30 octubre 2010

VISITANTES

      Inés Guanarteme había estado cientos de veces en el aeropuerto de Gando. Como periodista, muchísimas veces había cubierto la llegada o la partida de personajes de todo tipo.
      Pero nunca lo había visto así. Totalmente vacío de aviones y sin embargo abarrotado de gente. Los aparcamientos de coches estaban a rebosar y fue necesario habilitar terrenos vacíos para estacionar coches y guaguas.
      Era mucho público esperando la llegada de los visitantes, algo nunca visto.
      Todos los aviones habían desaparecido por seguridad y eso había originado un tremendo trastorno: el tráfico aéreo se había desviado hacia Tenerife.
      Sin embargo todo eso quedaba justificado pues los visitantes llegaban en un vehículo de características desconocidas. Era una nave espacial extraterrestre.
      Procedía de alfa Centauro A.
      Los alfanos habían avisado de su llegada por radio, y a través de ese medio se les ofrecieron toda clase de destinos posibles en el planeta.
      Hubo muchas loterías intentando adivinar su elección. Los americanos votaban por Nueva York o Los Ángeles, y también Buenos Aires en el sur. Entre los europeos las opciones se decantaban por París, Londres o Moscú. África prefería El Cairo o Nairobi y los asiáticos discutían sobre si la elegida sería Nueva Delhi, Singapur, Tokio o Yakarta. Incluso Canberra fue ofrecida como candidata.
      Eso en lo que se refería a grandes ciudades porque también había quienes aseguraban que preferirían lugares con más significado, como las pirámides de Egipto, Stonehenge, el Sahara por ser el mayor desierto. O tal vez se quedaran flotando en el mar, cerca de un puerto como (otra vez Nueva York) o Alejandría…
      Pero al finl los alfanos sorprendieron a todos al elegir unas islas del Atlántico, más interesantes tal vez por su turismo que por otra cosa (eso aseguraron los detractores).
      Optaron, en fin, por el aeropuerto de Gando en la isla de Gran Canaria.
      Nadie sabía como sería la nave, sobre todo su tamaño, de ahí que se evacuara todo el aeropuerto. Los alfanos habían asegurado que no habría peligro para la gente en la terminal, y que podía venir todo el que quisiera a ver, siempre que no se invadieran las pistas. Pero no podían dar ninguna seguridad para cualquier vehículo que permaneciera en las pistas, ni para sus ocupantes.
      Por lo tanto todo el espacio de vuelo, aterrizaje, despegue y aparcamiento estaba despejado; tan sólo quedaban tres aviones que no pudieron despegar a tiempo por razones específicas (uno de ellos, averiado).
      La terminal estaba abarrotada por miles de seres humanos. Se habían suprimido los controles de seguridad en el área de embarque. Gente de todo el planeta había llegado desde unas semanas antes, buscando un buen sitio para verlo todo. Ni qué decir tiene que el seguimiento de los medios era brutal.
      Inés tuvo que mostrar sus credenciales de periodista (que revisaron con todo detalle, no fueran a ser falsas) para acceder a la zona VIP. Donde normalmente estaban las autoridades del aeropuerto estaba ahora hasta los topes, lleno de periodistas.
      Las cámaras de TV se habían colocado en la azotea.
      Inés se sentó junto a una pantalla, pues no podía ver ninguna ventana libre.
      La llegada estaba prevista para las 16:43 GMT.
      A las 16:40 una nube blanca y enorme cubrió todo el cielo visible, tapando la luz del sol (hasta ese momento había brillado en solitario).
      Todos miraron hacia arriba contemplando el fenómeno.
      La nube se movía como si contuviera algo en su interior que quisiera salir.
      A las 16:42, de una enorme grieta en la nube brotó un gigantesco objeto de color negro. Tenía forma cónica, como un enorme sombrero aunque irregular: presentaba toda clase de protuberancias y salientes.
      Desde luego, aquel vehículo no tenía una forma aerodinámica, pensada para atravesar una atmósfera.
      Inés observó (en la pantalla) que los cirros de la nube no llegaban a tocar a la nave; era como si una especie de campo de fuerza protectora la cubriera, lo que tal vez explicara que no necesitara una forma a prueba de la fricción con el aire.
      A la hora exactamente programada, la nave extraterrestre se posó sobre el suelo de la pista, a gran distancia de la terminal. Dos pistas de aterrizaje y buena parte del área de aparcamiento se hundieron bajo un peso de miles de toneladas. Todos pudieron oír el crujir del cemento, que no estaba diseñado para soportar semejante peso (millones de veces superior a cualquier avión existente).
      La nave se había posado sobre ocho enormes patas y cada una de ellas se hundió varios metros en el hormigón de las pistas. Pero finalmente se alcanzó el equilibrio.
      De la nave brotó un tubo que llegó hasta el suelo. Su extremo tenía una abertura circular, como un esfínter, que se abrió.
      Salió un ser envuelto en un traje protector de los pies a la cabeza. El traje era de color plateado brillante y la cabeza era una esfera, casi invisible pero con aspecto de ser muy resistente.
      Tenía cuerpo redondeado, como un pollo o un pato. Dos piernas finas y largas servían de apoyo en su parte inferior, y brotaban cuatro brazos, también muy finos, al parecer terminados en algo parecido a manos con pinzas. La cabeza era también redonda, aplanada y con un pico que recordaba a un pato.
      El ser miró a su alrededor y con un brazo señaló a la terminal, llena de gente (visible a través de las ventanas) y con otro hizo alguna señal al interior del tubo. Salieron cinco seres muy similares y todos se encaminaron hacia la terminal.
      Se había decidido que el primer contacto sería con dos astronautas expertos, y voluntarios. Siempre cabía la posibilidad de que existiera algún peligro y ellos comprobarían que todo estaba en orden antes de conducir a los alienígenas ante las autoridades presentes en el aeropuerto. De entre las decenas de candidatos se eligió a un astronauta de la NASA de origen hispano y a una taikonauta china, que recientemente había pisado la Luna en la segunda expedición tripulada de su país al satélite.
      Sao Li Wang y Michael Perez estaban vestidos con monos ajustados de color azul, que mostraban la forma de sus cuerpos. Las cabezas y manos quedaban descubiertas para no dejar dudas del color natural de la piel. Y estando en su mundo, no tenía sentido que se protegieran. Se había sugerido que debían estar desnudos pero esa propuesta fue rechazada de inmediato; así, el mono ajustado suponía un compromiso. Habían acordado que hablarían en tres idiomas: inglés, español y chino. Aunque eso dificultara las labores de traducción de los alfanos, debía dejarse claro que en la Tierra no había una única lengua.
      Los dos terrestres se dirigieron hacia el grupo de aliens, señalando el camino que aquellos debían seguir. Los seis visitantes rodearon a la pareja y se oyeron sonidos extraños, entre ronquidos y silbidos con alguna componente musical, parecida a una trompeta.
      Los dos astronautas terrestres dijeron las palabras que estaba programado, un saludo simple en los tres idiomas y una invitación a pasar a la terminal. Nadie sabía si les comprenderían, pero en todo caso la invitación a entrar fue evidente.
      Los alfanos siguieron a los terrestres hacia el interior del edificio. Dos vigilantes (desarmados) abrieron la puerta y así, por primera vez, los extraterrestres entraron en un edificio de la Tierra. Allí se reunirían con los representantes terrestres.
      La delegación que representaba al planeta había sido todo un reto para la diplomacia. Debía mostrar una imagen fiel de la humanidad, sin ofender a los visitantes (aunque en eso nadie podía estar seguro) ni a ninguna de las naciones más importantes. No podían ser muchos, pues eso dificultaría cualquier negociación, pero tampoco podía ser uno o dos. Finalmente, se optó por la Secretaria General de la ONU, la primera mujer en toda la historia de la organización, y que además era africana con lo que ya se tenía un representante de ese continente. El vicepresidente USA era la parte americana. Rusia había enviado a su Secretario de Estado, genuinamente caucásico. China renunció a enviar un representante, a cambio de que estuviera su astronauta, y la India logró colocar a un ingeniero, el Ministro de Desarrollo, pues tenían grandes esperanzas en el intercambio de tecnología. Las distintas religiones habían insistido en que tenía que haber un representante suyo, pero no se pusieron de acuerdo, así que finalmente quedaron sin estar representadas. No obstante, el vicepresidente americano era evangelista y prometió velar por sus intereses. Alguien protestó porque también estaría el astronauta de la NASA, pero éste representaba también a la agencia europea, y Europa había consentido en renunciar a su representación.
      Eran asó casualmente seis representantes de la Tierra y seis de Alfa. Pero todo el planeta estaba pendiente, pues había cámaras y micrófonos suficientes.
      Tras los primeros contactos, en los que parecía que cada uno hablaba sin tener garantías de ser escuchado, los alfanos sorprendieron a los terrestres al colocar sendos discos en las mesas frente a ellos. Cuando uno de ellos habló, el disco frente a él tradujo en perfecto inglés:
      —Nuestros traductores sólo son capaces de interpretar una voz  terrestre, no importa en qué lengua. Si sois tan amables de hablar de uno en uno, podremos entendernos. Nosotros haremos lo mismo y el traductor del que habla lo dirá en la lengua inglesa. Me consta que es la lengua que usáis para los intercambios, quedando claro que conocemos la existencia de otras lenguas, muchas de las cuales somos capaces de entender. Si ya está claro el procedimiento, podemos empezar a responder vuestras preguntas.
      La reunión duró dos horas y 24 minutos exactos (es decir un décimo de día). Durante ese tiempo se respondieron diversas preguntas y se plantearon cuestiones muy importantes. Entre las preguntas que fueron realizadas a los alfanos, la primera fueron los motivos de su elección para el destino de llegada.
      —Nuestro planeta es más seco y árido que el vuestro —fue la respuesta—. También hay pocas montañas y volcanes. Por eso nos interesan mucho los grandes océanos de vuestro planeta y también los volcanes de gran tamaño. Tenemos datos de los principales volcanes y sabemos que hay dos grandes situados en islas en medio del océano. Uno de ellos queda muy aislado, pero este archipiélago está muy bien situado y tiene un volcán realmente grande. Si ustedes nos autorizan a ello, saldremos en nuestros vehículos voladores a explorarlo.
      También se preguntó acerca de sus planes.
      —En esta ocasión no pensamos establecer contactos directos, pues hemos de analizar las muestras del aire para desarrollar los sistemas de inmunización; en los siguientes viajes, tal vez estemos ya preparados para poder respirar vuestro aire sin necesitar estos equipos protectores. Esta vez nos limitaremos a realizar viajes aéreos de reconocimiento, que ustedes deberán autorizar previamente. No queremos insultarles volando sobre sectores que no deseen que veamos.
      Sobre la seguridad, dijeron:
      —Nuestra nave tiene dispositivos de defensa que no mostramos, de la misma forma que sabemos que ustedes no han mostrado los vuestros; por eso vuestros vigilantes están desarmados. Si lo he mencionado es tan sólo para que informen de ello a sus gobiernos, pues sabemos muy bien que existen humanos disconformes con nuestra presencia. Esos humanos han de saber que si nos atacan nos defenderemos y no lograrán sus objetivos.
      Todos los terrestres se miraron entre sí. ¿Qué tipo de armas podría tener una gente capaz de viajar a través de las estrellas?
      Se les preguntó qué querían de la Tierra.
      —Nada. Sólo queremos visitarles, lo que ustedes llaman «hacer turismo». Queremos conocerles, ver su mundo, sus costumbres. No necesitamos ningún recurso de la Tierra, ni pensamos traerles nada del nuestro, salvo conocimiento.
      Preguntados sobre la tecnología que estaban dispuestos a compartir, dijeron:
      —Somos conscientes de que nuestra mera presencia ya supone una perturbación para las creencias de ustedes y sus sociedades. Y que cualquier conocimiento que les entreguemos alterará muchas cosas, por eso tendremos cuidado en la información que les demos. En este viaje sólo daremos indicación de nuestra existencia y que disponemos de medios para vencer la atracción gravitatoria. Son esos medios los que nos han permitido viajar a mayor velocidad que la luz. Sin embargo, antes de darles la información, lo que siempre será en otro viaje, no en este, hay una condición que deberan cumplir.
      —¿Cuál es esa condición? —preguntó la Secretaria General.
      —Acabar con las guerras.
      Los seis terrestres intentaron hablar a la vez. Hubo así un momento de desconcierto hasta que lograron calmarse. La Secretaria General tomó nuevamente la palabra.
      —Es una condición muy difícil. Las guerras no dependen de nosotros, sino de quienes las inician. Y esos no están aquí.
      —No estoy de acuerdo. Sin ejércitos no hay guerras. Han de suprimir los ejércitos.
      Nadie se atrevió a hablar. Manteniéndose tranquilos (aunque muchos estaban rabiando), dejaron que la portavoz de la ONU prosiguiera.
      —Sin ejércitos no podemos defendernos de quienes nos ataquen.
      —Usted es la representante del máximo organismo mundial. Usted, o quien le suceda, debería tener el control de todas las armas mundiales. Ninguna nación debería tener armas propias, ni ejércitos que las usen. Mi propuesta es la siguiente: den más poder a las Naciones Unidas, de forma que pueda enviar grupos armados contra todo aquel que no acate la orden que prohíbe los ejércitos.
      —Una fuerza de policía mundial.
      —¡Exacto! Aceptamos que exista un grupo militar de policía, incluso con armas nucleares, pero no ha de estar bajo el control de ningún gobierno. Y su función será defender a los demás gobiernos, nunca atacar.
      —Habría que estudiarlo.
      —Háganlo. Si lo consiguen, nos comprometemos a darles la tecnología para vencer la gravedad. Podrían tener vehículos muy rápidos sin rozamiento con el suelo. Sin ruedas. Y naves espaciales que puedan ir a Marte en una semana. Más adelante les diremos cómo hacer una nave que viaje a otras estrellas.
      Finalmente terminó la reunión. Los seis alfanos salieron de la terminal y se dirigieron a su nave, acompañados de los dos astronautas. Los otros cuatro gobernantes se quedaron deliberando. Habría que reformar el Tratado de Nueva York y crear unas nuevas Naciones Unidas más fuertes…
      Poco más tarde, de la nave extraterrestre despegaban quince vehículos voladores en todas direcciones. Uno de ellos se dirigió a la vecina isla de Tenerife, a visitar el pico Teide. Los demás partieron hacia Europa, África, América o incluso más lejos.
      El público comenzó a marcharse. Los alfanos aún se quedarían un día entero y ya no saldrían de su nave salvo en sus voladores.
      Inés regresó a la sede de su diario. Tenía que redactar su versión de la noticia, y además la columna de opinión.
      Ya estaba pensando en lo que pondría sobre la gran revolución que se avecinaba.
    
      Al día siguiente, volvió a Gando y llegó a tiempo para ver despegar la nave. En el suelo quedaron los agujeros en la pista producidos por las ocho enormes patas.
      Esos agujeros serían reparados. La pista sería acondicionada para soportar el peso de otras naves alfanas, y lo mismo se haría en otros lugares del planeta, acondicionados como espaciopuertos.
      Pero los agujeros en el orgullo humano jamás serían reparados.
     

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