Zemoz nació en Barbaria, más exactamente en Kilopeya, un poblado de las montañas. Desde pequeño ha luchado contra toda clase de monstruos, y fue alumno del Maestro Hugok, gran especialista en lucha con espada, garrote y sobre todo en peleas de arrastre.
Zemoz maneja la espada como nadie. Y no es una espada pequeña, por cierto. La espada de Zemoz mide casi tanto como él, unos buenos dos metros, y está hecha de acero forjado de Azulita. Su empuñadura está elaborada con roca broncínea, y aunque casi no tiene adornos, eso la hace aún más pesada. Pocos hombres (y casi ninguna mujer) son capaces siquiera de levantar la espada de Zemoz; mas él la maneja como si fuera de papel, hace molinetes y malabarismos como si tal cosa.
Claro que Zemoz es realmente fuerte. ¿Había dicho cómo es? Creo que no.
Ya he mencionado que Zemoz mide dos metros de alto. Es rubio y su pelo largo lo lleva en dos trenzas que suelen caer hacia los lados. Entre las trenzas lleva diversos trozos de telas, uno por cada amante que ha tenido. Viendo las trenzas se deduce fácilmente que Zemoz hace que las mujeres caigan tendidas a sus pies.
Tiene los ojos negros y la piel oscura, lo que hace que el pelo parezca blanco en comparación. Su cara está marcada de cicatrices, pero la mayor parte proceden de su juventud, cuando corría riesgos innecesarios.
Lleva el pelo largo, pues nunca se lo corta, y suele sujetarlo en dos trenzas que a su anuda para que no le molesten al luchar. Su frente queda así despejada y se ve siempre lisa, aunque de vez en cuando se nubla con arrugas de preocupación. Cuando Zemoz frunce el ceño, alguien morirá, casi siempre un enemigo suyo.
Zemoz no suele sonreír, pero cuando lo hace muestra unos dientes afilados. El Maestro Hugok le enseñó a afilarse los dientes con piedra pómez para parecer más fiero ante sus enemigos. Por eso también, Zemoz no sonríe, porque su sonrisa da miedo.
Zemoz tiene unos músculos muy marcados, aparte de que no se esfuerza en vestir mucho para esconderlos. Suele llevar el torso desnudo, por mucho frío que haga. Se le ha visto caminar sobre la nieve descalzo y vestido sólo con su taparrabos, sin que parezca tener frío. Yo tan sólo una vez vi a Zemoz con un abrigo, fue una noche en medio de la mayor tormenta de nieve que recuerdo. Cinco hombres murieron de frío esa noche y Zemoz se puso un abrigo.
Los brazos de Zemoz son tan gruesos como los muslos de hombres más normales. Y su fuerza, no digamos. Una vez un campesino le preguntó si era capaz de levantar un arado con una sola mano. Zemoz lo hizo, ¡sin saber que podía soltar la yunta de bueyes que estaba sujeta al arado! Zemoz levantó la pareja de animales con su yugo y el arado con una sola mano, ante el asombro del campesino.
¿Había dicho algo de los pelos del cuerpo de Zemoz? No, creo que no. Pues bien, Zemoz tiene el torso tan lleno de pelos que parece un oso. Y los brazos y las piernas. Es un pelo suave y sedoso que, según dicen algunas mujeres, resulta agradable al tacto.
La única vestimenta habitual de Zemoz es un tosco taparrabos de color negro. No está claro si es negro porque ese es su color, o si tenía otro color en origen, pues hay que reconocer que no suele lavarlo mucho. Es el aspecto menos favorable que tiene Zemoz: su higiene. De hecho, suele despedir un olor muy fuerte, aunque él asegura que le ayuda a conquistar a las chicas. No sé si será cierto, pero alguna ha salido corriendo antes de acercársele; pocas, sí, pero algunas. Y sé de muchas que se han acercado torciendo la nariz. También es verdad que casi todas las que reciben un abrazo de Zemoz (no siempre bienvenido), se suelen desmayar: entre el olor y la fuerza que deja sin aire, no hay mujer que soporte sus abrazos. Zemoz dice que las chicas se desmayan por él. Habría que ver si es de admiración o de asfixia.
Las piernas de Zemoz son peludas y recias como columnas. Zemoz camina unas cincuenta millas al día, y alguna vez ha hecho más de cien millas, porque tiene unas piernas muy acostumbradas a caminar. De niño cuidaba cabras en las montañas, y allí se acostumbró.
Zemoz siempre anda descalzo, de hecho no tolera ninguna clase de zapatos. Las plantas de sus pies son gruesas como cuero. Le han visto caminar sobre trozos de cristal como si fuera un suelo liso.
Además, Zemoz es pesado, muy pesado. Por eso también suele ir caminando, pues pocas bestias pueden llevarlo. Una vez se montó en un caballo de tiro, un animal acostumbrado a soportar grandes fuerzas. Pues bien, el pobre bicho se quedó en el suelo con las patas rotas y las costillas perforándole los pulmones. Lo mismo acontece con cualquier silla en la que Zemoz pretenda sentarse; por tal motivo, él siempre se sienta en cuchillas en el suelo, o se queda de pie. Y duerme en el suelo; claro está, tampoco una cama lo podría soportar.
Con las comidas, Zemoz no es muy exigente. Mejor dicho, no es nada exigente, come cualquier cosa que camine sobre cuatro patas o que tenga plumas, vuele o no vuele. Y en cuanto a plantas, si no son venenosas, Zemoz las come. Suele repetir la máxima del maestro Hugok: «lo que no te mata te fortalece».
La primera vez que probó un plátano se lo comió con su piel, ¡y lo encontró delicioso! Además, con ese cuerpazo que gasta, tiene que comer mucho para mantenerse en forma. Es muy raro que algún amigo le invite a comer, y más de uno ha dejado de serlo después de darle comida, ¡es capaz de vaciar el almacén de todo un castillo!
Cierta vez, el Duque de Kiftowen le concedió el honor de una velada. Aparte de dejar extenuadas con su abrazo a media docena de doncellas, a las que el Duque solicitó que lo agasajaran, vació la mesa donde estaban las viandas para toda la tropa y, sintiéndose insatisfecho, hizo lo mismo con la otra mesa, la de los manjares destinados al Duque y su corte. Esa noche, Zemoz fue el único que comió en el castillo.
Tras la cena, buscó a las seis doncellas mas, dado que ninguna de ellas aceptó acompañarle al lecho, optó por forzarlas a las seis. Ante sus gritos acudieron los soldados, ya bastante enaltecidos por el ayuno forzoso, pero a todos ellos derrotó Zemoz con su espada. Fueron varios los que quedaron tendidos en el suelo, antes de que los supervivientes aceptaran retirarse.
Finalmente, el Duque decidió echarlo del castillo; pero Zemoz estaba roncando en el pajar, por lo que fueron el Duque y toda su gente quienes abandonaron el castillo.
El castillo de Kiftowen no es pequeño. Tiene siete torres con almenas, y cuenta con grandes salones en sus doce plantas, aparte los sótanos y mazmorras. Suelen habitarlo unas doscientas personas, entre solados y servidumbre.
Todos ellos abandonaron el lugar, dejando solo a Zemoz con las ratas.
Por la dicha de los dioses, fueron misericordiosos y esa noche no llovió; de hecho, la seca hojarasca del bosque sirvió de tosca cama para todo el mundo, desde el Duque y su dama hasta los más humildes sirvientes.
Al día siguiente, Zemoz se despertó en el edificio vacío. Sólo halló un cerdo amarrado a una cuerda en su pocilga, que convirtió inmediatamente en su desayuno. Y así, tras esa «frugal» comida, se fue sin poder despedirse como esperaba. En realidad, el Duque y su séquito permanecían escondidos entre los árboles del bosque, en las cercanías del castillo esperando que se marchara para volver. Eso sí, primero lavaron todo (suelo, paredes, muebles...) para que desapareciera el terrible hedor que había dejado el barbariano. Y les fue de gran ayuda el chaparrón que por la noche enviaron los dioses.
¿Ya he comentado los amores de Zemoz? No estoy seguro... ¡Bueno!, ya he dicho que rara es la mujer que no se desmaya a su lado, pero si no es por su virilidad y su hombría, es más bien por su mal olor. De todos modos, Zemoz es como una mariposa buscando néctar de las flores... o más bien, es como un elefante sediento buscando un oasis, porque llamar «mariposa» a Zemoz es ridículo (y de hecho, si él se entera me mata; aunque dudo mucho de que llegue a enterarse puesto que no sabe leer). Lo que quiero decir, por si no ha quedado claro, es que Zemoz siempre está a la búsqueda de alguna hembra (y si es un jovencito quien se le pone a tiro tampoco lo desprecia). Pero Zemoz no es un experto en artes amatorias, más bien un bruto que se satisface enseguida, antes incluso de que su compañera se haya dado cuenta. Eso suponiendo que no haya perdido el sentido por el «aroma» que Zemoz exhala. Claro está que ninguna mujer se atreve a ofender al barbariano, sabiendo lo bestia que es, por eso todas las que han pasado por su lecho presumen de sus dotes viriles, e incluso exageran un poco. Lo cierto es que Zemoz no está tan dotado como dicen, su instrumento es más bien pequeño. Y si uno se fija bien en su taparrabos descubrirá que la mayor parte es puro relleno, principalmente algodón de Mus'tiplex.
Como sea, la verdad es que Zemoz tan sólo una vez ha tenido novia. Era una pastora de su pueblo, Kilopeya, una vecina que vivía en una choza cercana a la de Zemoz y sus padres.
Esto sucedió antes de que Zemoz aprendiera las artes del Maestro Hugok, mucho antes de que decidiera vagar por el mundo buscando aventuras.
(Continuará...)
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