14 julio 2014

EL ÚLTIMO SUEÑO - 1

El anuncio de aquella web decía «¿Quieres cumplir tu gran sueño? No importa lo caro o difícil que resulte, nosotros haremos lo posible por hacerlo realidad». Mostraba diversos ejemplos de sueños imposibles hechos realidad: un niño que había volado como Supermán, un joven convertido en rey, una mujer entrada en años convertida en hada madrina, un paralítico corriendo los 100 metros lisos, y así.
Había que enviar un gran sueño y, si pasaba la selección inicial, el filántropo Andrew Collins, el hombre más rico del mundo, vería si era factible realizarlo.
Explicaba que preferían aquellos sueños espectaculares, o que sirvieran para beneficiar de alguna manera a la sociedad. Nada de hacer daño a otras personas o seres vivos, y otros criterios por el estilo.
Fernando decidió escribir su carta.
«No se si mi deseo superará el filtro inicial, pero supondré que así es. Tengo 62 años y desde niño he visto como se han desarrollado los viajes espaciales. Aún recuerdo aquella primera llegada a la Luna, con las palabras de Armstrong. Y mi gran frustración ha sido no poder viajar al espacio. Cuando era niño, se decía que en este siglo 21 los viajes espaciales serían tan corrientes que con un poco de dinero se podría conseguir un pasaje.
Por desgracia no ha sido así. Y me quedo con mi gran deseo, el de ir a la Luna.
Veamos. Mi gran sueño siempre ha sido ese: ir a la Luna. Podría conformarme con un viaje al espacio, o incluso al borde mismo, en un avión cohete como esos que llevan años prometiendo. Pero incluso si por fin se logran esos viajes “económicos” al espacio, quedarían fuera de mis posibilidades. Con mi pobre pensión no me alcanza más que para los viajes del IMSERSO.
Podría conformarme con lograr viajar en uno de esos vehículos, pero ese no es MI GRAN SUEÑO. Desde luego que lo entendería si Mr Collins se conforma con pagarme uno de esos viajes, pero quiero intentar explicar bien lo que realmente deseo.
Ya dije que tengo 62 años, y sin embargo estoy jubilado. La mayor parte de mis objetivos están alcanzados: mi hijo independiente, con su trabajo, su casa y su familia, el resto de mi familia haciendo su vida. Mi esposa entiende mis ideas y, aunque no las comparte, las acepta.
Como ya dije, no tengo nada pendiente en esta vida, así que no me importa la muerte. Dirá usted que aún me quedan unos cuantos años y así es. Pero, como decía Pretonio, vale la pena irse antes de que empiecen realmente los achaques de la vejez.
¿Por qué cuanto todo eso? Porque mi sueño es ir a la Luna… y no volver.
Sería estupendo que hubiera una colonia lunar donde quedarme a vivir el resto de mis días, pero eso, por desgracia, es pedir demasiado. Por otro lado, si espero a que esa colonia llegue a existir, algo que creo sucederá tarde o temprano, me temo que yo sería demasiado viejo… o simplemente ya me habría ido.
Así pues concreto mi deseo, mi petición: ir a la Luna y, una vez allí, dejar de vivir. Podría ser simplemente cuando falte el oxígeno, podría atreverme a salir al vacío, o tal vez prefiera unas pastillas. Me da igual. Hablo de un suicidio, en todo caso.
Veamos. ¿Por qué no pedir un regreso a la Tierra y vivir lo que me toque en suerte? Pues porque soy realista y se que es más fácil llevar a un hombre a la Luna si la nave no ha de cargar con el combustible para el regreso. Los módulos lunares de los Apolos tenían que dejar la mitad de su peso para poder volver, y sólo llevaban dos hombres, siendo tres la tripulación: si hubieran bajado los tres, no habría podido volver ninguno.
Planteo algo factible con la tecnología actual. Una cápsula como las que ya existen, si lo desean con varios tripulantes (aunque no me importaría ir solo), para ayudarme en lo que haga falta. Un módulo de descenso parecido a los de los Apolos, sin tener que cargar con combustible para el regreso. No necesito nada más, pues una vez en la Luna ya se habrá realizado mi sueño. Allí quiero quedarme para siempre.»

Dos años más tarde, Fernando recibió una carta, en español, firmada por Andrew Collins (a mano, no parecía una copia impresa de su firma).
«Estimado Señor Jiménez. Mis asesores han analizado su propuesta y la consideran factible. Por tal motivo, muy pronto se pondrá en contacto un representante mío para concretar los detalles.
Es muy importante que su salud sea la adecuada para superar los requisitos de la agencia espacial con la que contrataremos su viaje, y de eso le informará mi representante. Asimismo, espero que no tenga inconvenientes en la publicidad personal que recibirá usted en este proyecto, pues de ella depende buena parte de la financiación.»

(Continuará...)

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