09 abril 2020

Capitán Waleo capítulo 18: Gayokiriko


A bordo de la nave Entrom-Hetida, aún faltaban algunos días para dar por terminada la cuarentena. A bordo nadie padecía la enfermedad producida por el viroide KronBy-19… aunque cada vez que alguien se rascaba era mirado por los demás de forma muy sospechosa. Eso sí, ya todos estaban inmunizados de por vida, o eso aseguraba el médico Carlosantana.
El ser gallináceo podía hablar gracias a las traducciones del robot 8UM4N05 o bien de la computadora Lisandra. (En adelante solo se pondrá la traducción de las palabras del gallináceo).
Ahora recuperado por completo, aquel ser parecido a un enorme pollo estaba en el puente con el capitán Xujlius Waleo y Mal'Mbo Ta'Rte, el oficial con el que mejor se relacionaba.
―Mi nombre es Gayokiriko y procedo del planeta Kokvuold. Le doy las gracias, capitán Waleo, por acogerme a bordo de su nave.
―A quien debe agradecer es al oficial Mal'Mbo Ta'Rte.
El gallináceo miró al oficial.
―Muchas gracias, oficial.
―De nada, señor. Tan solo he cumplido con mis obligaciones. Pero me permito recordarle la conversación que mantuvimos hace un rato. Si no tiene inconveniente en recuperar una de las cuestiones que hemos tratado…
―Se refiere usted, sin duda, al hecho de que esta nave sea propiedad del capitán. ¿Es así, capitán Waleo?
―En efecto.
―Por lo tanto, es con usted con quien debo tratar el retorno a mi mundo.
―¡Un momento! Antes de que prosiga, me veo obligado a recordarle que este no es un crucero de paseo. Se trata de una nave de la Federación y tenemos ciertas obligaciones que hemos de cumplir sin demora.
―Obligaciones que usted podría decidir ignorar a cambio de una cifra de, digamos diez millones de créditos.
―Si fuera cierto que usted puede pagarlos, cabe en lo posible que esté en lo cierto. En cualquier caso, estaría dispuesto a estudiar el tema. En otras palabras, que puede ser factible.
Al capitán se le habían puesto los ojos como estrellas gigantes blancas. ¡Diez millones!
―Le puedo asegurar que sí puedo pagar todo ese dinero. Espere a escuchar mi historia.
―Adelante.
Todos los presentes en el puente oyeron la historia de Gayokiriko. Y todos se quedaron atónitos y entristecidos. Alguno incluso lloró, pues se trataba de una historia muy triste y desgraciada.
Todos menos Xujlius. Pues él comprendió que no solo podrían viajar al planeta del gallináceo. ¡Es que les darían la orden de hacerlo!
Tenían que llamar de inmediato al Almirantazgo. Pero primero dedicó sus buenos minutos a ponerse decente, pues ya sabía lo exigente que era el Almirante Ñiki Muelax con la uniformidad de todos en la Flota.
―¡Almirante! ¡Se presenta el capitán Waleo a bordo de la Entrom-Hetida!
―¡Por los wikis, capitán! Me deja usted asombrado. ¡Está usted bien uniformado! Aunque creo que ese galón de la izquierda está un centímetro fuera de su sitio.
Waleo no pudo evitar el gesto de ajustarse el galón.
―¿Y qué se le ofrece, capitán? ¿O es que solo pretende que lo vea bien vestido por una vez? Aunque esté uniformado de acuerdo a las normas, le recuerdo que su sola imagen de humano me resulta repulsiva.
―Señor. Tenemos a bordo a un ser de Kokvuold que hemos recogido en una cápsula de supervivencia. Su historia debería ser conocida por usted.
―O sea que piensa contarme una batallita. Pues sea breve, capitán, y envíe los detalles más amplios por el medio habitual.
―¡Sí Señor! Verá, Gayokiriko era rey en Kokvuold pero fue depuesto. Su competidor, Tyoperiko, lo infectó con el viroide KronBy-19 y eso lo volvió no apto para el trono. Se les exige a todos los reyes una salud perfecta. Tyoperiko lo colocó anestesiado en una cápsula y lo envió por el espacio sin rumbo.
―Hasta que ustedes lo recogieron.
―Así es.
―Bonita historia para un psicodrama, Waleo. Pero ¿por qué cree usted que debo conocerla? No me gustan los psicodramas.
―Almirante. No he terminado.
―Adelante. Capítulo dos del psicodrama.
―Resulta que Tyoperiko dispone de cultivos del viroide para usarlos como le plazca. Y se los ha ofrecido a la Confederación a un módico precio.
El almirante montó en cólera. Era verdaderamente terrorífico verlo.
Pero mientas gritaba y gesticulaba, al mismo tiempo pensaba con rapidez.
―Capitán Waleo ―dijo una vez calmado―. ¿Me equivoco o ahora todos los tripulantes de la Entrom-Hetida están inmunizados contra el KronBy-19?
―Así se nos ha dicho, señor.
―Luego, ustedes son los indicados para esta misión. Le ordeno que se dirija a Kokvuold e impida, ¡como sea! Que la Confederación se haga con el viroide. Creo que lo mejor es que lo destruya, aunque sea tragándoselo. ¿Queda claro, capitán?
 ―Perfectamente, señor.
Xujlius sonreía de oreja a oreja.
―Bien, ya tiene sus órdenes. Desaparezca de mi vista, capitán.
Cortó la comunicación.
Como era lógico, no le diría al Gaykiriko que tenía órdenes de hacer el viaje. Así cobraría los diez millones limpios, sin tener que hacer nada especial. Ni siquiera desobedecer las órdenes.
Eso sí, aún debían esperar a terminar la cuarentena.

Aunque el planeta Kokvuold era desconocido, no fue difícil dar con sus coordenadas gracias a las indicaciones de Gayokiriko.
Nada más terminar la cuarentena, la Entrom-Hetida puso rumbo al planeta de los gallináceos.
Ya en órbita, primero que nada comprobaron que no había naves de la Confederación a la vista.
―Hemos llegado a tiempo, ¡por los wikis! ―hizo notar el capitán.
Prepararon las lanzaderas A y B con un nutrido grupo, formado por el propio capitán, varios oficiales y tripulantes, y diez marines, éstos al mando del temible sargento Aeiou Máxavelwurroketú. También les acompañaba 8UM4N05 el cual ejercería de traductor.
La nave quedó al mando del oficial Keito Nimoda.
Ya en tierra, les esperaba un nutrido grupo de gallináceos vestidos con lo que parecían uniformes militares. Tenían varias catapultas, con las que de inmediato lanzaron bolas de vidrio llenas de un gas.
―¡Qué mal huele! Sargento, ¿podría ser algún gas tóxico?
―No, capitán. Son solo gases con el viroide.
―Ahora podremos comprobar si de verdad somos inmunes, tal y como dijo Carlosantana.
Y así fue. Ni uno solo de ellos sintió ganas de rascarse.
―Sargento, ataque con esos cosquilleadores.
Muy pronto, todos los soldados gallináceos estaban cloqueando y cacareando, que era su forma de reír.
Eliminada toda oposición, Waleo y los suyos marcharon hacia el palacio real dirigidos por Gayokiriko. Allí les esperaba un iracundo Tyoperiko, el cual aún les lanzó la última bola llena de gas con el viroide.
Tras la respuesta de los federales con sus cosquillleadores, Tyoperiko tuvo que reconocer su derrota entre cloqueos.
―¿Dónde están todo el viroide que pensaban entregar a la Confederación? ―preguntó el capitán Waleo.
El ahora depuesto rey dio unas indicaciones que el robot 8UM4N05 tradujo. A un gesto del capitán, cinco marines fueron corriendo en aquella dirección, cosquilleadores en mano.

Ya en su trono, Gayokiriko dio orden de aplicar la pena máxima contra Tyoperiko. Fue desplumado.
Los marines informaron que no quedaba viroide en ningún depósito.
―Demos las gracias al capitán Waleo ―dijo el rey Gayokiriko.
―Más que las gracias, Majestad, prefiero el dinero.
―Sea.
El rey hizo un gesto y aparecieron diez servidores, cada uno portando una caja bastante voluminosa y pesada.
―Nosotros solo usamos monedas, capitán ―explicó el rey Gayokiriko.
En efecto, cada caja contenía un millón de monedas de un crédito, como pudo comprobar el capitán Waleo.
Sería bastante peso para despegar, pero soportable para las lanzaderas.
Y mientras pensaba en lo que haría con ese dinero, Xujlius Waleo dio la orden de regresar a la nave en órbita. Las dos lanzaderas despegaron entre aclamaciones de los gallináceos que abarrotaban la plaza; aunque estaban tan cargadas que casi no logran levantar vuelo. ¡Dichosas monedas!
Ya a bordo, hubo que guardar las pesadas cajas en lugar seguro, lo que no fue fácil. Además, evitando miradas espurias.

Cuando llevaban un par de horas recorriendo el sistema solar de Kokvuold, y antes de poder saltar al hiperespacio, Lisandra detectó la presencia de un grupo numeroso de naves.
No son de los gallináceos, capitán. Diría que son naves de la Confederación.
―¡Por los wikis del espacio! ¡Preparados para batalla!
Ya más cerca, pudieron ver que se trataba de 189 naves confederadas. Se recibió un mensaje en el puente con la imagen de un chingón de bigote enorme y sombrero de ala ancha.
―¡Ándale! ¿Qué se le ofrece a una solitaria y escuálida nave de la Federación por estos lares?
―Aquí la nave Entrom-Hetida, al mando del capitán Waleo. Este sistema ha sido admitido en la Federación Galáctica, luego es territorio federal. Son ustedes quienes han de largarse. Y no me ha sido usted presentado, capitán chingón.
―Capitán no, Padre, si es tan amable. Soy el Padre Zito y me alegra conocer al famoso capitán Waleo. Porque seré aclamado entre los míos como el chingón que derrotó a la Entrom-Hetida.
―¡Rayos fantasma! ―ordenó Waleo.
De inmediato aparecieron 188 copias de la Entrom-Hetida. Y todas, junto a la original, empezaron a disparar al unísono.
Muy pronto, el espacio se llenó con los restos de las naves chingonas y fantasmas. Hasta que solo quedo una nave, la auténtica Entrom-Hetida.
―Lisandra, pon rumbo al territorio federal más cercano.
―¡A la orden!
Pasaron al hiperespacio.
Pero al llegar a territorio de la Federación, surgió un problema.
Recibieron un comunicado urgente del Almirantazgo.
―Felicidades, capitán Waleo, por eliminar el peligro que suponía dejar el viroide en manos de la Confederación y de paso por conseguir un nuevo miembro federal. Pero ahora todos estamos ante un grave peligro. Verán, ustedes han estado expuestos al viroide KronBy-19. Y aunque estén todos ustedes inmunizados, son portadores del microbio. Por lo tanto, no podemos permitirles el paso a territorio federal sin que primero guarden una cuarentena.
¡Por todos los wikis!, pensó Waleo. ¡Otra vez 172 días de aburrimiento!
¡Prefería un enfrentamiento con los chingones!

Capítulo 19: Mundo de Cuentos
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