Siguieron adelante. El sótano estaba totalmente lleno de máquinas ruidosas, atendidas por furuñucos rosados aún más ruidosos. Gu Luxan habló, pero sólo se oyó el ruido de las máquinas...
– ¡Tracatata catapum, chispis bum brrr! ¡Gazzzzzzzzp!
Y el furuñuco le respondió, mas sus palabras se perdieron entre el estrépito...
– ¡Fssss chis pum, tras catacatapum! ¡Gluuuuuuglglglgluuuuub!
Y contestó Gu Luxan...
– ¡Chimpum cras trrrrr pssssss brrrrrr! ¡Traspizzzzzbumbumbuzzzzzz!
Concluyendo el furuñuco...
– ¡Brrrrrrrr fzzzzzzz fsssssss! ¡Chatachatapumpum, tracatacachizzzzz!
Salieron de la sala de máquinas por un largo pasillo. Un pasillo muy pero que muy largo, tan largo que pasaron días y más días caminando por él, y no se veían trazas de que tuviera fin ni principio.
– ¿Falta mucho para llegar al final?– preguntó de pronto Gu Luxan.
– Tan sólo 15 pasos.
Y en efecto, tras un recodo y en sólo 15 pasos, salieron a una amplia bóveda.
¡Donde les esperaba la Araña Tejedora de Persianas!
Ésta, con voz tronante y triunfante a la vez les dijo:
– ¡Aquí está su persiana rosa con pintas rosas irregulares!
Gu Luxan la cogió con las manos y contó las piezas que la formaban.
– Faltan 3 piezas –dijo –ésta tiene sólo 27 y la ventana de mi cuarto es mayor; como mínimo han de ser unas 30 piezas.
Llena de rabia, la Araña Tejedora de Persianas pateó el suelo ocho veces con cada una de sus ocho patas, echó humo por la boca, y se marchó.
La gran bóveda era un jardín donde los árboles crecían desde el techo hacia el suelo. Muchos de ellos estaban repletos de fruta, que cubría asimismo el suelo. El furuñuco cogió una especie de plátano caído; era de color azul con manchas blancas. Lo peló con sumo cuidado y se comió la cáscara, tirando el interior en una papelera colocada del revés.
Gu Luxan estaba un poco extrañado.
– Aquí parece haber algo que no funciona como es debido...
– Es que esto es una bóveda invertida.
– ¡Claro, eso es! Todo está al revés, ya lo entiendo.
Salieron del jardín-bóveda invertida siguiendo una escalera en zigzag. Por cada dos escalones que subían aproximadamente, bajaban uno; a veces eran tramos enteros los que descendían, y luego tramos más largos ascendentes. Así, tras una eternidad de subir y bajar, se hallaron de pronto en un gran almacén de burbujas portátiles.
El furuñuco que hacía las veces de guía se acercó a otro furuñuco, el que alquilaba las burbujas. Hablaron largo rato en la lengua de los furuñucos y naturalmente Gu Luxan no entendió ni media palabra. Pero comoquiera que los furuñucos hablan entre sí muy deprisa, en un instante transcurrió toda la conversación. Al terminar, el furuñuco que hacía de guía cogió una burbuja color amarillo limón y se la entregó a Gu Luxan.
¡Mas he aquí que llega corriendo la Araña Tejedora de Persianas! Sofocada por el esfuerzo, le dice a Gu Luxan:
– ¡Esta vez sí que no podrá decirme que no! ¡Aquí está su persiana rosa con pintas rosas irregulares de 30 piezas!
Gu Luxan la miró y remiró con todo detenimiento.
– ¿Cuánto tiene de largo?
– Siete palmos y seis dedos, tamaño furuñuco desde luego.
– ¡Es muy pequeña, ya me lo parecía! La ventana de mi cuarto tiene nueve palmos exactos de ancho.
– ¡Maldita sea, extranjero Gu Luxan! ¡Dígame de una vez por todas qué otros detalles debe llevar su asquerosa persiana, y no me haga perder más el tiempo! ¡En vez de vender una persiana, hasta ahora he tenido que fabricar tres más que no tengo ni idea de cuándo podré vender! ¡Eso, si es que vendo alguna de ellas...!
– ¡Hum, vamos a ver...! Sólo harán falta tiradores de pelo de camello azul, soporte de hilo de espanto y... ¡ah, sí! Las piezas deben de tener 5 dedos de ancho. Tamaño furuñuco, por supuesto.
La Araña Tejedora de Persianas cogió la libreta que portaba en la séptima pata y con la octava escribió todos los detalles que faltaban. Luego se fue con la tercera persiana bajo la quinta pata, sin bufar ni patear ni siquiera echar humo...
(Continuará...)
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