09 noviembre 2014

Jimmy Cara de Caballo - 5

Episodio 8: El tren de Arizona
   
Mediada la tarde Jimmy Cara de Caballo y su caballo Cara de Jimmy salían del Cañón del Hombre Pequeño.
      Estaban en la pradera, que se perdía hasta el lejano horizonte. Muy cerca había otro valle, no tan abrupto como el Cañón del Hombre Pequeño. De aquel valle llegaba una especie de trueno apagado, más bien un pitido.
      El trueno o pitido fue creciendo y muy pronto apareció una columna de humo.
      Jimmy se asustó. La hierba de la pradera estaba seca y podía arder con facilidad. Aquello debía de ser un incendio...
      -¡Cara de Jimmy! ¡Un incendio! ¡Tenemos que huir!
      Se echaron a correr, alejándose de la columna de humo. Pero el origen del humo era más rápido que ellos y parecía acercarse. También se oía más fuerte el extraño sonido.
      De pronto, llegaron a una especie de camino de hierro. Dos largas piezas de hierro se perdían hasta el horizonte, unidas por maderos sujetos al suelo.
      -¿Qué es esto? -exclamó Jimmy, tirando de las riendas del caballo hasta detenerse.
      Cara de Jimmy relinchó.
      -¿Las vías del tren? ¿Y eso que se oye es un tren? Nunca he visto uno en mi vida, pero si tú lo dices, pues será.
      Cara de Jimmy volvió a relinchar.
      -¡Sí, ya se acerca! Sigamos caminando al lado de las vías del tren.
      En efecto, muy pronto vieron llegar la máquina de vapor arrastrando una docena de vagones. Pasaron rápidamente a su lado haciendo un ruido de mil demonios y los dejaron atrás.
   
Jimmy Cara de Caballo y Cara de Jimmy avanzaron junto a las vías del tren hasta llegar a una estación. Era un pequeño poblado donde una caseta junto a las vías tenía pintado en su parte alta lo siguiente:
      “TREN DE ARIZONA. ESTACIÓN DE PICAS TOWN”
      En la caseta de la estación había una ventanilla donde se vendían los billetes. Jimmy compró dos billetes para él y para Cara de Jimmy, y se enteró de que el próximo tren pasaría al día siguiente, temprano por la mañana.
      De esa forma, Jimmy y Cara de Jimmy pasaron la noche en Picas Town. A la mañana siguiente, se presentaron en la estación donde ya había varias personas esperando la llegada del tren.
      Cuando llegó el momento, todos los viajeros se pusieron en fila para subir al tren. Los últimos fueron Jimmy y Cara de Jimmy, éste último llevado por la brida. Cuando Jimmy se disponía a subir, un hombre de uniforme le espetó:
      -¡Eh, oiga, el caballo no puede subir!
      -¿Cómo que no? También tiene su billete. ¡Mírelo!
      Jimmy enseñó los dos billetes.
      -¿Ha comprado un billete de asiento para el caballo?
      -¡Claro! ¿Cómo lo iba a llevar conmigo si no?
      -Supongo que si el caballo tiene billete deberá subir. ¡Pero no se le ocurra sentarlo en uno de los asientos!
      -¿Me cree estúpido? Sé muy bien que no cabe.
      Y de esa forma, Cara de Jimmy subió al vagón con Jimmy. Pasaron por un pasillo entre varias filas de asientos. Las personas que estaban en algunos de ellos miraron extrañados al caballo.
      -¡Tiene billete! ¿Qué se creen? ?explicaba Jimmy.
      Finalmente, Jimmy localizó dos asientos vacíos y ocupó el primero.
      -Cara de Jimmy, lo siento pero no puedes sentarte. Supongo que no te importará quedarte en el pasillo, ¿verdad? Pero al menos siéntate sobre tus flancos traseros.
      Cara de Jimmy respondió con un pequeño relincho y se sentó sobre sus patas traseras.
      El tren arrancó despacio. Fue cogiendo velocidad poco a poco y muy pronto ya marchaba a toda máquina.
      Jimmy se puso a cantar.
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
      Los demás pasajeros empezaron a mirarle con caras diversas que iban desde el susto y el miedo hasta la mayor de las rabias. Fuera del tren, comenzó a caer una fuerte lluvia.
      De repente, el tren se detuvo bruscamente. Todo el mundo se vio empujado hacia delante. En el pasillo, Cara de Jimmy se precipitó encima de un orondo hombre de negocios de San Francisco.
      Algo más adelante, un pasajero había tirado del freno de emergencia.
   
Poco después, llegaba hasta el vagón un revisor enfadado seguido del jefe de máquinas.
      -¿Qué ocurre aquí? ¿Quién ha tirado del freno de emergencia? ¡Si no hay un motivo justificado irá a la cárcel!
      Jimmy observó que quien hablaba, el revisor, era el mismo tipo uniformado que le había impedido subir a Cara de Jimmy. Cuando vio a Jimmy le gritó:
      -¿Acaso fue usted, vaquero?
      -¿Yo? ¡Le juro que no!
      -¡Fui yo! -dijo el hombre que, en efecto había tirado del freno-. ¡No puedo permanecer en este vagón con un ruido tan inhumano! ¡Exijo cambiarme de sitio!
      Todo el mundo empezó a gritar. Todos querían cambiar de vagón.
      Finalmente, el revisor aceptó y todos los demás pasajeros salieron del vagón, dejando solos a Jimmy Cara de Caballo y su caballo Cara de Jimmy.
      El tren arrancó de nuevo.
      Jimmy no entendía nada.
      -Cara de Jimmy, yo creo que el tren no se ha hecho para nosotros. ¿Tú entiendes lo que ha pasado?
      Cara de Jimmy relinchó.
      -Sí, es cierto. Ahora podemos cantar sin que nadie se moleste.
      Así que volvieron a cantar aquello de “¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!”. Fuera del tren se puso a llover otra vez.
   
Algo más tarde, Jimmy vio como un grupo de hombres a caballo corrían junto a las vías del tren.
      -Mira, Cara de Jimmy -dijo-. ¡Esos sí que corren! ¡Van tan deprisa como el tren!
      Cara de Jimmy relinchó.
      -Sí, es cierto que ahora el tren va más despacio. Será porque está subiendo, digo yo.
      El caballo volvió a relinchar.
      -¿Tú crees que son bandidos? No veo por qué lo dices...
      El grupo de jinetes logró dejar atrás el vagón de Jimmy y los perdieron de vista.
      De pronto, el tren comenzó a detenerse.
      -¿Qué diablos pasa? -preguntó Jimmy-. ¿Acaso alguien ha tirado del freno otra vez?
      Cara de Jimmy no sabía nada, por eso no respondió.
      El tren se paró y durante un rato no sucedió nada. Jimmy se aburría y se puso a cantar.
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
      De pronto, la puerta del vagón se abrió y se asomó un hombre con una pistola. Tenía el cabello muy largo, tanto que parecía una mujer. Al oír al Jimmy cantar y a Cara de Jimmy relinchar (o tal vez fuera al revés) puso los ojos como platos. Además, el vagón tenía un fuerte olor a caballo, pues Cara de Jimmy había hecho “sus cosas” en el pasillo, y las bostas estaban por doquier.
      El bandido (pues eso era) dio un grito y salió corriendo.
      -¡Rápido, larguémonos de este lugar! -gritó a sus hombres.
      Muy pronto, todos los hombres a caballo se alejaban del tren parado.
      Poco después, una multitud se acercó al vagón de Jimmy. El revisor se asomó pero, al oler a estiércol de caballo, se quedó en la puerta y llamó a Jimmy para que saliera.
      Jimmy salió del vagón y fue recibido por una salva de aplausos. Todo el mundo gritaba:
      -¡Es un héroe! ¡Ha hecho huir a los bandidos!
      El revisor movió los brazos pidiendo silencio. Cuando lo hubo logrado, dijo:
      -Mister Jimmy Cara de Caballo. Le tengo que pedir disculpas por mi actitud anterior cuando usted decidió subir a bordo del tren de Arizona. Es usted un hombre valiente, pues ha logrado hacer huir a Charles Pego, el malvado bandido y asaltante de trenes. Por lo visto, en cuanto le ha oído cantar ha puesto pies en polvorosa.
      Jimmy no lo podía creer.
      -Bien, subamos todos al tren que vamos a partir -concluyó el revisor.
      Poco después, proseguían viaje, esta vez sin más incidencias.
   
Al llegar a la siguiente estación, Jimmy bajó con Cara de Jimmy. Les aguardaban el revisor y el maquinista.
      -Bien, Mister Jimmy -dijo el revisor-. Gracias a usted hemos vencido a los bandidos pero, y espero que no se moleste, todos le agradeceríamos que nunca, pero nunca más, se vuelva a subir al Tren de Arizona.
      Jimmy asintió. Total, estaba claro que el tren no se había hecho para él ni para su caballo.
   
Poco más tarde, el tren partía de la estación. Extrañamente, el vagón en el que había estado Jimmy se quedó vacío; aunque algún pasajero llegó a subirse, de inmediato se bajó y buscó otro sitio.
      Jimmy vio alejarse la columna de humo y con ella el ruido. Muy pronto, la estación quedó en silencio.
      Se subió a lomos de Cara de Jimmy y se alejó de la estación. El silencio se terminó, pues Jimmy se puso a cantar.
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!


Episodio 9: La Fuente de Walter

Jimmy Cara de Caballo caminaba por el desierto de Arizona montado en su caballo Cara de Jimmy. Esta vez no cantaba aquello de  “¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!”. No lo hacía porque tenía la garganta seca. Llevaban tres días desde que hallaron agua, y se les había acabado la que tenían en la cantimplora.
      -Cara de Jimmy, no tenemos agua -dijo Jimmy con voz ronca
      Cara de Jimmy no respondió, pues tampoco podía relinchar. Tan sólo movió la cabeza.
      -Sí, ya sé que tú tampoco puedes decir nada, no te esfuerces.
      A lo lejos pudieron divisar un anuncio. Cuando se acercaron, vieron que el anuncio decía:
      «¿TIENE USTED SED? ¡A MEDIA MILLA DE DISTANCIA ESTÁ LA FUENTE DE WALTER! AGUA A PRECIOS ECONÓMICOS»
      Y a media milla de distancia había un pequeño rancho, con un enorme cartel de neón iluminado que decía: «LA FUENTE DE WALTER». Además, se veía un enorme vaso de agua llenándose de una fuente, todo ello en luminosos de neón.
      -¡Vaya, no sabía que ya se habían inventado los luminosos de neón! -comentó Jimmy-. Será que Las Vegas está cerca de aquí.
      A la entrada había un aparcamiento para caballos. Jimmy Cara de Caballo entregó a Cara de Jimmy recibiendo un ticket de parking, que miró lleno de extrañeza.
      -¿Qué es este trozo de papel?
      -Es un ticket de parking -explicó el encargado-. Cuando venga a buscar a su caballo nos entrega el ticket y le cobraremos según el tiempo de aparcamiento; como verá usted, aquí está registrada la hora de entrada.
      -¡Qué cosas!
      -¡No lo pierda o no podrá recuperar a su caballo!
      -¡Vale, vale, tendré cuidado!
      Jimmy entró en la Fuente de Walter. Nada más entrar vio una fila de máquinas tragaperras y, al fondo, la barra.
      Aunque las máquinas tragaperras le atraían como sirenas, Jimmy llegó a la barra y pidió un vaso de agua. Se lo sirvieron, anunciando su precio:
      -¡Son tres dólares!
      -¡Tres dólares por un vaso de agua! ¿Son esos los “precios económicos” que anuncian?
      -Pues sí, caballero. Aquí en el desierto tres dólares por un vaso es barato. En el saloon de Marshall City cobran cinco dólares por medio vaso. Es que esto es el desierto, señor.
      -¡Lo que es, es un abuso!
      Calmada la sed, Jimmy decidió apostar algunas monedas en las máquinas. Más de una hora estuvo jugando con las máquinas, y cuando se dio cuenta casi se había gastado sus ahorros.
      Salió de la Fuente de Walter y fue al parking a recobrar a Cara de Jimmy. Entregó el ticket de aparcamiento al encargado, quien le dijo:
      -Son tres dólares, un dólar por el parking y dos por el agua.
      -Pues si sé que el agua para el caballo son sólo dos dólares, me quedo aquí en el abrevadero.
      Cara de Jimmy relinchó.
      -Sí, tienes razón, Cara de Jimmy, también habría evitado la tentación de las máquinas tragaperras. Otra vez estamos sin dinero.
      Cara de Jimmy volvió a relinchar.
      -¡Vale, vale, no me sermonees más!
   
Y así se fueron los dos, enfadados. Jimmy porque los precios del agua eran abusivos, Cara de Jimmy porque una vez más su amo se había gastado los cuartos en el juego.
      Aunque poco más tarde ni uno ni otro estaban enfadados, así que Jimmy se puso a cantar:
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
      Y Cara de Jimmy respondió relinchando.
      El encargado del parking de la Fuente de Walter, oyéndolos a ambos, se rascó la cabeza mientras decía:
      -No sé si es el caballo el que canta o el vaquero quien relincha, pero en cualquier caso ¡es horrible! Desde hoy tendré pesadillas recordando esta escena...
   
Tras largas jornadas de andar por el desierto, Jimmy Cara de Caballo y su caballo Cara de Jimmy llegaron a la mina de oro de Jimmy. Nuevamente, Jimmy dejó a Cara de Jimmy pastando junto a la entrada, y cogiendo las cinco linternas se adentró en el oscuro interior de la mina. Cuando ya iba por la tercera linterna llegó al fondo, allí donde terminaba el pozo por el que caía el oro. Jimmy miró al suelo y buscó bien, pero tan sólo halló una moneda de cinco centavos.
      Lo que no sabía Jimmy era que, a muchos kilómetros de distancia y bastante más arriba, en la mina de Toz Rocks, los hermanos  Johnny Melawo y Yotam Poko Melawo habían logrado sellar el agujero por el que habían perdido varias bolsas con oro y monedas. El mismo agujero que iba a dar a la mina de Jimmy Cara de Caballo.
      Triste por la falta de éxito en su búsqueda, Jimmy recogió la moneda de cobre y salió de la mina. Tal vez si vendía la mina le pudieran dar algún dinero, pensaba mientras caminaba en la oscuridad.
      A la salida, Cara de Jimmy le recibió con un alegre relincho. Jimmy Cara de Caballo respondió, con voz apagada:
      ?No ha habido suerte, Cara de Jimmy. Sólo encontré esta moneda de cinco centavos.
      Y juntos volvieron a caminar por el desierto. Tan triste estaba Jimmy que no cantó aquello de “¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!”. Una diligencia que pasó a su lado se lo agradeció enormemente: la última vez que había coincidido con Jimmy los caballos se asustaron y al mismo tiempo empezó a diluviar.
      Pero esta vez el cielo permaneció despejado, sin una sola nube.
      Viendo pasar a la diligencia, Jimmy decidió ir al pueblo de Press Town donde tal vez podría leer el periódico para buscar trabajo. Y si decidió ir a ese pueblo y no otro fue porque la diligencia que había visto era la de Press Town, y también porque era el pueblo más cercano.

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