27 septiembre 2015

TRANTOR vs CORUSCANT

Tras releer, por enésima vez, la trilogía original de Fundación de Asimov, me viene a la memoria una serie de comentarios en las redes sociales. Se hablaba de Trantor y alguien puso imágenes… de Coruscant.
      No cabe duda de que Coruscant, la capital de Imperio Galáctico de Star Wars, es una copia, o un homenaje, de Trantor. Una megalópolis planetaria, que además es la capital de toda una galaxia. No es casualidad.
      Pero en algunas referencias a Trantor de Asimov, éste menciona sus cúpulas, y la describe como una ciudad cubierta. Las imágenes de Coruscant, tan abundantes en «El Ataque de los Clones» y «La Venganza de los Sith» (Star Wars 2 y 3), no muestran más que algunas cúpulas relativamente pequeñas, como la del Senado o la Sede de los Jedi. Nada de cúpulas que cubran toda la ciudad.
      Por tanto, queda preguntar ¿cuándo surgen las cúpulas de Trantor? Y no me refiero a la ficción sino en qué momento Asimov decide que su megalópolis planetaria será una ciudad cupulada, cubierta.
      Así pues, he decidido embarcarme en seguir las referencias a Trantor por orden de creación, no por el orden que les otorga la ficción.

Las primeras referencias a Trantor no cuentan, pues sólo se menciona el planeta como uno más de los poblados por la especie humana en la galaxia. Uno importante, sí, pero tan sólo eso.
      Conviene aquí recordar cómo surgió la serie de las Fundaciones. En mayo de 1942, la revista Astounding publicó el primer relato de la serie, con el título de Foundation. Se iniciaba así una serie inspirada, como reconoce el propio autor, en la caída del Imperio Romano.
      La versión original del relato incluía un preludio, donde los psicohistoriadores completaban el Plan Seldon, en Trantor, por supuesto, antes de que la acción se traslade 50 años en el futuro, al planeta Terminus.
      Cuando, en 1951, toda la serie de relatos se fundió en los tres libros, Fundación, Fundación e Imperio, y Segunda Fundación (por usar los nombres de la versión traducida), el preludio ya mencionado fue eliminado, y en su lugar Asimov compuso un relato previo, titulado Los Psicohistoriadores, con lo que el que fue primer relato de la serie pasó a ser el segundo del libro, titulado Los Enciclopedistas.
      La serie prosiguió con un éxito notorio. Alguno de los relatos alcanzó tal extensión que hubo de publicarse por partes, como es el caso de El Mulo.
      El propio autor reconoce en sus memorias que ya cuando escribió el que luego sería la Primera Parte de Segunda Fundación, pretendió ya terminar la serie, pues estaba cansado. Y en el final se revelaba dónde se hallaba la Segunda Fundación, cuya localización había sido un secreto durante toda la serie. El editor le obligó a cambiar el final para poder continuar. Y por fin, fue en el siguiente relato donde sí se dio por terminada la serie, revelando claramente el lugar donde se encontraba dicha Fundación.
      Durante 30 años eso fue todo. Pero en 1982 ya la oferta de Doubleday (cuya presión se había ido incrementando durante años) fue irresistible para Asimov, y aceptó continuar la trilogía con Los Límites de la Fundación.
      El éxito de este «4º libro de la trilogía» (así se llegó a decir con el consiguiente regodeo de quienes supieron ver el equívoco) fue tal que Asimov se decidió a retomar la escritura de sus novelas. No sólo eso, sino que decidió unir sus tres series de relatos de ficción: los relatos y novelas de robots, sus tres novelas de la serie «Imperio» y la serie de Fundación. Para ello tuvo que compatibilizar la presencia de robots en unos relatos y su total ausencia en otros. Lo consiguió con la siguiente «historia del futuro»:

Los robots positrónicos fueron creados en la Tierra, a finales del siglo 20, y ayudaron a la humanidad a alcanzar las estrellas. El primer mundo extrasolar fue llamado Aurora y en él se desarrolló una cultura basada en los robots. Los aurorianos y otros pobladores de mundos extraterrestres se dieron a sí mismos el nombre de «espaciales» y rechazaron a los terrestres. Los mundos espaciales alcanzaron la cifra de cincuenta (el último fue Solaria) y sus habitantes tenían duraciones de la vida de hasta cuatro siglos y gran cantidad de robots. Sus poblaciones eran amplias y espaciosas e incluso la mayor de sus ciudades tenía enormes espacios verdes y viviendas pequeñas y dispersas. Mientras tanto, los terrestres se vieron aislados del espacio y se refugiaron en sus enormes Ciudades, recubiertas con enormes cúpulas; el terrestre típico padecía agorafobia, es decir odiaba los espacios abiertos. Ambas culturas, la terrestre y la espacial estaban destinadas al fracaso, pero gracias a Elijah Bailey, ayudado por el robot R. Daneel Olivaw, se corrigió la situación; bajo el mando del hijo de Elijah, la Tierra retomó la colonización espacial, esta vez sin robots. Mientras los colonizadores conquistaban mundo tras mundo, los espaciales cayeron en la decadencia y la extinción; su cultura terminó por ser olvidada, junto con los robots positrónicos. Muchos años más tarde, los colonizadores llegaron a dominar toda la Galaxia, sin hallar otras especies inteligentes. Y los espaciales desaparecieron, con los robots. Por fin, la humanidad dispersa por toda la Galaxia terminó por formar un Imperio Galáctico, cuya capital era Trantor.
Imagen de http://foundationseries.wikia.com/

Siguiendo el orden de creación de cada obra de ficción, las referencias a Trantor son las que siguen:
      Fundación e Imperio, El General: Latham Devers y Ducem Barr viajan para denunciar a Bel Riose ante el emperador Cleón II. Se describe Trantor como una enorme ciudad que cubre el planeta, salvo los doscientos kilómetros cuadrados del Palacio Imperial. Asimov habla de «cubierto» pero no de cúpulas, sólo una enorme ciudad, cuyos enormes edificios están interconectados entre sí.
      Fundación e Imperio, El Mulo: Bayta Darell visita los restos de Trantor; la ciudad ya ha sido destruida y los supervivientes se dedican a levantar la cubierta de metal para cultivar la tierra así expuesta. La única mención significativa son «las enormes supercalzadas», «flechas largas y rectas» en el mapas y «cintas lisas y resplandecientes» a la vista. De nuevo, no hay mención a cúpulas y la presencia de las vías antes mencionadas hace pensar en lo contrario. Por cierto, esas vías sí que aparecen en Coruscant.
      Segunda Fundación, Segunda Parte: Arcadia Darell viaja a Trantor y tiene otro encuentro con los campesinos que habitan entre las ruinas. Se mencionan éstas, pero nada significativo se dice sobre ellas.
      Prosiguiendo con el orden creativo, ahora es el turno de Los Psicohistoriadores, cuya acción transcurre en Trantor, en pleno Imperio. En el primer capítulo, Gaal Dornick llega al planeta y contempla atónito las enormes estructuras. Llega al enorme edificio de desembarco, cuyo techo se pierde en las alturas. «No vio ninguna pared, sólo hombres y mostradores y el suelo que iba convergiendo hacia la lejanía hasta esfumarse en la calina». Subió a un taxi, que para su sorpresa se introdujo en un hueco de una enorme pared, del que partía un túnel. Llegó al hotel «y hasta entonces, Gaal no había tenido ni un solo atisbo del cielo».
      Más tarde, busca un lugar donde poder contemplar la ciudad, y compra un billete que conduce al exterior. Gaal lo sigue y llega a una terraza expuesta al sol. Desde ella puede apreciar «la infinita complicación de la estructuras creadas por el hombre».
      De nuevo, siguiendo el orden de creación…
      Los Límites de la Fundación. El estudioso Janov Pelorat anhela visitar la Biblioteca Galáctica, situada en Trantor. Se describe la metrópolis previa a la caída del Imperio como «una ciudad que abarcaba todo un planeta, una ciudad revestida de metal».
      Fundación y Tierra. Cuando Golan Trevise, Janov Pelorat y Bliss entran en la capital de Comporellon, se compara lo que allí ven con Trantor . El interior del edificio «parecía el escenario (…) de un drama histórica de los tiempos imperiales». Pero «sólo se trataba de un edificio, no de una parte de un complejo que se extendiera sin interrupción kilómetros en todas direcciones». Más tarde, en Solaria, Pelorat dice: «La Tierra construyó en sus entrañas (…) y Trantor también construyó en el subsuelo…».
      Y para seguir el mismo orden, ahora tenemos que retroceder a los tiempos imperiales, cuando Hari Seldon vivía:
      Preludio a la Fundación. Toda la obra transcurre en Trantor, y es de hecho una estupenda descripción de la ciudad planetaria, con sus ochocientos sectores, cada cual con su propia cultura. Mientras Hari Seldon recorre el mundo viviendo sus aventuras, hay materia suficiente para tratar muchas cuestiones, pero la que aquí nos interesa es la presencia de cúpulas. Ya en el capítulo 2, se dice que « la cúpula era lo suficientemente alta como para proporcionar una sensación de hallarse al aire libre».
      Muy interesante es el «Arriba», que corresponde a la parte exterior de las cúpulas, donde los trantorianos no quieren estar por su agorafobia, y que de forma sorprendente constituye un ecosistema casi desconocido. La existencia de las cúpulas se menciona una y otra vez en la novela, incluyendo su visión desde arriba, cuando se hacen viajes aéreos.
      Hacia la Fundación. Aquí se prosigue la imagen sugerida en el libro anterior, un planeta cubierto por una enorme ciudad de cuarenta mil millones de personas, que viven bajo cúpulas y éstas recubren todo el espacio, excepto los terrenos del Palacio Imperial.

La conclusión es evidente: aunque las cúpulas de Trantor sólo aparecen en Preludio, todas las menciones anteriores (o posteriores, si seguimos la cronología que siguen los relatos) no invalidan esta idea (salvo alguna referencia como las supercalzadas de El Mulo). Por lo tanto, la diferencia entre Coruscant y Trantor está bien clara: en la ciudad de Star Wars no hay cúpulas omnipresentes; también es cierto que resulta más sugestiva la imagen de una megalópolis abierta.
      Del mismo modo, es evidente que el concepto de las cúpulas va surgiendo lentamente en la mente del autor, pero esta idea es lógica si nos atenemos al origen de la civilización galáctica. Si la expansión por toda la Galaxia se hubiera originado en los espaciales, éstos exigirían enormes espacios abiertos; ningún mundo habitado podría tener miles de millones de habitantes, ni enormes edificios, tampoco cúpulas. Pero al surgir de la civilización terrestre, la de las grandes Ciudades, la construcción de cúpulas será una consecuencia inevitable. De hecho, mientras cada planeta es terraformado la gente está obligada a vivir en cúpulas (así se dice en Los Robots de Aurora y en Robots e Imperio); dado que es lo que conocen en la Tierra, no sienten incomodidad. Cuando se completa la adaptación del primer mundo extraterrestre de los colonizadores, el Mundo de Bailey (luego Comporellon), la mayor parte de las edificaciones son subterráneas (por su clima extremo), manteniendo así la tendencia.
      No resulta extraño, por lo tanto, que cuando se construya una gran ciudad se recubra con una cúpula. Y cuando esta ciudad llega a crecer hasta abarcar todo el planeta, se mantiene la idea. Aunque los colonizadores aceptan vivir en el exterior, anhelan el espacio cubierto de una ciudad cupulada, y así lo hacen siempre que pueden.

A modo de curiosidad, veamos otras menciones de Trantor en las tres novelas que constituyen el llamado «Tríptico del Imperio».
      Las Corrientes del Espacio. Trantor se menciona como una potencia emergente en la Galaxia. El planeta es uno de los más poderosos y es temido por los demás. No hay referencias a como es la vida en el planeta en sí.
      En la Arena Estelar. No hay mención alguna a Trantor.
      Un Guijarro en el Cielo. Transcurre en la Tierra, casi todo en el año 827 del Imperio Galáctico, cuya capital es Trantor, pero no se dan detalles del mismo.

Bibliografía: Biblioteca Isaac Asimov, Círculo de Lectores, 1994

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya. Bueno, es difícil hacer este tipo de análisis cuando es evidente que el autor no le dio mucha importancia a este aspecto de su historia, y de hecho aparentemente cambió de opinión durante el proceso creativo, que por lo demás duró 4 décadas. ¿Y porque llegamos a esto? Por algo que siempre se le ha criticado a Asimov; su escaso poder descriptivo. El fuerte de Asimov es la construcción de universos (que sin duda son asombrosos), pero al carecer de la capacidad de descripción deja estos vacíos en toda su obra. En su última etapa intenta corregir esto (mal que mal era muy vanidoso y estaba consciente de esta crítica), pero entonces termina afectando el universo que había construido. En fin. Admirable tu intención de ayudarnos a visualizar mejor estos aspectos descriptivos en los que Asimov es tan confuso.
Por otro lado me quede pensando en algo con tu ensayo. Fíjate que Asimov odiaba viajar en avión, lo que es una forma de agarofobia, pero por otro lado era un habitante de New York, una megalopolis. La agarofobia es un tema insistente en su obra, y ahora me parece que emana de su propia experiencia y condición personal. Saludos.