A la entrada del País Debajo de la Tierra había un perro guardián vestido de uniforme rojo.
El perro dio el alto a Gu Luxan y al furuñuco.
– ¡Para poder seguir primero deberán mostrar sus pasaportes!
El furuñuco, sin inmutarse, sacó un pasaporte color aire de su bolso color aire y se lo enseñó al perro guardián. Éste estampó un sello con tinta color aire en una de las hojas y se lo devolvió al furuñuco.
Por su parte, Gu Luxan le dijo al perro:
– Soy extranjero y no tengo pasaporte.
– ¡No hay problema, puedo darle uno!
El perro rebuscó entre los papeles de una estantería color aire y sacó una hoja del mismo color. Con una pluma, también de color aire, fue llenando los datos de Gu Luxan.
– Color de los dientes... blancos. Uñas largas, salvo cuando se las corta... Lengua roja... Se hurga la nariz... con el dedo índice de la mano derecha... Tiene un lunar encima... de las gafas... Pestaña izquierda... con 345 pelos. Ceja izquierda con... 75.902 pelos, más uno que está creciendo...
Cuando terminó de reflejar todos los datos importantes, entregó el pasaporte provisional a Gu Luxan para que lo firmara. Gu Luxan vio que no había sitio para su firma, por lo que lo firmó en el filo, entre las dos caras, y se lo devolvió al perro guardián. Éste estampó el sello, consultó su reloj de bolsillo tamaño torre, y oyó cómo daba las doce en su campanario. De la estantería color aire cogió un bocadillo y le dio un par de mordidas; tras lo cual devolvió el bocadillo a la estantería, recogió el pasaporte de Gu Luxan y se lo entregó al fin.
– Muy bien, extranjero Gu Luxan, puede continuar.
Gu Luxan subió nuevamente a su trimorfio trimano trial y siguió al furuñuco, que flotaba sobre la avenida: los furuñucos tienen 86 piernas, pero nunca se aclaran a la hora de caminar porque no saben cual de todas ellas usar; por eso prefieren flotar.
Al final de la avenida, un gran cartel decía:
"Bienvenido al País Debajo de la Tierra. Se prohibe el paso de trimorfios y vehículos similares. Aparque el suyo aquí al lado. Es una cortesía de Kola Boba, el refresco que haría mejor en no probar".
Y allí al lado había, en efecto, un gigantesco aparcamiento de 19 plantas lleno hasta rebosar de trimorfios y otros vehículos. En la puerta decía: "Aparcamientos Kola Boba. Plazas disponibles: 000001".
Era evidente que había sitio para que Gu Luxan dejara allí su trimorfio. Así lo hizo, recogió su ficha y siguió andando tras el furuñuco.
Llegaron a una escalera y un ascensor, que estaban ambos junto a la entrada de un edificio color plata dorada.
El furuñuco explicó a Gu Luxan:
– El ascensor es para bajar, la escalera para subir.
Subieron por la escalera hasta el piso 329, donde les salió al paso la Araña Tejedora de Persianas, que con su voz tronante y terrorífica les dijo:
– ¡Compren una preciosa persiana de artesanía, o de lo contrario no les dejaré pasar!
El furuñuco se asustó tanto que se volvió azul. Pero Gu Luxan, con calma gélida preguntó:
– ¿Las tiene en colores moteados?
La Araña Tejedora de Persianas se quedó atónita y sorprendida por completo. Alzó las antenas y cuatro de sus patas, y dijo:
– Pues no, no tengo...
– Yo sólo compro persianas moteadas, para que hagan juego con los muebles de mi casa– indicó Gu Luxan, añadiendo como explicación –Son también moteados.
El furuñuco azulado por el miedo recuperó el tono rosa al ver el increíble valor de Gu Luxan. Éste a su vez prosiguió:
– Si me hace una persiana en colores moteados, se la compro al regreso.
– De acuerdo, ¿en qué colores la quiere usted?
– Que sea rosa con pintas rosas.
De ese modo pudieron proseguir Gu Luxan y el furuñuco escalera arriba. Y al llegar al piso 603 se toparon con un cartel que decía:
"Aquí termina el edificio. Aquí también empieza la escalera que baja".
Había en efecto una escalera que bajaba y un ascensor que subía.
– Pero, ¿a dónde sube el ascensor, si aquí termina el edificio? –preguntó Gu Luxan.
– Al sótano –explicó el furuñuco– Primero llega al sótano y luego sube. O también puede decirse que sube y sube hasta llegar al sótano.
– No lo entiendo, pero vamos al sótano.
Entraron en el ascensor. El furuñuco pulsó el botón del sótano (que por cierto era el único botón que tenía). El ascensor comenzó a subir y subir y subir más y más, hasta que se detuvo. Estaban en el sótano.
Se abrió la puerta, y ¡allí estaba la araña Tejedora de Persianas!
– Extranjero Gu Luxan– dijo con su voz tronante, si bien algo cansada –aquí tiene su persiana rosa moteada en rosa.
Gu Luxan examinó la persiana con detenimiento y dijo al fin:
– No. No es así como yo la quería. Olvidé decírselo, me temo. Esta persiana tiene las pintas redondas, y los muebles de mi casa las tienen irregulares, pues son todos ellos de piel de leopardo rosa.
La Araña Tejedora de Persianas bufó de rabia.
– ¡Está bien! ¡Haré una persiana nueva! Pero nadie se burla de mí en este país. ¡Antes de que se haya usted marchado del País Debajo de la Tierra, juro que habrá tenido que comprar mi persiana!
– De eso puede estar usted bien segura, Doña Araña Tejedora de Persianas.
(Continuará...)
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