21 septiembre 2010
TILAIO (1º parte)
Tilaio fue quien vio venir la caja del cielo.
Como era habitual, estaba solo. Tilaio era un chico muy raro, o así decían los otros kalianos. No le gustaban los juegos habituales entre los otros chicos, como perseguirse o la lucha. Cuando iban de cacería discutía las órdenes del jefe, sugiriendo otras estrategias; así que lo más frecuente era que no contaran con él para cazar.
Con las chicas tenía poco éxito, pues no era musculoso, no sabía luchar ni traía presas cazadas. Así que ¿quién lo iba a considerar una pareja interesante?
Sólo alguna mujer apreciaba su inteligencia y lo veía como un ser muy interesante.
Si Tilaio hubiera sido hijo del sacerdote o del jefe de la tribu, su destino estaría claro: con su inteligencia sería el más indicado para aprender todo lo relacionado con las curaciones y hablar con los dioses, o bien para mandar a los demás.
Pero Tilaio era hijo del cuarteto de nivel más bajo. Grim, Toleia, Manev y Firmonda, sus padres y madres, tenían todos ellos muy baja categoría. Así que Tilaio no tenía muchas posibilidades de ser algo en la tribu de los kalianos.
Él estaba convencido de que tendría que emigrar, irse a otro grupo donde no se le tuviera en cuenta su baja categoría. Pero no le serviría de mucho: uno de sus padres, Manev, procedía de otra tribu y desde que llegó pasó a ser el hombre de menor nivel, por ser de fuera.
Por lo tanto, ¡en otro grupo Tilaio estaría igual! ¡Vaya porvenir!
Otra posibilidad era que aprendiera a callarse. Era lo que le decía Firmonda, su madre mayor. Si Tilaio aceptara las órdenes de los jefes sin discutirlas le dejarían participar en las cacerías. Tarde o temprano tendría ocasión de dar a conocer su punto de vista, y así en algún momento sus ideas serían aceptadas. Pero nunca podría imponerlas desde abajo, sin contar con el acuerdo del jefe del grupo.
Cuando los demás se iban de caza, o a jugar alguno de esos despreciables juegos de competición, Tilaio se apartaba e iba a caminar solo. No temía a los peligros habituales, pues a fin de cuentas era fuerte y tenía su cerbatana. El mayor peligro era pisar en falso sobre un túnel de lombriserpiente. Si cayera en uno de ellos, podría partirse el tobillo. Pero bastaba con mirar bien por donde se andaba.
En el suelo no había marcas de lombriserpientes, así que no había peligro alguno.
Tampoco era la época de los lobotigres, y los murcios salían de noche.
Tilaio se alejó una vez más del poblado. El estúpido de Brinte había convocado a los chicos para cazar ángeles y le había dicho a Tilaio que no lo quería. Sólo porque en dos o tres ocasiones había querido sugerirle una mejor estrategia de caza.
El bruto de Brinte pensaba que los ángeles se cazaban haciendo ruido y disparando una nube de flechas. Sí, así conseguía alguno que otro, pero era un despilfarro de material, aparte de conseguir que la mayoría de los ángeles huyera y no volviera a los mismos árboles. Tilaio quiso explicárselo a Brinte, pero el jefe lo insultó.
Tilaio caminaba mirando hacia el suelo, evitando los túneles de las lombriserpientes, cuando algo le hizo mirar hacia el cielo.
Vio un punto muy luminoso, sobre una nube extraña.
La nube era muy blanca y en su centro brillaba una luz muy intensa.
Parecía descender.
Tilaio se fijó en que sobre la nube había algo como una caja azul. De la caja salía fuego y eso era lo que producía la luz. Y la nube, que sería humo probablemente.
La caja seguía bajando y ya se apreciaban cuatro patas delgadas. De hecho mientras Tilaio observaba, las patas crecieron hasta desplegarse sobre las cuatro esquinas de la caja.
Sólo en ese momento, Tilaio observó que la caja le iba a caer encima. Comprendiendo el peligro que corría, se apartó hasta refugiarse detrás de un arbusto.
Justo a tiempo: la caja tocó suelo muy cerca de donde había estado él un momento antes. Con un ruido infernal, el humo quemó el suelo bajo ella. Las patas cedieron un poco bajo el peso.
Y finalmente, cesó todo ruido.
El humo se despejó.
Tilaio estaba expectante. Salió de su escondite para ver mejor lo que sucedía.
Brotó una especie de escalera de un lado de la caja.
Se abrió una puerta redonda, en la parte de arriba de la escalera.
Salió una mujer.
Tenía la cabeza redonda y brillante. Vestía una especie de traje muy ceñido, de color azul que le cubría todo el cuerpo. Al ser tan ceñido, no cabía duda de que se trataba de una mujer.
Bajó la escalera y se quedó al pie, mirando alrededor.
Tilaio se le acercó. No la temía.
A pesar de la extraña cabeza.
Tilaio ya había oído los rumores.
Otros extranjeros bajaban del cielo en diversos lugares del mundo.
Eran hombres y mujeres, aunque algo distintos, que venían de un lugar que a veces llamaban “Tierra” y otras “Uniónlatina”.
En la nave de aterrizaje, de nombre Lupita, sus doce tripulantes se hallaban expectantes. Diez eran novatos, recién llegados en la Moctezuma. Los otros dos eran veteranos que se habían incorporado en órbita.
Mary Calmonia llevaba ya cinco años en Bistularde. En Nueva Lima se aburría realizando trabajos administrativos y su afán de aventuras le llevó a apuntarse como apoyo de los nuevos colonos. Procedían de México, como ella, y ese fue uno de los motivos por lo que quiso colaborar.
Y ahora ella estaba dispuesta a ser la primera en salir al exterior. Lo había solicitado y le cedieron el puesto sin rechistar.
Vestida con su traje espacial, sólo le faltaba ponerse el casco para salir. Así lo exigía la norma.
Mary encontraba ridículas la mayoría de las Normas de Colonización, pero esta en particular se llevaba la palma.
En los primeros días de la colonización, cuando el planeta era desconocido, tenía sentido mantener la precaución de tener el traje de aislamiento hasta comprobar que el aire era respirable y no había microbios peligrosos.
Pero ahora, con medio planeta conquistado, era más que sabido que el aire era perfectamente respirable. Con todo, había que seguir las normas, así que Mary saldría al exterior bien aislada, comprobaría al aire y sólo cuando los sensores dieran el OK se podría quitar el casco.
Mientras meditaba en la contradicción de las normas, Mary contemplaba el visor de aterrizaje. Descenderían a una buena distancia de un poblado aborigen, lo suficiente para que cualquier curioso se pudiera apartar al verlos descender.
Lo habitual era que los nativos se asustaran, si nunca habían visto un aterrizaje. Por mucha curiosidad que pudieran sentir, se apartarían de la ruta de la nave.
¡Un momento! Había un nativo justo en el punto previsto para el aterrizaje, que miraba atónito hacia arriba.
La nave descendía en automático, pero Mary estaba al control y podía moverla si fuera preciso. No le hacía gracia tener que hacerlo, pues a fin de cuentas ella no era piloto.
No había pilotos en la nave de aterrizaje, porque todo el descenso era automático.
El nativo no se apartaba.
¿Estaría herido? No lo parecía. Se movía normalmente.
Mary ya se aprestaba a mover los controles cuando el chico (era un joven, ya podía apreciarse) se alejó del peligro.
La nave se posó en el suelo de forma automática. Desplegó la escalera.
Mary salió al exterior con su traje debidamente cerrado.
El chico nativo la miraba con los ojos mostrando su asombro. Sin embargo, no mostraba miedo alguno, y de hecho se aproximó.
Mary hizo las comprobaciones de rigor y se quitó el casco.
Respiró hondo, percibiendo los perfumes de un lugar extraño. Olía muy distinto a Nueva Lima, eso sin duda. Notaba el perfume de flores desconocidas.
Tilaio comprendió que la cabeza redonda era algo que cubría la verdadera cabeza de la mujer. Lo supo cuando la extraña se quitó el casco, dejando salir sus cabellos negros, que sacudió con gusto mientras aspiraba el aire.
Era guapa, aunque seguía siendo extraña. Su cara era alargada y terminaba en una mandíbula alargada. Su piel muy oscura, de un color entre amarillo y marrón, muy distinta de piel azulada de Tilaio. Pero su boca era carnosa y sus pómulos algo salientes.
Ahora que estaba cerca, pudo comprobar que era bajita, le llegaría a él por el pecho.
Se preguntaba si a él le correspondería la primera palabra o si ella debería decir algo primero. Decidió tomar la iniciativa.
—Hola —dijo—. Soy Tilaio de los kalianos. ¿Tú quien eres?
La mujer lo miró sin entender. Sacó una pequeña caja de su traje y la observó con atención. Dijo unas palabras en una lengua extraña, pero de la cajita salió una voz distinta, hablando en la lengua kaliana:
—Me llamo Mary y soy de otro mundo, más allá de las estrellas. Perdona si no hablo tu lengua bien, espero aprenderla pronto. ¿Has dicho que tu pueblo son los kalianos?
—Sí. Todo este valle y los otros valles cercanos están habitados por los kalianos. Más allá hay otras gentes, pero no sé como se llaman.
La mujer, Mary, atendía más a la caja que a las palabras de Tilaio. Éste pudo oír un suave rumor procedente de la caja, tal vez repitiendo sus palabras en la lengua de las estrellas. Cuando ella habló, la caja volvió a hablar de forma comprensible para el joven.
—Y tu nombre es Tilaio, ¿no es cierto? ¿Dónde están los demás?
—En el pueblo o de cacería. Yo me quedé y decidí salir a caminar.
—¿Sueles caminar solo?
—A veces. Sobre todo si Brinte no me lleva con su grupo de caza.
—¿Podrías acompañarme al pueblo? A mí, y a los demás.
—¿Hay más gente en esa caja?
—Sí. Pero no quiero que tengas miedo. Están esperando a que yo les deje salir.
—¿Tú mandas?
Mary decidió que explicar la estructura del grupo era complejo. Ella no era quien dirigía el grupo, sino el teniente Lopalba.
—No exactamente. Digamos que soy la primera exploradora.
—De todos modos, es raro que una mujer sea exploradora.
—En mi mundo tenemos otras costumbres. Pero perdona que he de avisar a los demás.
Mary habló al traje en su lengua.
Poco después salían otros hombres y mujeres, todos con la cabeza cubierta con aquella cosa redonda. Alguno se la quitaba, pero otros preferían dejarla puesta.
Salieron dos manos y uno (once), tres mujeres y una mano y tres (ocho) de hombres. Uno de los hombres parecía ser el que mandaba, por la forma en que los demás le prestaban atención. Mary lo presentó como “Tenientelopalba” o algo parecido.
Tilaio prefería hablar con Mary. “Tenientelopalba” sólo se dirigió hacia él una vez y fue para hacerle una pregunta (por medio de una cajita como la de Mary): —¿Hay alguien que mande en tu pueblo?
Tilaio se quedó pensando. Brinte era jefe de los cazadores, pero sólo de los jóvenes como él. Aún era demasiado joven para otra cosa. Uno de los padres de Brinte, Dolomif, era quien realmente organizaba las expediciones de caza de los adultos. Y cuando había algún problema, los padres de Tilaio se dirigían a él, o le hacían llegar un recado (lo más habitual por su baja categoría).
— Dolomif es el jefe.
—Pues llévanos ante él.
—Creo que ahora está de cacería.
—Es lo mismo. Llévanos a alguien que mande. Y si hemos de esperar a que llegue Dolomif, eso haremos.
Los dos manos más uno se pusieron en marcha hacia el poblado, sin que Tilaio les tuviera que dirigir. Él, por su parte, se puso al lado de Mary y siguió hablando con ella.
—¿No hay más gente? —preguntó.
—Somos —aquí la cajita pareció dudar— dos manos y dos (doce). Uno se quedó en la nave.
—¿Nave es esa caja que vino del cielo?
—Exacto.
—Mary, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Puedes preguntar lo que quieras. Si puedo te responderé. Pero primero respóndeme tú a mí. ¿Cuántos años tienes?
—Tengo dos manos y tres más (trece).
—Eres más joven de lo que había pensado. Pero es verdad que ustedes los nativos crecen más deprisa.
—¿En tu mundo crecen más despacio?
—Sí. Pero eso no importa. ¿Qué me ibas a preguntar? Creo que no era eso.
—No, es cierto. Quería saber a qué vienen ustedes en su caja del cielo, en esa “nave”.
—Nos gustaría quedarnos a vivir con ustedes. Pero sólo si lo aceptan.
—Mary, en el pueblo no me quieren porque me doy cuenta de muchas cosas que los demás no ven. Ustedes pueden ir por el cielo y tienen trajes que brillan al sol. Seguro que tienen otras cosas que no han enseñado.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo armas más potentes que las cerbatanas y flechas. Mis padres han oído cosas. En otros lugares ha venido la gente del cielo con armas de fuego y truenos. Incluso han traído venenos que sueltan en el aire.
—¿Y si yo te dijera que no tenemos esas cosas?
—No te creería. Tal vez tú no las tengas pero “Tenientelopalba” sí.
—¿Tampoco me crees en que no nos quedaremos si ustedes no lo desean?
—Desearía creerte. Pero me parece que aunque nosotros no queramos que ustedes se queden, si ustedes quieren hacerlo, lo harán.
—Tilaio, realmente eres un chico muy listo. ¿Seguro que sólo tienes dos manos y tres años más? ¿Y cómo es que no eres el jefe?
—El jefe de los jóvenes es Brinte y no le gusta que le aconseje.
—Porque tú eres más listo que él. Hay jefes así, también en mi mundo.
—Y además yo soy de la categoría más baja. No podría ser jefe.
—¡Una pena! Tu pueblo ganaría mucho con alguien como tú dirigiéndoles. Pero, ¡perdona! Creo que me estoy metiendo en asuntos que no son de mi incumbencia.
—No te entiendo.
—Que no soy quien para decirte esas cosas.
—No importa. Contigo puedo hablar mejor que con los demás del pueblo. Los otros adultos me ven como un joven de baja categoría, que ni siquiera es buen cazador.
—¿No eres capaz de cazar? No lo pareces.
—Es que Brinte no me deja participar. Y sin cazar algo decente, las chicas no me quieren. No valgo nada.
—Ya estamos llegando. Tilaio, yo creo que tú vales mucho aunque no te dejen traer piezas de caza.
Dolomif no estaba, y los extranjeros tuvieron que esperar su vuelta con los cazadores, cuando el sol ya estaba bajando.
Entretanto, Tilaio fue acribillado a preguntas por la gente.
Él disfrutaba siendo, por una vez, el centro de atención. Respondió como pudo, aunque cuando le preguntaron que a qué venían él afirmó no saberlo. Suponía que Dolomif entraría en cólera si se descubría que los extranjeros querían quedarse sin hablar primero con él.
De hecho, Mary estaba cerca de él y oyó todo lo que dijo. Fijándose en ese detalle, se lo dijo a los compañeros:
—¡Que nadie diga nuestras intenciones sin hablar antes con el jefe! Puede haber un problema con estos nativos si la noticia llega al jefe antes de que se la demos nosotros.
(continuará...)
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2 comentarios:
Me gusta mucho! Quedo a la expectativa de la continuación :D
Pues ya la tienes...
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