted no tiene más que la ropa y la pistola de reglamento, que le sugiero me entregue si desea conservar la vida.
     —No sé lo que pretenden ustedes, pero no lograrán salir de aquí con vida.
     El teniente sacó su arma y se la dio a Lina por la empuñadura.
     —Lo que pretendemos es muy simple, ya lo verá. Pero aprovecho para informarle de que los llamados rebeldes luchan por su independencia. Un detalle del cual no informaron los mandos, ¿verdad? Ahora, mejor camine hacia el despacho del capitán.
     Con el arma de Lina apuntando a su cabeza, el teniente obedeció. Tras ellos, cuatro humanos y dos gratenianos formaron un escudo defensivo.
     Tras ellos sonaron algunos disparos, pero Lina optó por ignorarlos. Ya averiguaría lo que sucedía al regreso. Si es que podían regresar.
     El teniente Zaligbrán no daba facilidades. Dos veces intentó zafarse y huir, pero en las dos ocasiones fue detenido antes de que pudiera dar varios pasos. La primera vez fue uno de los gratenianos quien le echó un soporte columnar para hacerlo tropezar. Lina se quedó sorprendida, pues no sabía que pudieran doblar aquellas rígidas columnas, pero así fue. La segunda vez fue un soldado quien se atravesó ante el teniente mientras decía «lo siento, mi teniente, pero no puede irse»
     Por fin, llegaron ante el despacho del capitán, que estaba cerrado con llave.
     ¡Problema!
     El teniente se echó a reír.
     —Tal vez debieran haber capturado al capitán, y no a mí. Creo que no les sirvo de mucho aquí.
     Intentó zafarse de nuevo, pero Lina le aferró con fuerza.
     —No es problema, teniente —y disparó a la cerradura.
     La puerta saltó en pedazos.
     —¡Joder! —exclamó el teniente.
     Un grupo de soldados del cuerpo de guardia apareció por el pasillo. Lina no les hizo caso.
     —¿Dónde está el ansible, teniente?
     —¿Qué cosa?
     —El ansible. Seguro que usted sabe donde lo guarda el capitán. Y le habrá visto usarlo.
     —¡Así que eso es lo que buscan! Pues no pienso decirlo.
     —Podemos revolverlo todo y dejarlo patas arriba hasta encontrarlo. O usted puede ahorrarnos trabajo, y de paso seguir vivo, y decirnos donde se encuentra. Elija, teniente.
     No tenia opción, así que acompañó a Lina y a uno de los gratenianos al interior de la habitación. El resto se quedó haciendo frente a los guardias.
     Mientras Lina estaba dentro, sonaron algunos disparos en el pasillo.
     Poco después, salía ella aún apuntando al teniente. El grateniano llevaba dos objetos pequeños, el ansible y el comunicador portátil del capitán.
     En el pasillo había dos soldados del cuerpo de guardia caídos en el suelo. Ninguno de los rebeldes estaba herido.
     —¡Recojan a sus bajas! —dijo Lina—. El teniente nos acompañará hasta que estemos a salvo. Y sepan que los llamados rebeldes luchan por su independencia, los mandos gratenianos nos tienen engañados.
     Algunos de los soldados de la guardia se miraron entre sí.
     El grupo de Lina, con el teniente como rehén, consiguió salir y volver al volador.
     Allí, la sargento puedo ver que había habido una victima entre los suyos. La cabo Elena Trinkania había fallecido por los disparos del cuerpo de guardia. El escudo no siempre era efectivo, eso todos lo sabían.
     Lina ordenó que dejaran el cuerpo de Elena con el teniente y de un salto subió al volador.
     Tenían dos minutos anes de que llegaran fuerzas gratenianas con equipo antiaéreo. De hecho, estaban en camino desde la ciudad, y las vieron desde al aire.
     A la máxima aceleración, alcanzaron la trayectoria suborbital que les llevaría al otro lado del planeta.
   
FGT-8705269025 dio órdenes para no perder ni un instante.
     —Los oficialistas nos atacarán tan pronto como puedan, pues ya saben que disponemos de un ansible. Buena parte de su esfuerzo se ha centrado en impedir que nos hiciéramos con uno. Así que, rápido, hay que ponerlo en marcha.
     No era tan fácil, como le explicó a Lina. El aparato que habían traído estaba codificado para ser usado sólo por el capitán Diañez. Fue una suerte que también trajeran el comunicador portátil del capitán.
     —Resulta satisfactorio que el ser Lina tomara esa decisión. Hasta este mismo día mis averiguaciones me condujeron a conocer ese dato, que hasta ahora ignoraba, de ahí que no lo incluyera en las instrucciones.
     El primer problema era poner en marcha el portátil. El capitán lo tenía cerrado con su clave personal, que por supuesto ignoraban. Lina se preguntaba cómo hacerlo, cuando el grateniano trajo lo que parecía otro portátil. Tenía un sistema estándar de conexión, modelo de Bistularde, y puso en marcha los dos equipos a la vez.
     —Este dispositivo se conecta al portátil del ser capitán y averigua su clave de acceso. Hará todos los intentos necesarios hasta desentrañarla, de tal manera que el otro aparato no se dará cuenta de los múltiples intentos. Así, si el otro tiene un sistema de bloqueo ante intentos fallidos repetidos no funcionará.
     En cuestión de minutos, la clave de acceso quedó a la vista.
     El problema era que no bastaba con la clave de acceso; también debía reconocer las huellas digitales del capitán, y otros parámetros antropométricos. Lina lo sabía bien, y así lo dijo.
     —Para eso usaremos el otro aparato, ser Lina. Está sintonizado con sus parámetros biológicos, así que entrará usted en el sistema. El aparato seguirá engañando al otro para hacerle creer que son los datos del ser capitán. Resulta imprescindible que lo maneje un ser humano, por eso será usted quien haga todo el proceso.
     Lina entró en el segundo aparato, que leyó sus huellas, retinas, y demás parámetros, y transmitió la información al otro de que se trataba del capitán Jeimi Diañez. El portátil de capitán abrió todos sus sistemas.
     Uno de los archivos contenía las claves para usar el ansible. Éste se manejaba a través del portátil, así que lo conectaron.
     En el segundo equipo, Lina marcó el código de la Base Simón Bolívar, su único acceso permitido.
     «Informe de la sargento Lina Santirrodri con el ruego de hacerlo llegar a la Liga de Ciudades de Bistularde. Informo que falta información sobre los motivos que han llevado a los ciudadanos del planeta grateniano 455.852.552.201 a rebelarse; sólo piden la independencia, algo aceptable dentro de la Confederación Grateniana. Según mi opinión, y la de varios gratenianos llamados rebeldes, las autoridades no han facilitado esa información a los organismos centrales gratenianos, mucho menos a la Federación Galáctica. Considero, por tanto, que la Liga de Bistularde debería apoyar este movimiento de independencia, en lugar de luchar contra él, que es lo que está sucediendo en estos momentos, devolviendo así el favor que nos hizo la Confederación Grateniana al intervenir entre Bistularde y La Tierra con ocasión de nuestra independencia.»
     Pasaron varios minutos y al fin el ansible emitió una respuesta.
     «Juliana Garcifrenciz, delegada en actividad de la Liga de Ciudades de Bistularde para la sargento Lina Santirrodri, en el planeta grateniano 455.852.552.201. Tomamos nota de su informe, que haremos llegar al gobierno central grateniano, con la esperanza de que no lo consideren una injerencia en sus asuntos propios. Sugiero a la sargento se inhiba de participar en cualquier enfrentamiento, salvo que sea necesario para preservar la integridad física.»
     Lina saltó de alegría. Los gratenianos apenas mostraron reacción, pero algunos cambios de color podrían ser equivalentes a las emociones humanas.
   
Desde ese momento, las noticias se sucedieron una tras otra. Primero, el gobierno central grateniano mostró su sorpresa al saber que el planeta 455.852.552.201 deseaba la independencia. Era evidente que las autoridades locales no habían informado de ello. Por lo tanto, el conflicto en el planeta resultaba ilegal y la Liga de Bistularde no debía apoyarlo.
     Se esperaba poder repatriar a los humanos en cualquier momento, pero surgió un problema inesperado: los gromorfeos no lo aceptaban. Según su extraña lógica, fueron reclamados para luchar por uno de los bandos y contra el otro y no les importaban las razones de cada bando; en otras palabras, seguirían luchando a favor de los oficialistas y contra los independentistas.
     Los gratenianos, ahora que oficialistas e independistas estaban tratando los detalles de la declaración de independencia, no quisieron participar en el asunto. Se dejó en manos humanas.
     Como había sospechado más de uno, los gratenianos tenían interés en ver el resultado de un enfrentamiento entre los reptiloides y los humanos.
     El capitán Jeimi Diañez aceptó llevar parte de sus contingentes al campamento creado por los rebeldes al otro lado del planeta. FGT-8705269025 se reunió con él y le dio las novedades sobre los movimientos de los reptilianos.
     Lina Santirrodri aportó su experiencia y comandó un grupo de cincuenta humanos, fuertemente armados. El teniente Prioter Zaligbrán condujo un grupo similar por el otro lado.
     Usando la ya clásica estrategia de avanzar cuerpo a tierra, y con los lanzagranadas aportados por los rebeldes, provocaron una carnicería entre los gromorfeos.
     Pese a ello, los retinianos no se rindieron hasta recibir tres severos castigos, que diezmaron sus efectivos de manera muy notable. Era evidente que la estrategia de los bistulardianos era superior.
   

EPÍLOGO

A la vuelta a Bistularde, Lina Santirrodri se unió a Prioter Zaligbrán, abandonando ambos el ejército de manera definitiva. Los dos recibieron un ascenso honorífico, Prioter como capitán y Lina como alférez
     El capitán Diañez fue propuesto para el nombramiento de coronel; se hablaba del acuartelamiento de Litos como probable destino.
     Caso especial en las relaciones con los gratenianos, Lina mantenía contacto, a través del ansible, con FGT-8705269025; a veces, incluso participaban los otros miembros de la unidad sexual: KDE y LAZ. Por parte de Lina, también Prioter solía asistir a aquellas reuniones entre especies.
     Los gromorfeos pidieron relacionarse con la colectividad humana, y entrar en la Federación; ya mantenían buenas relaciones con los gratenianos, y eso sin duda obraba en su favor.
     Y el planeta grateniano nº 455.852.552.201 formó su propio gobierno, como muchos otros mundos gratenianos. Su representante en la Federación agradeció de forma pública al delegado de Bistularde.
     Lina Santirrodri fue invitada excepcional, y presenció el acto por vía ansible.
     Era el año 3547 después del primer contacto de los gratenianos con los terrestres.
   
Enlace a la primera parte


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