09 enero 2016

Capitán Waleo capítulo 3

El oficial Keito Nimoda estaba al mando en el puente cuando se recibió la llamada de auxilio de los ximifoides. Nimoda era humano y procedía de Sol-III, el antiguo planeta Tierra y pertenecía a un grupo étnico muy antiguo, caracterizado por sus ojos oblicuos y su incapacidad para pronunciar la R.
      En el puesto de Comunicaciones estaba el sargento Aeiou Máxavelwurroketú, otro humanoide, del planeta Abecé-IV y como tal muy exigente con la pronunciación. Claro que no podía corregir a su superior.
      —Salgento, velifique la señal que estamos lecibiendo —ordenó el capitán al mando.
      —A la orrrden —dijo el sargento, exagerando el sonido de la R. Poco después informó—: Se trata de una emisión en la banda de emergencia y al parecer procede de los ximifoides.
      —Infolme.
      —«Pedimos ayuda a la Flota Estelar. Los ximifoides estamos siendo esclavizados por los foideximis».
      —Cleo que esto es un asunto pala el capitán Waleo.
      Keito Nimoda activó la pantalla, solicitando la ayuda de Lisandra. No miró la imagen que apareció en primer lugar y esperó a que surgiera la imagen oficial de la computadora.
      —Aquí Lisandra.
      —Solicito la plesencia del capitán. Hemos lecibido una señal de socolo.
      —Aquí Waleo. En unos minutos estaré en el puente.
      —A la olden.
      El capitán se hizo cargo enseguida.
      —OK. Hemos de prestar la ayuda solicitada por los ximifoides. Oficial Nimoda, ¿ha localizado la procedencia de la señal?
      —Lo siento, capitán, pelo es una señal muy débil. No es posible detectal su oligen.
      —¡Vaya, no contaba con eso! Hay cientos de mundos con ximifoides, y decenas compartidos con foideximis.
      Waleo tomó una decisión.
      —Lisandra, ¡llama al robot 8UM4N05!
      —¡A la orden!
      El robot se presentó en el puente en pocos minutos.
      —Hola, capitán. Imagino que quiere saber cómo detectar el origen de la señal de los ximifoides. Me permito preguntarle por el estado de los hipermotores.
      —Los hipermotores están bien, ¿no es así, oficial Nimoda?
      —En efecto, señol, los hipelmotoles están en pelfecto estado, listos pala tlabajal.
      —Ya lo has oído, 8U. ¿Cuál es tu sugerencia?
      —Medir la intensidad de la señal, desplazar la nave, pongamos unos dos años luz, volver a medir la señal, y hacerlo otra vez más. Puede que con tres puntos separados dos años luz uno de otro podamos captar la dirección de procedencia. O tal vez sean mejor cuatro puntos para obtener un mejor resultado. A partir de esos datos, una computadora como Lisandra puede calcular las coordenadas del emisor de la señal. O yo mismo podría hacerlo.
      —Nimoda, haga el favor de encargarse de todo eso. Yo me retiro a mi camarote y tan pronto como esté localizado a la perfección el lugar de emisión, me llama para tomar el mando.
      —¡A la olden!
      El capitán Waleo volvió a su camarote y Nimoda ocupó su puesto. De inmediato procedió a dar las órdenes para, primero medir la intensidad de la señal, y luego saltar a dos años luz de distancia; no tenía mayor importancia la dirección, así que lo dejó al azar.
      Tardaron casi una hora en volver a detectar la señal, ahora mucho más débil. Nimoda ordenó saltar cuatro años luz en sentido contrario, y así pudo encontrar una señal más potente, aunque aún no bastaba para trazar su origen.
      Un salto más, esta vez en sentido perpendicular y a dos años luz, y la señal ahora fue lo bastante fuerte para localizar su dirección. No hizo falta hacer cálculos de triangulación.
      Nimoda llamó al capitán Waleo, quien vino al puente de inmediato y ordenó el relevo de toda la tripulación de guardia.
   
El planeta Gyi-IX estaba habitado por ximifoides y foideximis, como pudieron comprobar nada más llegar del hiperespacio y ponerse en órbita, pues estaba lleno de naves de ambas especies orbitando el mundo. De hecho, casi chocan con una nave foideximi, y si no fue así se debió a la rápida acción de Lisandra.
      Llamaron a la autoridad del planeta.
      —Hemos recibido una petición de auxilio procedente de este planeta. Soy Xujlius Waleo, al mando de la nave EH876-C de la Flota Estelar y exijo hablar con la máxima autoridad planetaria.
      El holograma del capitán, con su uniforme de la Flota, era impresionante y más de un funcionario foideximi evacuó de forma incontrolada al verlo.
      Por fin, apareció en la pantalla un foideximi de aspecto imponente.
      —Aquí Pedrolópez, al mando del planeta Gyi-IX. ¿Qué sucede, capitán? No entiendo esas exigencias, aunque somos totalmente respetuosos con las unidades de la Flota. No me consta que se haya emitido señal de auxilio alguna, ni requerimos su ayuda. Así que, si no le importa, puede largarse a cumplir con cualquier otra misión que desee.
      —¿Cómo debo dirigirme a usted, Pedrolópez?
      —Puede llamarme Presidente, Capitán.
      —Con el debido respeto, Presidente, hemos recibido una señal de auxilio y procede de Gyi-IX. Sobre eso no hay dudas. ¿Puede usted ponerme en contacto con el líder de los ximifoides?
      —Los ximifoides están perfectamente, ¡lo digo yo y con eso basta!
      El líder de los foideximis estaba azul de puro enfadado.
      —Lo comprendo, Presidente.
      Waleo no dijo nada más y cortó bruscamente, dejando al Presidente con la palabra en la boca.
      —Localicen a la nave foideximi más cercana y disparen rayos fantasmas. Sin avisar —ordenó a sus oficiales.
      Sin decir nada más, apuntaron a la nave con la que casi chocan y dispararon.
      La nave desapareció envuelta en una nube de humo.
      —Quiero que barran del espacio a todas las naves foideximis —ordenó el capitán Waleo.
      La Entrom-Hetida podía con todas las naves foideximis presentes. Lanzando rayos fantasmas y pedos-Thor las fue eliminando una tras otra.
      Por fin, las naves restantes pidieron la rendición.
      Un pequeño grupo de naves ximifoides, mucho más pequeñas, rodeó de inmediato a las foideximis supervivientes.
      Pero aún quedaba el planeta Gyi-IX.
      Waleo ordenó que prepararan la lanzadera A con un escuadrón de soldados al mando del sargento Máxavelwurroketú. Entre ellos estaba Gaspakiwi Himoto, otro humano de Sol-IV, planeta conocido como Marte.
      El soldado Himoto llevaba su armadura de combate con todo el armamento. Tenía muchas ganas de luchar, pues hasta ahora se había aburrido como una ostra terrestre.
      La lanzadera bajó y sorteó con facilidad la artillería enemiga. Un par de pedos-Thor y tuvieron terreno despejado para aterrizar.
      Se abrió la compuerta de desembarco, y el sargento ordenó:
      —¡Todo el mundo afuera! ¡Desplegarse en orden de batalla! ¡Disparen cosquillas!
      El escuadrón salió en tromba, disparando sus cosquilleadores. El arma de la infantería espacial emitía radiación que afectaba a las terminaciones nerviosas de todos los seres vivos. El resultado era una sensación de cosquillas a baja intensidad (de ahí su nombre), pero a máxima intensidad producía convulsiones incontrolables. Dicho de otro modo, mataba de risa.
      Los foideximis presentes se estaban retorciendo en el suelo, de pura risa, mientras los infantes pasaban entre ellos. El último fue el sargento.
      Observó el estado de los enemigos y decidió que podrían dejarlos así. Siguieron su camino.
      En el interior de la lanzadera, el capitán Waleo dirigía al escuadrón, y vigilaba la aparición de unidades aéreas, para derribarlas con sus pedos-Thor.
      El escuadrón avanzó por la superficie del planeta. Dejaba a su paso un rastro de incontrolables risas y carcajadas.
      Nadie podía detener a los infantes, pues contaban con su escudo de fuerza, que detenía desde rayos de todo tipo hasta balas y explosiones.
      Llegaron así al palacio presidencial. Las fuerzas foideximis dispararon sus pistolas ametralladoras y sus fusiles láser, sin resultado alguno, para luego sucumbir de risa bajo los cosquilleadores. Mientras se retorcían en el suelo, el soldado Himoto fue el primero en entrar por la puerta. El Presidente Pedrolópez tuvo redaños suficientes para hacerle frente.
      —¡No te temo, humano! ¡Ja, ja, ja, jo, jo, jo!
      El foideximi se tiró al suelo, bajo unas cosquillas irresistibles.
      —¡Juas, juas, juas! ¡Me rindo! —logró decir entre carcajadas.
      Los ximifoides esclavizados en Gyi-IX salieron de todas partes, aclamando a sus salvadores. El soldado Himoto vio cómo los pequeños ximifoides lo levantaban en vilo, es decir a unos diez centímetros del suelo.
      —Ni en Marte me han tratado tan bien —dijo—. ¡Viva Gyi-IX!
      El capitán Waleo, con uniforme de gala, recibió la rendición firmada por Pedrolópez.
      Poco después, despegaba la lanzadera A y volvía a la Entrom-Hetida.
      Todos estaban satisfechos de la misión cumplida.

Capítulo 4
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