20 enero 2016

Capitán Waleo capítulo 8

El Navegante Jajá Jojó no mostraba emoción alguna, como era lo habitual en él, pero estaba preocupado. La nave Entrom-Hetida llevaba atracada en el muelle espacial de L.As-B.Gas demasiado tiempo.
      El casino de L.As-B.Gas tenía una ganada fama en la galaxia. Fama de ser el lugar con mayor densidad de tramposos y vividores por metro cúbico.
      Jojó ignoraba lo que había llevado allí al capitán Waleo, pero temía que, fuera lo que fuese, ahora él se hallara metido de lleno en el juego.
      Lo que hiciera el capitán en su tiempo libre era asunto sólo de él, por supuesto. Pero si jugaba con el dinero de todos, mala cosa.
      Y no era sólo él: la gran mayoría de los tripulantes estaban perdidos por algún tugurio del laberíntico planeta errante, buscando placer o diversión.
      A bordo estaba apenas la tripulación de guardia, al mando de Jojó, y algún que otro miembro inmune a los placeres sexuales, como el auxiliar Fresntgongo o el ingeniero Dixim-Owurro. Fresntgongo además estaba de servicio en el puente, a cargo de las comunicaciones, pero el ingeniero estaba en su camarote, enfermo de algo desconocido; aunque Jojó sospechaba que, simplemente, en L.As-B.Gas no había hembras de su especie.
      Completaban la presencia en la nave los miembros no biológicos: la computadora Lisandra, que por supuesto no podía abandonar el lugar, y el robot 8UM4N05.
      Jojó decidió llamar al robot.
      —8U, creo que deberías ir a buscar al capitán y convencerlo para que venga a bordo.
      —Disculpe, capitán en funciones, pero ¿voy o no voy a buscarlo? Ha dicho usted que cree que yo debería ir, y coincido con su punto de vista, pero no me ha dado una orden clara y terminante. Y sólo puedo obedecer ese tipo de órdenes, salvo que se me pida usar mi propio criterio.
      —Vale, usa tu propio criterio y vete a buscarlo.
      —Ahora me ha dado usted dos órdenes, pero como no son contradictorias sino coincidentes no hay problema. ¡A la orden!
      8UM4N05 tardó una hora en localizar a Xujlius Waleo en uno de los salones. Estaba jugando ante una mesa de blackjack con un pequeño montón de fichas; montón que disminuía visiblemente conforme llegaba el final de la partida.
      8U conversó durante un buen rato con el capitán. Éste insistía en que su racha de mala suerte estaba a punto de cambiar, que le dejara jugar una mano más, pero el robot lo atosigó hasta el punto de que el crupier protestó por las interrupciones.
      Waleo accedió a seguir al robot con la cabeza gacha. Cambió las dos fichas que le quedaban por unos escasos créditos y prosiguió su camino.
      Los pasillos de L.As-B.Gas estaban diseñados de forma laberíntica a propósito para tentar a los visitantes. El robot tuvo que emplearse a fondo para mantener al capitán firme en su ruta, evitando los intentos de desviarse hacia las mil y una atracciones que aparecían por todos lados.
      Por fin, el capitán Waleo llegó al muelle donde esperaba la nave Entrom-Hetida. Recordando al fin sus obligaciones, activó el comunicador para enviar un mensaje a toda la tripulación, dispersa por el planeta errante.
      —Mensaje urgente para todos los tripulantes. Soy el capitán Xujlius Waleo. Ordeno a todos los tripulantes que se presenten de inmediato en el puente. Esperaré treinta minutos, dado que alguno podría estar lejos, pero una vez transcurrido ese tiempo la nave partirá, dejando fuera a quien no esté presente. No responderé a mensajes personales salvo que sea una emergencia. Corto y cierro.
      El capitán se dirigió directo al puente. Allí todos habían recibido el mensaje, pero como es lógico no se preocuparon pues ya estaban en el puente.
      —Orden de partida en treinta minutos, Navegante Jajá Jojó —dijo el capitán.
      Por todo el planeta errante, los tripulantes de la Entrom-Hetida tuvieron que dejar lo que estuvieran haciendo y correr hacia el muelle. Alguno tuvo que hacerlo desnudo, con la ropa en la mano; otros iban sin ropa porque la habían apostado y perdido.
      Transcurrido el plazo señalado, el capitán Waleo pasó revista a su tripulación, formada en el puente. Gram Dixim-Owurro estaba exento por enfermedad en su camarote, y así lo confirmó el médico Carlosantana, a medio vestir (estaba con dos hembras de su especie, pioformes, cuando recibió la llamada del capitán y apenas tuvo tiempo de vestirse).
      —Estamos todos preciosos. ¡Vaya panda de mangantes! Menos mal que no es una emergencia, porque ¡menudo aspecto tienen todos! Que cada cual ocupe su puesto, aunque mejor que se vista primero, o se lave un poco. Navegante Jajá Jojó, parta de inmediato, tal y como le había ordenado.
      —¿Con qué rumbo, capitán?
      —Me da igual. Pero salgamos de este tugurio.
      —¡A la orden!
      Nada más ponerse en marcha la nave, se recibió una llamada. El auxiliar Fresntgongo la atendió.
      —¡Capitán! ¡Es para usted!
      —¡Pásemela!
      En la pantalla del capitán apareció un rostro juvenil, alargado. Era Fido Dildo, el director general y dueño de L.As-B.Gas.
      —¡Xujlius Waleo! ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?
      —¡Fido, viejo amigo! Ha surgido una emergencia, me han llamado de la Flota y debo irme de inmediato.
      —Xujlius, ¿sabías que tengo intervenidas todas las comunicaciones? Estoy seguro al 150% que tu nave no ha recibido ningún mensaje de la Flota Estelar.
      —Por eso usé un canal secreto, que no conoces. Tengo que cumplir lo que se me ha ordenado, disculpa si no doy detalles. A la vuelta hablamos y…
      —¡Te llevas mi nave! Recuerda que la apostaste y perdiste.
      —¡Claro que me acuerdo! Pero sigo siendo comandante de la Flota Estelar y si me ordenan que vaya, debo ir. Ya arreglaremos lo de tu propiedad de la nave, Fido.
      Entretanto, la nave se había ido alejando del planeta errante. Tan pronto como fue posible, saltó al hiperespacio, donde Fido Dildo no podría alcanzarles con sus tentáculos.
      El oficial Yon Willians estaba de adjunto al capitán. Oyó la conversación de éste con el dueño del casino.
      —Capitán, disculpe si me meto donde no me llaman pero, ¿ha apostado usted la nave y la ha perdido? ¿Ya no es suya?
      —Me temo que es cierto, Willians. Y hay más que no quiero decir…
      Sospechando algo, Yon sacó su tarjeta electrónica de crédito. Consultó su saldo.
      —¡No puede ser! Apenas me queda saldo. Sé bien lo que gasté en L.As-B.Gas y no ha sido tanto. O me han robado o… disculpe la pregunta, capitán, ¿ha apostado usted nuestro salario!
      El rostro de Xujlius Waleo, normalmente pálido, era tan rojo que parecía ser de Redskin-IV.
      —Me tetetetemo queque eeees aaaasí —tartamudeó.
      —¡Solicito permiso para dejar el puente por asunto personal!
      —Permiso concedido —respondió un sorprendido capitán. No entendía para qué quería ausentarse el oficial.
   
Los acontecimientos se precipitaron en cuestión de minutos. Willians convocó en el comedor a todos los tripulantes que no estaban de servicio en el puente. Uno a uno, todos ellos pudieron comprobar el estado de sus cuentas personales: se les había retirado la paga del mes. Siempre, por orden del capitán Waleo, que había apostado los salarios de toda la tripulación… y había perdido.
      Incluso se habían quedado sin paga tripulantes que habían permanecido todo el tiempo en el puente, como el auxiliar Fresntgongo.
      Los tripulantes se reunieron de nuevo y tomaron una decisión en conjunto.
      La nave se detuvo de manera brusca, con un fuerte frenazo.
      El capitán Waleo miró extrañado a los demás. Observó sus caras y comprendió que él era el único extrañado por lo que había sucedido.
      —¿Me ocultan algo, señores?
      —¡Sí, capitán! —replicó Yon Willians en tono insolente—. Nos hemos puesto en huelga. Y así seguiremos, detenidos en medio del espacio, hasta que se nos devuelvan las pagas.
      —¡Eso es un motín!
      —Puede llamarlo como quiera, pero si nos devuelve el dinero que nos ha robado, todo volverá a la normalidad.
   
Durante larguísimas horas, Xujlius Waleo sintió la soledad más absoluta. La nave estaba en un silencio tal que parecía una tumba. Pero él, además, estaba aislado por completo: si entraba al puente, cualquier otro tripulante que estuviera allí lo abandonaba. Nadie consultaba con él y sus órdenes eran ignoradas por completo.
      Incluso a la hora de comer, se quedaba solo en el comedor; optó por irse a su camarote para comer tranquilo, sin notar tanto la soledad.
      Lisandra tampoco estaba por la labor de hacerle compañía. Se negaba a poner en acción esas simulaciones tan sugestivas que solía traer; sólo obedecía órdenes neutras, que no significaran transferir el mandato a otros tripulantes o poner en marcha la nave.
      Ni siquiera 8UM4N05 le obedecía. No es que el capitán anhelara su compañía, pero la hubiera preferido antes que la completa soledad que sentía.
      Por fin, Waleo tomó la decisión que temía: avisó a Lisandra para que llamara al robot a fin de consultarle una posible solución al problema. Lo dijo así para que la computadora accediera a su petición.
      8U se presentó en su camarote.
      —Me ha llamado usted, capitán.
      —Así es, 8U. Estoy seguro de que tú tienes la solución al problema.
      —Podría estar equivocado, capitán.
      —¡Imposible! Tú siempre tienes la solución a cualquier problema.
      —Me permito apostarle que no, capitán.
      —¿Una apuesta? ¡Me encantan las apuestas!
      —Lo sabemos bien todos en la nave.
      —¡Ejem! Dime cuál sería tu apuesta.
      —Le apuesto, capitán, a que no soy capaz de solucionar este problema. O, para ser más preciso, que usted será quien lo solucione, porque yo no puedo.
      —Conforme, me gusta la apuesta. Yo creo que sí lo vas a solucionar, aunque digas que no para provocarme. Así pues, ¿qué apostamos?
      —Propongo apostar la nave. La propiedad de la nave Entrom-Hetida.
      —¡Un momento! No se puede apostar lo que no se posee. Yo no tengo la nave, como ya sabrás, y tú tampoco. La nave es propiedad de Fido Dildo.
      —Se la compré antes de abandonar L.As-B.Gas. Me permito sugerirle que se ponga en contacto con él por hipertexto.
      —Eso haré. Lisandra, ¿puedes hacerlo tú? No creo que quien quiera que esté en comunicaciones quiera hacerme caso.
      —OK, capitán. Le pondré en contacto con Fido Dildo en L.As-B.Gas.
      La imagen de Fido Dildo apareció en la pantalla.
      —¡Vaya, si es el cabroncete de Waleo!
      —Fido Dildo, yo también estoy encantado de verte.
      —Dime, capullo, ¿ya vas a venir para devolverme mi nave?
      —No veo porqué he de hacerlo, pues ahora resulta que no es tuya. ¿Es cierto que se la vendiste al robot 8UM4N05?
      —¿Ya lo sabes? Pensaba callármelo para reírme de tu careto. Bueno, pues sí, ya lo sabes, la nave es de esa chatarra ambulante.
      —¿Cómo pudiste venderla? ¿Es que ese robot tiene dinero sin que yo lo sepa?
      —Sospecho que hay muchas cosas de ese robot que no sospechas. ¿Es verdad que lo fabricaron los Wikis?
      —Eso no viene al caso. Responde a mi pregunta.
      —Sí, tiene fondos y créditos suficientes para pagar por la nave. De hecho, me ofreció un precio que no podía rechazar. Así que, ya lo sabes, la Entrom-Hetida es del robot. Arregla los negocios con él, aquí no hace falta que vuelvas, aunque por supuesto serás siempre bienvenido. Pronto tendremos tres mesas nuevas de ruleta franca, un nuevo juego que te gustará, seguro.
      —¡Olvídalo, estoy sin blanca! ¡Adiós, ladroncete!
      Y sin despedirse, la imagen de Fido Dildo desapareció.
      8UM4N05 había presenciado la conversación. Waleo volvió a la apuesta que había planteado el robot.
      —Conforme, tú puedes apostar la nave si quieres. Pero yo no tengo tanto.
      —¡Capitán! ¿No es cierto que usted tenga propiedades en Unitat-III?
      —¡También sabes eso! ¡Mierda! OK. Apuesto el valor de la nave a cuenta de mis tierras en Unitat-III. Y sé que tú tienes una solución.
      La discusión siguió durante largo rato. Al final, Xujlius Waleo se convenció de que el robot no le iba a dar la solución al problema en que él se había metido al apostar los sueldos de su tripulación. Y ni siquiera las tierras de Unitat-III alcanzarían para pagar los salarios de todos.
      Pero recordó que la Flota permitía alquilar las naves en ciertos casos.
      —Lisandra, ¿hay alguna demanda de servicio pagado que pueda hacer esta nave?
      —¡Sí, capitán! Puede alquilarla durante un mes para llevar a los trinos del Colegio Sexenio. Eso sí, me temo que nadie de la tripulación aceptará hacerlo, tendrá que hacerlo usted en su camarote.
      —OK, lo haré —y comprendiendo de pronto que había ganado la apuesta a 8U, exclamó—: ¡y la nave es mía de nuevo!
      Y así fue. 8UM4N05 le entregó los documentos de propiedad de la nave. Pero durante un mes, el capitán Waleo tuvo que compartir su camarote con los trinos del colegio, que, como indicaba su nombre, pasaban todo el tiempo cantando en tonos muy agudos. Ni el sueño respetaban, aparte de revolverles todas sus cosas; pero nadie quiso ayudarle a cuidar de aquellos retoños.
      Un mes después, Waleo cobraba lo debido por alquilar la nave y con eso y parte de sus propiedades pudo pagar a todo el mundo a bordo.
      La tripulación volvió a ser la de siempre.
      En el puente, el Navegante Jajá Jojó preguntó a su capitán.
      —¿Qué rumbo seguiremos, capitán?
      —Me da igual.
      La nave Entrom-Hetida saltó al hiperespacio con rumbo desconocido, hacia nuevas aventuras.

Capítulo 9
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