Aunque
estuvieran en territorio desconocido, todo estaba tranquilo a bordo de la nave
Entrom-Hetida. El oficial Mal'Mbo Ta'Rte se encontraba al mando, de guardia
junto con otros tripulantes, todos aquellos a quienes tocó la tercera
imaginaria (nombre que daban a la tercera guardia nocturna, la peor de todas).
Los demás estaban durmiendo… o eso se suponía, pues alguno como el capitán. Xujlius
Waleo estaba disfrutando de una simulación erótica, gracias a la computadora
Lisandra.
Otros tripulantes nunca
dormían, como era el caso del robot 8UM4NO5.
De hecho, el propio 8U se
hallaba en el puente de mando, para disgusto del capitán en funciones.
―¡Capitán en funciones!
―dijo de pronto el robot―. Sospecho que usted se ha quedado traspuesto.
―Explica por qué dices eso,
robot.
―Antes de responder, debo
añadir que todo el personal de guardia se ha quedado traspuesto.
―Vale, responde ahora, robot.
Deja los comentarios para luego.
―Sencillo. Hay un objeto
extraño en la pantalla y nadie lo ha señalado. Ni siquiera Lisandra.
―¡Por los wikis! Tienes razón, robot. ¡Lisandra!
―¡A la orden, capitán en funciones!
―¿Puedes decirme qué es eso?
8UM4N05 estaba a punto de
responder, pero se contuvo. No se le había ordenado hablar.
―Es una cápsula de supervivencia ―dijo la computadora―. Diseño desconocido, pero su
funcionalidad es evidente.
―¿Estás totalmente segura, Lisandra?
―Claro que sí, capitán en funciones.
Mal'Mbo Ta'Rte sabía que las
normas de navegación espacial le obligaban a recoger aquella cápsula de
supervivencia. Por eso quería asegurarse antes de actuar.
―De acuerdo. Procedan a recoger esa cápsula y
veamos lo que tiene en su interior.
La Entrom-Hetida emitió dos
prolongaciones telescópicas, cada una acabada en una unidad prensora que
recordaba a una enorme mano humana. Esas «manos» atraparon el objeto extraño y
lo depositaron en la bodega principal.
Cuatro marines, al mando del
sargento Aeiou Máxavelwurroketú, se
prepararon para abrir la cápsula. Los cinco vestían la camiseta roja
reglamentaria.
Fue el soldado Gaspakiwi
Himoto quien abrió la esclusa de acceso. Con él iba Rambo Tedexo Zeko, quien
había tenido que dejar a su mascota, la perrita Laika, en el camarote, al
cuidado del cabo Lormingo Kritowich (globiano de Xetrilo-17).
Entraron los dos,
cosquilleador en mano. Tras ellos, los otros dos soldados y el sargento.
El interior de la cápsula
estaba a oscuras. Todos alumbraban con sus linternas hasta que Gaspakiwi
encendió el interruptor.
―¡No toque nada, soldado! ―ordenó el sargento.
―Señor, estaba claro que esto es un interruptor
para la luz.
En realidad, el sargento
reconoció que ahora estaban mejor. Aunque la luz era algo cegadora, ahora podían
ver todo el interior de la cápsula.
―Allí ―señaló
Rambo hacia una especie de caja de color azul.
Siguiendo la dirección
señalada, descubrieron algo como un pollo enorme, desplumado, dentro de aquella
caja.
―No hay otra cosa a bordo que lo de dentro de esa
caja ―informó Gaspakiwi.
―De acuerdo. Saquemos esta cosa de la caja ―ordenó el sargento―.Tal vez podamos comerla. Hace
semanas que no comemos pollo.
Abrieron la caja y sacaron
al ser de su interior. Tenía más de un metro de alto y unas protuberancias como
pequeños tentáculos en el extremo de lo que parecían alas. Eso y otros detalles
hicieron comprender al sargento que seguirían sin comer pollo.
―¡Vaya! Me temo que este ser es inteligente. No
nos lo podemos comer.
―¿Está vivo?
―Creo que sí. Pero mejor aviso al médico
Carlosantana.
El doctor
Carlosantana nunca había visto a un ser como aquel de la cápsula. Bueno, ni él
ni nadie más de la nave.
Pero sí pudo hacerle un
análisis de su sangre. Era verde, aunque venía a ser algo parecido, por lo que
así llamó al líquido que extrajo con una jeringa.
Cuando tuvo los resultados,
llamó todo alarmado al sargento Máxavelwurroketú,
a los cuatro soldados y a todos los que habían estado cerca del ser gallináceo.
―Tiene el viroide KronBy-19
―avisó.
―Por mí, como si tiene el
PePe-478.
―Sargento, no diga sandeces.
El KronBy-19 produce una enfermedad muy contagiosa. Se caracteriza por producir
eritema y prurito por toda la piel. Para que lo entiendan, enrojecimiento y
picazón. Y muy fuertes.
―¿Algo así como esto? ―el soldado Rambo mostró su
mano derecha, toda hinchada y enrojecida.
―¿Le pica?
―¡Mucho!, pero no puedo
rascarme.
Rambo mostró su mano
izquierda, tan hinchada y roja como la otra. Su cara también estaba
enrojeciendo a gran velocidad.
―¡Por todos los wikis! ―exclamó
el médico mientras corría hacia el intercomunicador del puesto médico―.
Lisandra, ¡aviso de emergencia sanitaria en la nave! ¡Corta todos los accesos
que llevan hacia este lugar! Y creo que deberías hacer lo mismo con la bodega de
carga…
En cuestión de
pocas horas, se hizo necesario levantar todos los bloqueos en el interior de la
nave. No eran necesarios, pues toda la nave estaba infectada.
El capitán Waleo se despertó
de pronto, notando un fuerte calor por todo el cuerpo, que además picaba por
todas partes.
―Lisandra, ¿qué sucede? ¿Y por qué te presentas
así?
La imagen de la computadora
era la típica hembra terrestre, casi desnuda, que usaba en las comunicaciones
en el camarote del capitán. Pero esta vez tenía la piel roja por todos lados y
no cesaba de rascarse.
―He decidido mostrar una imagen coherente con lo
que sucede en toda la nave, capitán.
En pocos minutos, la
computadora hizo un resumen de lo que había sucedido.
―Pero a ti ese viroide no te afecta ¿verdad,
Lisandra?
―No, señor. Pero siento la obligación de mostrar
empatía con la tripulación.
―No lo hagas. Me pones nervioso. Y vístete.
La imagen de la pantalla
pasó a ser la de una mujer con uniforme. Y sin enfermedad visible.
Xujlius se vistió como pudo
y se dirigió al puente. Allí estaban Carlosantana, el oficial Ta'Rte y hasta el ingeniero Gram
Dixim-Owurro. Todos ellos no cesaban de rascarse.
Es decir, todos menos el
híbrido de especie desconocida.
―¿A ti no te afecta, Gram? ―preguntó el capitán.
―A mí no me afectan ninguna
de las enfermedades habituales de la galaxia.
―Y sin embargo estás casi
siempre enfermo…
―Dejemos eso. He subido al
puente porque soy el único que puede teclear bien, pues no tengo que andar
rascándome. Todos los demás están incapacitados para hacer cualquier cosa.
―Lo entiendo. ¿Y qué has
hecho?
―Informar al Almirantazgo,
claro está. Y han declarado la cuarentena a bordo. 172 días estándar.
―¿172 días? Pero,
¿cuarentena no son cuarenta días?
―Es una forma de hablar,
Xujlius.
―¿Y no podemos ir a ninguna
parte?
―A ningún sitio. La nave
está detenida en medio del vacío estelar.
Fueron 172
días que se hicieron eternos para todos los tripulantes de la Entrom-Hetida. Y
ni siquiera podían hacer mantenimiento de la nave, o entretenerse con cualquier
actividad. El prurito, o sea la picazón, impedía realizar cualquier labor.
Hasta comer se les hacía
difícil. La mitad de las veces, cuando tenían la cuchara, tenedor o el
instrumento adecuado a su especie, con un trozo de alimento, sentían tal
picazón que debían soltarlo. Aunque cayera al suelo.
Para desazón del soldado
Rambo, también la perrita Laika se vio afectada. No cesaba de rascarse con las
patas traseras.
El capitán preguntó al
médico si existía algún remedio.
―Sí lo hay. El antídoto
KKPis.0017. Disponible en cualquier mundo de la Federación.
―¿Y no lo tenemos a bordo?
―Está claro que no. Y no
podemos ir a buscarlo, pues estamos en cuarentena. Tampoco pedirlo, pues
ninguna nave se acercará a nosotros mientras estemos así.
―Me pregunto por qué no le
tenemos. ¿No lo habías puesto en la lista del botiquín?
―¡Claro que sí, capitán!
Pero usted, al ver lo que costaba, suprimió esa y otras partidas.
―¡Por los wikis!
―Al menos le puedo dar una
buena noticia, capitán.
―A ver.
―En unos 32 días, todos nos
habremos curado. Y la inmunidad ya será permanente.
―Entonces, ¿por qué los 172
días?
―Norma del Almirantazgo. Por
razones de seguridad, según tengo entendido.
El robot
8UM4N05 tampoco se vio afectado, y era continuamente solicitado por toda la
nave.
―Debería estar satisfecho con
que se requieran mis servicios ―dijo 8U a Lisandra―. Pero no lo estoy. No me
reclaman por mi elevada inteligencia, ni por mis amplísimos conocimientos.
Solicitan mis servicios porque tengo las únicas manos disponibles a bordo. ¡No
soy más que un vulgar ayudante!
Cuando
pasaron los primeros 32 días de cuarentena, casi todos estaban recuperados a
bordo de la nave.
Ya no fueron necesarios los
servicios de 8U.
Y los oficiales decidieron
aprovechar para hacer mantenimiento de todos los sistemas de a bordo.
En cuanto a los marines, el
sargento Máxavelwurroketú les ponía
a entrenar todo el tiempo. En el gimnasio y en los simuladores.
Más de uno extrañaba aquellos tiempos en los que
no podían hacer nada.
Entretanto,
el ser gallináceo rescatado en la cápsula permanecía en el centro médico.
Respiraba y mostraba signos vitales, pero no despertaba.
Hasta que de pronto abrió
los ojos y vio que estaba solo en un lugar extraño.
―Kokorico glogo cocooooo ―dijo.
Lisandra avisó a
Carlosantana. Y éste pidió la presencia del robot 8U, que conocía más de dos
millones de formas de comunicación.
―¿Dónde estoy? ―tradujo el
robot.
―Explícale dónde está. Y
pregunta lo que le pasó.
Aún tenían más de cien días
de cuarentena. Tiempo suficiente para contar muchas cosas.
Capítulo 18: Gayokiriko
Enlace al capítulo 1
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